febrero 22, 2009

MILENIO. Alberto Arriaga

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Entrevista: Miguel Ventura

“No hay verdades absolutas en el arte”

El motivo de la indignación fue, sobre todo, la profusión de cruces gamadas en feliz matrimonio con el signo de dólares.
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  • 2009-02-21•Reportaje

Foto: Mónica González

Durante el anochecer de los años 70, un grupo de maleantes fue reclutado por un genio llamado Malcolm McLaren para formar una banda de rock que se llamó Sex Pistols. Johnny Rotten y compañía portaban cruces gamadas y cruces invertidas, estampados de sexo gay y botas industriales. Mientras, entre el público que fue testigo de su primer concierto, una muchacha que se había pintado unas ojeras muy sexis bailaba ataviada de militar y usaba una banda con un símbolo nazi en el brazo derecho. Era Siouxsie Sioux.

Casi todos mordieron el anzuelo. Críticos de rock, sociólogos, historiadores y políticos vieron un resurgimiento de los furores homicidas del Führer mientras las hordas juveniles saltaban al ritmo de “I´m the antichrist”. Los Pistols fueron superados con todo y sus burlas por otras bandas que siguieron el mismo diseño. Ni arriba ni abajo del escenario se percataron de que Malcolm McLaren era el único que manejaba los hilos de un experimento conductista que se convertiría en norma de la cultura popular y aun de la estética de la llamada “alta cultura” a partir de entonces: el punk.

El mes del amor comenzó con la airada indignación de los politólogos (Leo Zuckerman y Enrique Krauze) metidos a críticos de arte por culpa de los Cantos cívicos de Miguel Ventura, una pieza “difícil de digerir” que, en palabras de Naief Yehya, es “una instalación que no ofrece concesiones, una obra provocadora, compleja y desafiante de la falsa moral y las apacibles certezas predigeridas del arte (…) que explora de manera implacable y controvertida la fascinación popular con algunos de los experimentos más grotescos de la historia de la ingeniería social, los vínculos del mundo del arte y el dinero sucio de algunos famosos mecenas”. El motivo de la indignación fue, sobre todo, la profusión de cruces gamadas en feliz matrimonio con el signo de dólares.

El efecto de Cantos cívicos es notorio entre los jóvenes que la visitan. En el momento de
esta entrevista con Miguel Ventura, un grupo de preparatorianos señala los retratos de los nazis y exclama: “¡Mira, se burla!” Los colores chillantes, las fotografías de una Heidi trenzada y del propio Ventura disfrazado de nazi no pueden más que mover a risa. El lenguaje alegórico, en tono de parodia, es notorio.

¿Crees que el arte contemporáneo ha perdido el objetivo de ofrecer placer en pos de la provocación?

Eso dependerá de quien lo está viendo. En este caso tendríamos que ver si hay una noción estática de lo que es acartonado o rígido, y de lo que es el placer estético. Creo que no hay un valor precisamente muy establecido para esto. Sólo los demagogos quieren establecer un valor estético placentero.

¿Sabías que estabas provocando...?

¿Provocación? Yo no sé… Para mí eso es parte del arte, así es el arte, se cuestiona, se critica, se comenta… No hay verdades absolutas en el arte. Esto es lo que diferencia Cantos cívicos de una exposición histórica. Es una exposición de arte donde se plantean muchas variantes, muchos cuestionamientos, incluso para que nos provoquen ciertas reacciones, quizá una yuxtaposición de diferentes contenidos que nos pueden sacar de onda por un lado, pero cada quien viene con su bagaje histórico y personal, y por eso va a reaccionar de forma diferente. Creo que este proyecto encajaba perfectamente con ciertos lineamientos que le interesaban al MUAC para esta sala en particular, una sala interfacultativa.

(Ventura se refiere al cuidado de las amables ratas blancas que se encuentran en una cabina. Los roedores gozan de la atención de un psicólogo y un veterinario, ambos de la UNAM.)

¿Qué opinas de tus detractores? ¿No te sientes como quien está experimentando con ratones y métodos conductistas?

Es muy interesante ver los comentarios, sobre todo los de quienes se han indignado. No espero salir amado de esta exposición. Lo que me llama la atención es que las preocupaciones por Cantos cívicos suenan así: ¿y qué va a decir un preparatoriano cuando vea todo esto? ¿Qué pensará alguien que no conozca la historia, alguien que no tiene la educación que yo tengo, alguien que no es doctor en ciencias políticas o en historia? Me parecen reacciones muy condescendientes. Y muy interesantes desde el punto de vista sociocultural y educativo. La gente que está en el poder y que tiene un nivel educativo alto tiene miedo de que la gente piense sola. Para entrar a ver Cantos cívicos no hace falta un doctorado. Escuchar ese tipo de comentarios es precisamente lo que quiero, para que queden al descubierto los fundamentalismos que rigen a la sociedad mexicana.

Has dicho que tu discurso es elaborado por el NILC (supuesto “Comité Lingüístico Interterritorial”). ¿Podrías explicarnos en qué consiste?

Es un sistema básicamente pictórico que va sustituyendo letras en un proceso consecutivo. Lo que me interesa es que sea una especie de simulacro de algo que puede ser real, y que puede estar dentro de este sistema NILC. Refleja la perversión del mundo y lo despoja del filtro de hipocresía necesario para que podamos vivir en este mundo. Cuando se tocan ciertos ganglios o nervios, hay estallidos. Históricamente hablando estamos viviendo una transición enorme: gente que está aferrada a fundamentalismos y a ciertas nociones de la historia. El mundo está cambiando muchísimo, especialmente desde el 11-S. Hay mucho miedo, precisamente, a los cambios que se están llevando a cabo. Esto es lo que me interesa mostrar.Cantos cívicos toca estos pequeños nervios o grandes nervios de la sociedad.

¿Cómo se inscribe Cantos cívicos en el mercado actual del arte?

Me siento muy decepcionado por el mercado del arte contemporáneo. Que ésta sea una exposición tan abigarrada tiene una razón. Nosotros estamos en un mundo donde se hacen museos maravillosamente minimalistas. Y las obras son superelegantes. Ya estoy harto de eso. Mientras en Copenhague o en Estocolmo se hacen exposiciones minimalistas maravillosas, en Irak están cortando cabezas. Eso es perversión, yo no.

Alberto Arriaga

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