febrero 01, 2009

MILENIO. Naief Yehya

El arte de las últimas décadas tiene entre sus tendencias dominantes el horror al vacío, los renacimientos sentimentaloides y el nihilismo cínico. Estas corrientes divergentes y opuestas han creado un apacible status quo de tolerancia pavloviana, displicencia imperturbable e indignación programada. En un medio donde todo es permisible, nada es transgresor. La modernidad sin ruptura es simple analgésico.

El Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) tuvo la valentía de abrir sus puertas con una instalación que no ofrece concesiones, una obra provocadora, compleja y desafiante de la falsa moral y las apacibles certezas predigeridas del arte. Cantos cívicos, del artista mexicano-puertorriqueño Miguel Ventura, es una compleja pieza multimedia que explora de manera implacable y controvertida la fascinación popular con algunos de los experimentos más grotescos de la historia de la ingeniería social, los vínculos del mundo del arte y el dinero sucio de algunos famosos mecenas, los grandes crímenes impunes de Milton Friedman y sus Chicago Boys y la admiración-resentimiento en las relaciones entre poderes coloniales y pueblos colonizados.

La estrategia de Ventura es crear una acumulación demoniaca de iconos y símbolos macabros al reinsertarlos (sin intervalo alguno) en un entorno que tiene tanto de escenografía de programa infantil de TV como de laboratorio científico (con ratas, biólogos y veterinarios). Este pandemonio, como lo describió con tino Cuauhtémoc Medina, es una analogía de nuestra sociedad tecnocrática, hipermediatizada y patológicamente puerilizada. Cantos… no es una pieza fácil de digerir, la violencia de las imágenes, la parafernalia bélica, la escatología y el agobiante bombardeo con parodias y evocaciones irreverentes a artistas, filósofos y políticos es vertiginosa. Ésta es una casa de los sustos en donde la manía de los revivals y las paráfrasis de corrientes artísticas del pasado son convertidas en una delirante vorágine del sinsentido. Al tiempo en que el nihilismo cultural de nuestro tiempo adquiere un tinte de siniestra complicidad con el poder.

La intención del artista es absolutamente clara y evidente. Hace falta una profunda ignorancia para concebir que semejante alegoría estridente pueda tener un remoto tono de apología o admiración por el nazismo. Cualquier observador medianamente instruido puede identificar que el discurso de NILC (el ficticio Nuevo Comité Lingüístico Interterritorial, imaginado con el modelo de las instituciones “culturales” coloniales británicas en África) entreteje discursos maoístas, monetaristas y fascistas con la estética racista de las telenovelas y con la vergonzosa verborrea filonazi de José Vasconcelos en su revista Timón.

Algunos opinadores han aprovechado Cantos cívicos para expresar su indignación por el uso de imágenes nazis en un museo de la UNAM; están en su derecho. También han reclamado por la ausencia de imágenes de campos de concentración o cualquier otra muestra del Holocausto. Esto sí sería una falta de respeto, no es éste un documental ni un ensayo visual sobre un genocidio. Ventura proyecta en nuestro contexto el discurso del poder totalitario, su imaginería fantasiosa cargada de símbolos necrófilos, escudos, kitsch pomposo, el culto al cuerpo y la ridícula solemnidad que pretende inyectar seriedad a la sinrazón. Esto de ninguna manera empequeñece las atrocidades que representa la esvástica.

Los furiosos defensores de la memoria histórica son paradójicamente merolicos totalitarios que no sólo quieren imponer su chata visión a la obra de un artista que no comprenden sino que además menosprecian a un público, al que imaginan estúpido e incapaz de entender que al burlarse del nazismo no se le está celebrando. Es precisamente la mistificación de la historia y la imposición de tabúes lo que enajena y despierta la fascinación por la inmoralidad de lo atroz. No por nada no hay puesto callejero de libros que no venda Los hornos de Hitler, de Olga Lengyel, casi como si se tratara de pornografía.

http://impreso.milenio.com/node/8526729

2 comentarios:

  1. No señor, la intención no es "totalmente clara y evidente", y muchos de los que hemos criticado negativamente la pieza somos algo más que observadores "medianamente instruidos". Además hiede a fascismo el tildar de profundamente ignorantes (así nomás, en general y con argumentos que también son generales y por ende sofísticos -en su acepción negativa) a quienes no coinciden con la opinión propia.

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  2. 100% de acuerdo con Silvidonna, Enrique Krauze e Isabel Turrent.

    www.labasuranacionalsocialista.blogspot.com

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