febrero 21, 2009

ESCRITURALEATORIA. Miriam Jerade

JUEVES, FEBRERO 19, 2009

En conclusión

Nunca creí que la fama llegaría tan temprano. Claro, no es directa, yo no soy la "académica sobresaliente" a la que hace responsable de un movimiento en el que nos comprometimos muchos, su carta apenas me alude. (no hay que hacerle caso al esnobismo, hay que lanzarse al estrellato). Estas son las conclusiones de Granados Chapa en Proceso sobre el conflicto en Gaza, el artículo es un resumen de distintas posturas, de las reacciones de los embajadores y de la comisión mexicana ante las NU. Es un artículo escueto en la reflexión y el análisis. Triste que esté firmado por un periodista de la talla de Granados Chapa. Pero ahí va el párrafo en el que me sentí aludida :
En el seno de la comunidad judía en México se produjo una discrepancia respecto de la tradicional –y digamos que oficial– sintonía del judaísmo mexicano, sobre todo el asquenazi, con el estado de Israel. La respetable posición de una académica universitaria sobresaliente y la iniciativa civil que de ella derivó resultó favorable a la efusión judeofóbica que el ataque a Gaza había generado y que se agregó a la que con otro motivo se había expresado apenas unas semanas antes de la ofensiva contra Hamas.

Nunca me había sentido tan responsable en esta vida. Ni cómo explicarle al señor Granados Chapa que la efusión judeofóbica no la provocan las críticas o los gestos de repudio que algunos intelectuales de origen judío se atreven a dirigir a las políticas de Olmert. Me parece que en general el sentimiento no es contra los judíos, - amen de algunos casos graves de antisemitismo incurable- sino contra el Estado de Israel que nos remite al hecho de que en el origen de todo Estado soberano hay una violencia fundacional - en este caso la negación de Palestina, de las ciudades que alguna vez existieron, incluso del colonialismo británico, etc.- De ahí la magnitud de las reacciones y la indiferencia ante otras guerras o conflictos políticos, pues ésta es una violencia simbólica. Me parece que la condena de la izquierda o de quienes nos consideramos de izquierda, no traduce un odio ni al pueblo judío ni al judaísmo en general sino una condena a esa lógica que conserva y legitima las violencias del Estado y avala racionalmente la condición colonial tanto en las democracias modernas como en la economía capitalista. Si bien yo peronalmente no experimento el sentimiento de vergüenza ante las políticas del gobierno de Israel, porque no acepto que su existencia salvaguarde la mía, entiendo por qué surge en algunos intelectuales de origen judío. (si bien uno puede decir que la vergüenza no es un argumento sino un sentimiento privado, ella es ante todo la más pura aparición de la consciencia como exposición al otro; desnudez de la mala consciencia). 
De alguna manera, el Estado de Israel se autodenomina "Estado judío" porque debe asegurar la posibilidad de retorno, impedir que la historia de los judíos alemanes se repita; todo esto a costa del reconocimiento de los derechos mínimos del pueblo palestino, les heredaron la condición de parias - las políticas de Israel tienen más elementos en común con el apartheid sudafricano que con el genocidio nazi. En palabras de Eric Hosbawm:
la crítica de Israel no implica antisemitismo, pero las acciones del gobierno de Israel causan vergüenza entre los judíos y, sobre todo, dan pie al actual antisemitismo. Desde 1945, los judíos, dentro y fuera de Israel, se han beneficiado enormemente de la mala conciencia de un mundo occidental, que se había negado a la inmigración judía en la década de 1930, unos años antes de que se permitiera o no se opusiera al genocidio. ¿Cuánta de esa mala conciencia, que prácticamente eliminó el antisemitismo en Occidente durante sesenta años y produjo una época dorada para su diáspora, queda en la izquierda hoy?

Vergüenza quizás por esa ideología sionista que nos inculcaron en las escuelas judías, ese mito de los orígenes que narra la identidad nacional, vergüenza de la historia que nos contaron y que se cuentan: "En el principio, no había nada en Palestina, los sionistas secaron pantanos y cosecharon la tierra, los árabes-palestinos querían tirar a los judíos al mar y huyeron al Líbano, declararon la guerra y la perdieron, han perdido todas las guerras porque son débiles aunque necios, débiles aunque inminentemente peligrosos, etc". Vergüenza por el remix 2009, donde los palestinos son aliados de los terroristas, y por ende, ciudadanos de segunda clase en el Estado de Israel.
El historiador israelí, Ilan Pappe, escribió escribió:
Israel justifica su conducta en Gaza como parte de la lucha contra el terrorismo, pese a que ha violado todas las leyes internacionales. Pareciera que los palestinos no pudieran tener sitio en la Palestina histórica, salvo si están dispuestos a vivir sin los derechos humanos y civiles básicos. Pueden ser ciudadanos de segunda clase dentro del Estado de Israel o prisioneros de las cárceles gigantescas que constituyen Cisjordania y la Franja de Gaza. Si se resisten, lo más probable es que acaben o en una auténtica cárcel sin juicio previo, o muertos. Ése es el mensaje de Israel.

Sin embargo, Granados Chapa, dejando de lado todas estas cuestiones y con cierta paranoia, nos previene:
Cuidado con alimentar de ese modo la incriminación a los judíos en general. La responsabilidad del ataque debe imputarse a investiduras y personas en particular. Las culpas son de ellos, no de todos. Admitir lo contrario es aceptar la aberración lógica y moral en que durante siglos incurrió la Iglesia católica al tachar de deicida al pueblo judío, es decir, al achacar a todos los judíos de aquel tiempo y de todos los tiempos la culpa por la crucifixión de Jesús. Esta universalización de la condena, su trascendencia de generación en generación durante siglos sirvió de pábulo al odio racial a los judíos, requisito previo a su inmolación. Fue necesario que de modo expreso el Concilio Vaticano II levantara esa desorbitada condena a los judíos.
Hasta el Hamas lo tiene más claro, la organización terrorista no habla ni de judíos ni de israelíes sino de sionistas. El problema es que algunos se creyeron el cuento de Huntington y creen fervientemente en el dogma del choque de civilizaciones, esencializando a cada una de ellas, negando toda comunicación, incluso toda heterogeneidad – como la de los judíos no sionistas. Obliterando que la designación del enemigo, ya sea por parte de la Iglesia, del Estado Mexicano o del Estado de Israel; es una decisión política.
Al final de su escrito, Granados Chapa no pierde la oportunidad, como todo articulista reaccionario en hacer una crítica a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y vuelve a abrir el caso de la inexistente Mayté Rivas, para denunciar el "tufillo antisemita", la "sensación antisemita". Otro caso reciente fue Krauze, en "Cantos nazis", su artículo donde critica la pieza del artista Miguel Ventura en el MUAC, y de paso hace un comentario sarcástico en contra de su directora, sugiriéndonos que es una inútil que no sabe argumentar sobre el valor de una obra de arte y afirma que "Cantos Cívicos" tiene un valor estético porque las chavitas salen llorando del museo. Si a Ventura se le olvidó el totalitarismo soviético, a Lieberman se le olvida la Shoah, que no se enseñaba en la URSS - de eso ninguna mención. La svástica es un símbolo que en un cierto momento histórico utilizó el nazismo y nos remite a eso, pero el nazismo debería remitirnos también y sobre todo a la condición de parias, la expropiación de la ciudadanía alemana y la de los derechos como ciudadanos, algo que Lieberman y toda la sociedad israelí que no condena su campaña política y permite que se presente a elecciones, parece haber olvidado. Lo molesto del comentario de Krauze es la crítica soslayada a esos izquierdosos incultos que salen de la Universidad y no saben nada del liberalismo (yo entre ellos, créanme que uno pude llegar al doctorado en filosofía sin haber leído a los ideólogos del liberalismo político, se puede pensar lo político a partir de otros pensadores). Igual estamos perdiendo el tiempo y estamos bien perdidos en ese laberinto (o sea, Krauze y yo) quizás a Miguel Ventura lo único que le interesaba era hacer un paseo entre símbolos capitalizados en inversiones libidinales; y las concatenaciones, conscientes o inconscientes, corren por parte del paseante-espectador. Si es así, le propongo a Ventura incluir próximamente en su instalación una foto de Krauze junto a una de Chávez y el símbolo de la hoz y el martillo, por ahí en su próxima visita al MUAC, Krauze concluya que es comunista y chavista.
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Les recomiendo el artículo de José Luis Barrios, quien fue mi profesor de estética, sobre Cantos Cívicos. El artículo pone en duda a las mentes unidimensionales de nuestros queridos intelectuales mexicanos, conservadores tanto en sus opiniones políticas como estéticas. ¿No les parece sintomático que Krauze, Turrent y Loaeza vituperen contra el arte contemporáneo? Por suerte el arte, que no entienden, vislumbra la complejidad.

http://escrituraleatoria.blogspot.com/2009/02/en-conclusion.html

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