febrero 22, 2009

Irmgard Emmelhainz

CANTOS CÍVICOS

Haciendo paradas en algunas preguntas y debates que ha creado Cantos Cívicos, elucidando algunos puntos de cristalización para hacer un mapa líquido del trabajo de Miguel Ventura; pensando en líneas paralelas y de fuga junto con la instalación en el MUAC.

 

El siguiente es un fragmento de una novela de Jonathan Littell publicada en el 2006; es una biografía-histórica de un general de la SS, contada en primera persona y de 800 páginas (contribuyendo a la proliferación de recuentos del Holocausto):

 

“Yo, ¿culpable? La enfermera no mató a nadie, ella no hizo nada más que desvestir y calmar a los enfermos… el médico no mató directamente, simplemente se encargó de confirmar un diagnóstico… el encargado de la maniobra para abrir la llave del gas, que es quien está más cerca espacialmente del asesinato, realiza meramente una función técnica bajo el control de sus superiores y de los médicos. Están los obreros, quienes vacían la cámara y hacen el trabajo necesario de limpieza, por cierto el cual es, bastante repugnante… El policía sigue el procedimiento de rutina, que es el de dar constatación de las muertes; ¿Quién es el culpable? ¿Todos o nadie? ¿Porqué el obrero encargado de abrir la llave del gas sería más culpable que un obrero encargado del jardín, o de los vehículos de transporte? Está claro que no se pueden establecer grados de responsabilidad criminal que fueran relativamente precisos, y que permitiera condenar a algunos y de dejar a los demás al juicio de su propia conciencia… aunque no la tengan. Es mucho más fácil redactar las leyes después de los hechos, como lo hicieron en Nuremberg… y aún así, lo hicieron al trancazo… Una vez más, seamos claros: Yo no busco exculparme de tal o cual hecho. Yo soy culpable y usted no lo es, y así está bien. Pero usted debería por lo menos ser capaz de aceptar que aquello que yo hice, usted podría haberlo hecho también. Tal vez con menos fe, pero también con menos desesperación. En todo caso, de una u otra manera.” (Jonathan Littell, Les Bienveillantes, (Paris: Goncourt, 2006), 25-26; mi traducción del francés).

 

La representación del Holocausto se estableció con el postmodernismo como el epítome de lo “irrepresentable,” partiendo de la pregunta de  ¿qué técnicas estéticas, formales, qué contenido y expresión son las adecuadas para representar al genocidio de los judíos Europeos por parte de los Nazis? Los dos pensadores claves del postmodernismo, Frederic Jameson y Jean-François Lyotard articularon la cuestión de Auschwitz ya sea como el símbolo de un impasse hermenéutico, o como el límite absoluto del pensamiento y de la representación. A partir de estos dos pensadores, Auschwitz es considerado como el límite del pensamiento; el Holocausto es entonces para muchos una catástrofe moral y filosóficamente irredimible, un evento impensable. Pocos años después del Holocausto, es interesante el cineasta Alain Resnais hizo la película La Nuit et le Brouillard (La noche y la niebla, 1955) postulándola como una cura ante el negacionismo y el olvido. Cito el voice-over:

Estaban todos aquellos que no creían, o que creían sólo a veces. Estábamos nosotros, que vemos estas ruinas con sinceridad, como si el viejo monstruo del campo de concentración estuviera ya muerto sobre los escombros y entonces damos la impresión de retomar esperanzas delante de esta imagen que se aleja, como si nos hubiéramos ya curado de la peste concentracionaria, nosotros, los que no cesamos de escuchar un grito sin fin. (mi traducción del francés)

 

Evidentemente, hay dos tendencias para hablar o imaginar al Holocausto: la posición “realista” que sugiere que el Holocausto puede transformarse en un objeto de conocimiento –cercana a Resnais y a la idea de Hannah Arendt sobre “la banalidad del mal.” Y la posición anti-realista (cercana a Lyotard y Jameson), la cual asume que el Holocausto hizo que las estructuras de conocimiento se volvieran obsoletas ya que esta catástrofe es lo impensable. Ésta posición señala por tanto, que cualquier intento de dar cuenta de la catástrofe es un afán moralmente sospechoso de redimirla o de domesticarla, o que es un producto de negacionistas del Holocausto que piden “pruebas” de que realmente sucedió. Esta posición se refiere también a la citación ya trillada de la frase de Theodor Adorno: “Escribir poesía después de Auschwitz es barbarie.” El problema ético-político de Auschwitz es, ya sea en dar testimonio (atestiguando ante la imposibilidad de dar testimonio –ejemplificado en las películas del cineasta franco-judío Claude Lanzmann) o de revelar y difundir información concreta de lo que ocurrió.

            Cantos Cívicos es en parte, un archivo invaluable de parafernalia Nazi; una colección de vestigios tangibles y sensibles del Nacional-Socialismo, que reúne desde álbumes fotográficos de soldados (cada uno tenía su camarita Brownie), cuentos para niños, canciones fotografías de familia, tarjetas postales, trofeos de cacería, cuadros bucólicos. Este archivo, nos aproxima al Nazismo, desde el lugar de la cultura de la banalidad del mal; es decir, la parte de la vida de los civiles (ciudadanos) alemanes (podríamos llamar a la expo también Cantos de los ciudadanos?), la cual engendró –y nosotros lo sabemos por la distancia histórica, al mal absoluto (como el negacionismo o la ceguera de la realidad de la exterminación en los campos de concentración). Al subrayar la parte de la banalidad del mal, Cantos cívicos desvela lo virtual de la actualización del mal absoluto: que postula (ojo, hay una inversión discursiva), no al Holocausto como lo impensable, sino al nacional-socialismo como un conjunto de valores, prácticas políticas, estéticas y formas sociales y que no son ajenas a las nuestras; a las que de hecho, el inconsciente colectivo aspira a identificarse: y esto, como lo impensable.

Sabemos que NILC es una organización ficticia y paródica de los sistemas de organización de la sociedad totalitarios. NILC comenzó en la exposición en el Carrillo Gil: The PMS Dilemma. En esta exposición, NILC estaba en la etapa embriónica de ritos de iniciación de sus nuevos adherentes (una combinación entre psicoanálisis y new age prometiendo un estado del ser superior al actual), que incluía la creación de un lenguaje propio, ejercicios calisténico-pedagógicos, espacios de indoctrinación, etc. En el MUAC, el NILC se manifiesta como la organización fascista ya en su apogeo. Este régimen perverso, está constituido por una ideología propagada por eslóganes, cantada por sus adherentes, encarnada en sus logotipos. NILC incluye a un artista oficial (Gottfried Ohms) y una democracia bien establecida por un sistema de libre elección (las ratas eligen al atravesar los laberintos las canciones que serán cantadas por el coro). La particularidad de NILC es que es una máquina que tiene la capacidad de absorber todas las ideologías despóticas, se alimenta de ellas para procesarlas, uniformizarlas y escupirlas como una parodia los “ismos” del siglo XX: abstraccionismo, nazismo, totalitarianismo, minimalismo, colonialismo...

La palabra “totalitarianismo” se refiere evidentemente a dos momentos históricos paralelos: al totalitarianismo Nazi y al totalitarianismo socialista, el fenómeno ideológico que sostuvo al proyecto de limpieza racial para constituir un pueblo ario “puro” en Alemania y a los regimenes comunistas en el Este de Europa. En pleno apogeo del Nazismo, el filósofo austriaco Karl Popper vio una analogía entre el nacional-socialismo y la República de Platón. Popper señaló que en la república de Platón, “Es importante que una clase dominante se sienta como una raza superior y como los amos.” Además, “La raza de los guardianes debe de mantenerse pura,” dice Platón (defiendiendo el infanticidio espartano). Platón desarrolla el argumento racialista argullendo que tenemos la capacidad de criar animales con mucho cuidado y mientras que somos capaces de tratar con negligencia o descuido a nuestra propia raza. Popper subraya los siguientes elementos de doctrina sociológica de Platón:

1. La estricta división de clases, por ejemplo, una clase poderosa constituida por pastores y perros-pastores la cual debe de estar estrictamente separada del ganado humano. (Aquí está de más hablar de las ratas de Cantos Cívicos…)

2. La identificación del destino del estado con aquella de la clase en el poder; el interés exclusivo en esta clase y su unidad.

3. La clase en el poder tiene el monopolio del poder militar, el derecho a cargar armas. Debe de haber censura de todas las actividades intelectuales y propaganda que tenga como objetivo el moldear y unificar las mentes de la clase en el poder y del pueblo.

4. El estado debe de ser auto-suficiente y debe tener como objetivo la autarquía económica; si no, los poderosos dependerían de los mercaderes o tendrán que volverse mercaderes. (Dentro del régimen neo-liberal actual, los dirigentes se han vuelto en cierta manera mercaderes; aunque todavía se hace una distinción entre la clase política y la clase mercantil, en el Neo-liberalismo, la clase política deja de ser el mediador entre el pueblo y los intereses económicos de los poderosos… es decir, la doctrina neo-liberal provoca que la política se ejerza volcándose hacia ejecutar reformas a favor de los intereses económicos).

 

Ahora dentro del programa totalitario –y lo sabemos por el lujo de la historia, el genocidio es virtual e inminente. ¿Quién fue el responsable? ¿Cómo fue posible? Como ya lo dije, aspectos de la vida civil y social del nazismo se hacen presentes en Cantos cívicos en manifestaciones visuales que propagan valores con los que nos podemos identificar, los valores “normales” bajo el régimen de Hitler. La parte virtual de la normatividad fue la creación de un enemigo ideológico; el enemigo del nacional-socialismo es el otro que no es el ario puro, por tanto, para poder construir a la comunidad nacional hay que eliminar al otro. NILC, al contrario del nacional-socialismo, no tiene enemigos ideológicos (es como una máquina antropofágica que digiere todo… capaz de capturar todo: como el capitalismo). Más aún, NILC encarna a los enemigos ideológico del neo-liberalismo: al nacionalismo y al totalitarianismo, parodiando al capitalismo no como la doctrina que predica que la “liberación de mercado nos llevará a emancipación de la humanidad” sino como el mal absoluto. Ahora, revivir al fascismo de las cenizas y colocarlo como el sustrato ideológico del presente es provocador porque el mandato ético-político después del Holocausto es: “Nunca jamás.” Cabe señalar que el nazi no fue el único genocidio del siglo veinte: la guerra de los Balcanes –y el exterminio de musulmanes, el de los Tutsis en Ruanda, lo que llaman “urbanicidio” en Palestina (lo llaman “urbanicidio” porque discursivamente para muchos es intolerable hablar de “genocidio Palestino” en relación con los Israelíes, algunos de ellos víctimas y sobrevivientes del genocidio Nazi), o la “limpieza social” en Argentina, Brasil o México: el asesinato de vagabundos, niños, drogadictos, prostitutas… o “asesinatos políticos” (o “desapariciones”) desde los años setenta de ciudadanos de izquierda. De acuerdo con el científico polítifo Alain Joxe, el imperio neo-colonial ejerce hegemonía de dos formas: por genocidio o amenaza de genocidio o el control vía satélite (sistemas sofisticados de vigilancia).

Es sabido, sin embargo, que en pleno apogeo del régimen Nazista, el exterminio de los judíos ocurrió en silencio y los civiles declararon “no haber visto”, no “haber escuchado nada” o apenas haber oído un rumor. En este periodo, la aparente  “normalidad” se vivió como la “normatividad” del consenso colectivo. El consenso es un conjunto de predisposiciones a la opinión de una sociedad en una época determinada; es lo que se hace visible con respecto a lo invisible (escondido por el poder que Jacques Rancière llama: policial, más allá del régimen disciplinario o de vigilancia de Foucault). Siegrid Kracauer hizo un estudio de la psicología colectiva, de la mentalidad de Alemania durante la gestación del Nacional-Socialismo, tratando de elucidar el patrón psicológico de las disposiciones colectivas que culminaron en el exterminio. Kracauer concluye que la rendición a los Nazis del pueblo alemán se debió más a fijaciones emocionales (o afectivas) que a un deber moral de asumir la responsabilidad y las consecuencias de los hechos Nazis. Para Kracauer, esas fijaciones emocionales están relacionadas directamente con la pantalla cinematográfica, es decir, para él, analizar al cine alemán entre 1920-1933 ayuda a comprender la subida de Hitler y contribuyó a construir aquellas fijaciones emocionales (o “consenso” o visibilidades). Es cierto que el cine tanto como los productos audiovisuales capturan y propagan los deseos de la clase media. La proyección de estos deseos nos predisponen hacia ciertas tendencias basadas en cierta cultura en común. ¿De dónde nos llegan? De la importación de la cultura audiovisual del exterior. Teniendo en cuenta que el capitalismo no sólo se alimenta de deseo, sino que lo captura y nos lo devuelve como un ideal consumible y a nuestro alcance. El espejo de los deseos colectivos pervertidos que nos presenta Cantos Cívicos… contiene virtualmente a la solución final.

Cantos Cívicos podría pensarse como un espejo-simulacro de las disposiciones y los deseos capturados y propagados por el capitalismo reflejándonos distorsionados y  pervertidos. ¿Qué es lo que prometen el capitalismo (en su aplicación de la doctrina neo-liberal) y el liberalismo? ¿Qué disposiciones y valores de la sociedad reflejan los deseos colectivos que se llegan a percibir como normativos o consensuales? ¿De dónde vienen? Cantos Cívicos apela a los deseos colectivos reflejados en su forma perversa, distorsionada y embarrada de la caca de los fantasmas ideológicos. Uno de los fantasmas ideológicos claves que invoca Cantos cívicos y que no ha sido siquiera mencionado en la recepción ya sea crítica o polémica de la pieza es el del sustrato colonial del presente. En nuestro caso, el fantasma colonial no es el enemigo ideológico sino constituye una oposición entre lo Europeo (manifestado por NILC como el ideal ario, guerito: el ideal racial de lo colonizado es encarnado por los rasgos físicos del soldado Nazi) y el Indio. Ahora el tercer término entre el Europeo con el Indio es el “criollo,” el cual, después de la independencia, establece un pacto simbólico de poder establecido a partir de los grados de cercanía con la genealogía racial europea. Ésta soberbia racial es el sustrato colonial de México y Cantos Cívicos, nos permite hacer una conexión entre la soberbia racial, el ideal de la raza cósmica de Vasconcelos y el arianismo hitleriano.

            Si la imagen caucásica es el ideal racial del mexicano colonizado, el indígena es el otro absoluto; para domarlo como “otro” se ha postulado como un sujeto étnico-científico de estudio y también como un grupo político con intereses particulares y diferentes a los nacionales, cristalizado en el movimiento “indigenista” surgido en los años cuarenta. El indigenismo es también un movimiento que busca la recuperación de la historia y las costumbres de los pueblos autóctonos que se quedan fuera del criollismo independentista del siglo XIX; en este movimiento, estas figuras históricas (los indígenas) se postulan ya sea idealizados y folclorizados o se convierten en amenazantes y revolucionarios (por ejemplo, los Zapatistas del siglo pasado y de éste).

            El concepto de Vasconcelos de la raza cósmica (encarnado en la figura del “mestizo”) está influenciado por el arianismo y constituye una crítica al indigenismo; para Vasconcelos, en 1940, había que “mexicanizar al indio,” es decir, hacer que ideológicamente (a través de la religión y la cultura Españolas) los indígenas pasaran a ser parte del projecto-nación de México (Cantos Cívicos hace memoria con la presentación de los textos pro-Nazis de la revista Timón, dirigida por Vasconcelos). Y vemos en el proyecto vasconcelista, la perpetuación renovada de un esfuerzo de crear grados de cercanía con la genealogía Europea, un tipo de positivismo colonial.

Latinoamérica vivió un proceso de independencia y no de de-colonización colectiva; los estudios post-coloniales que surgen a partir de la experiencia hindú y africana del siglo pasado, consideran al colonialismo como una herida psicológica en el tejido social. Ello se cristaliza, en el libro de Frantz Fanon: Máscaras blancas, caras negras (1962),  en el que habla de la cuestión de la opresión política como la violación de la “esencia” del ser humano. Para Fanon, ello influye en la dimensión psicológica de la capacidad de tener agencia política y social. Además, para Fanon, el sujeto colonizado siempre se determina desde afuera, y ello se manifiesta en formas de alienación social y psíquica traducidas a la agresión, la locura, el odio a sí mismo, la violencia… (consideradas siempre externas al estado civil). Esto provoca que la vida cotidiana en la situación colonial exhiba una “constelación de delirio.” Para Fanon el delirio es el mediador entre las relaciones sociales entre los sujetos: “El negro esclavizado por su inferioridad, el hombre blanco esclavizado por su superioridad se comportan de acuerdo con una orientación neurótica.” Este “delirio maniqueo” constituye una subjetividad como una imagen propia alienada, sin inscribir una una divisón entre yo y el otro y más bien como “la otredad” del yo inscrito en un palimpsesto perverso de identidad colonial.

Ideológicamente, Latinoamérica se considera a sí misma como “el otro” metafísico constitutivo de Europa (según Gerardo Mosquera) y por tanto el Nazismo toca un nervio fuerte en casa. En Cantos Cívicos, el Nazismo nos interpela no como ciudadanos escandalizados por las atrocidades Hitlerianas (ya lo hace evocando la debatida cercanía a lo europeo), sino como una posible analogía entre el arianismo y la herencia del criollismo. El criollismo visto como principio de estratificación del poder  constituido por un pacto silencioso y simbólico entre la clase gobernante y los gobernados que afirma la superioridad de unos sobre los otros –y como lo dije antes, tiene que ver con grados de “europeización.” Es decir, el ejercicio del poder, se lleva a cabo por la constante afirmación de la excepción de una clase sobre otra (Fernández de Lizardi llamó al establecimiento de esta excepción “soberbia”, ello en 1822 en El Periquillo Sarniento). Hoy en día, la historia de la colonia nos llega como una etapa “positiva” (la de-indigenación y la salvación de los indios de ser infieles y de la incivilización, su “Mexicanización”). Asimismo, el discurso hegemónico articula al periodo colonial como un “rescate” espiritual y cultural de los pueblos autóctonos de México, como un proyecto de nación ligado al misionerismo católico. No como una herida abierta que crea una psique con sentimientos de inferioridad como argumenta Fanon, que es la condición del colonizado. De manera distinta, la colonia se hereda como una celebración fetichista de lo folclórico indígena que está siempre definido desde afuera. Ello hace pensar en las muñecas étnicas en los biombos de plástico en Cantos Cívicos, con el eslogan cosido en las ropas: “reductive me!” Apuntando a la reducción de lo indígena y de lo étnico a sujetos de estudio de la ciencia del “otro”, como curiosidades y encadenadas a una jerarquía racial.

Se han hecho atribuciones de intención o de posición de Miguel Ventura y de Cantos Cívicos. Sin embargo, la instalación es una celebración de la anarquía del signo (es una concatenación, una cadenita infinita de significantes). Esperar o pedir que el signo nos de un significado estable ES totalitarismo. La dictadura del significante considera a la suástica como equivalente al Holocausto: no por nada uno de los eslóganes principales de NILC es “Reductive assholes.” Otro totalitarianismo manifestado en el mundo del NILC es la dictadura de la pareja heterosexual (ejemplificado por el ideal de Heidi y el general). También se hace evidente el totalitarianismo inherente a la excursión bushista a Irak. O el totalitarianismo del libre mercado significado por Milton Friedman, el ideólogo del neoliberalismo envuelto en halos de caca tomando una cucharada de su propia medicina, rodeado de fotos de soldados nazi y norteamericanos (lo que nos lleva a hacer una asociacion entre Friedman, Hitler, los intereses económicos en juego en la intervención en Irak, la aparición recurrente de la fecha 1929, etc.) Se hace evidente tambien la pornografía de la soberbia de la clase en el poder, que equivale a la pornografía de las imágenes de guerra.

Finalmente, el aspecto infantil de Cantos Civicos, manifestado en el colorido atrayente y la sensualidad visual y táctil de la pieza –que recuerdan a los juegos para niños, rompen con la distinción Marxista entre el “tiempo de trabajo” y el “tiempo libre.” El “tiempo libre” se considera como el tiempo aparte del productivo (en el que se realizan actividades mecanicas o autómatas) para educarse, entretenerse y desarrollar la creatividad. Cantos Civicos suspende la parte didáctica del arte (heredada al arte del siglo veinte por el proyecto de Bertolt Brecha como mandato político) y del trabajo. La suspensión de la pedagogía del arte subraya que el “juego” es entretenimiento y por tanto no es una alternativa ni catártica ni liberatoria… sino puros flujos de deseo cristalizados en la forma de entretenimiento industrializado, subrayando la disolución del aspecto crítico del arte. Más aún, podría hacerse una relación entre la captura del capitalismo de la creatividad, que es la base del labor inmaterial y el lugar preponderante de la creación de plus valía en el capitalismo tardío.

No es azaroso que la recepción de la pieza enfatice la parte en la que el artista se vista de nazi y por tanto se le acuse de fascista; y tampoco es sorprendente que nadie vea las imágenes de Ventura vestido de indígena; ni las parodias de las fotos del siglo XIX de antropólogos europeos midiendo a los indios americanos. El sustrato colonial está tan arraigado en el inconsciente colectivo como la ideología de “Blut un Boden” (Sangre y tierra) Nazi. Blut un boden implica pertenecer por herencia genética a una tierra y por tanto el derecho eliminar al otro. En la parodia de NILC se hace evidente el sustrato colonial que implica una inversión: en Latinoamérica, la sangre no equivale a la tierra, sino la diferenciación entre sangre y tierra equivale al poder simbólico, algo así como: Nicht-Blut ist Macht. Para terminar con una cita de El Periquillo Sarniento, de Pérez de Lizaldi (1816-1822): “Si estas clases de personas son tan altivas con su sangre, ¿qué no serán con sus dependientes, súbditos, y otros pobres a quienes consideran muy indignos de su afabilidad y cortesía? …ingratos soberbios…” 

No hay comentarios:

Publicar un comentario