septiembre 30, 2009

:)


Invitación.
Agradeceremos cualquier comentario que tengan para publicar en este blog.

septiembre 29, 2009

CURARE



ENTREVISTA CON MIGUEL VENTURA


PARA REVISTA CURARE


ANGÉLICA ABELLEYRA



En dos sesiones realizadas durante la primera semana de junio de 2009, Curare platicó con el artista visual Miguel Ventura (San Antonio, Texas, EU, 1954). Los temas circularon entre su polémica pieza Cantos Cívicos, instalada como parte de la inauguración del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), el 26 de noviembre de 2008; su proyecto NILC y sus reflexiones en torno del lenguaje contemporáneo del arte, el museo como institución, su sentido de la parodia y de las formas de abordaje de los fenómenos sociales en la actualidad. 



--¿Cómo concebiste Cantos Cívicos?


--La instalación se concibe hace cuatro años por invitación de Juan de Nieves, cuando trabajaba en el Espacio de arte contemporáneo de Castellón. Se trataba de hacer una pieza que tuviera qué ver con el contexto de la ciudad de Castellón. Me interesó la historia de Castellón durante la Guerra Civil y también la presencia de los rumanos allí, que es la población más grande en cuestión de migrantes. Metafóricamente me imaginé a las ratas, como compañeras fieles del hombre en todas sus travesías y al mismo tiempo como seres no queridos.

La recepción crítica de  Cantos Cívicos en México, fue interesante en cuanto a la imagen de las ratas. La primera reacción violenta, fue de parte de Bernardo Minkow, hombre de negocios y Soledad Loaeza, politóloga. Ellos interpretaron la presencia de las ratas desde una perspectiva de la caricatura novelada norteamericana: Maus de Art Spiegelman, en la que las ratas son la metáfora de los judíos. (Además de gritar “Las ratas somos nosotros, los judíos” el Sr. Minkow también salió del museo gritando “¡Nadie me quita mi holocausto!” Desde ese lugar, Cantos Cívicos ofendió a sionistas y mexicanos bien pensantes. Este tipo de codificaciones que las sociedades liberales han aceptado como hecho, nunca entró en mi concepción de la pieza. Lo cierto es que a partir de esa premisa, como imagen temprana para Cantos Cívicos, lo primordial era desarrollar un cerebro de ratas, como algo que decidiera los movimientos de los humanos dentro del espacio del museo.  La cuestión de la música era también un elemento que me interesaba mucho porque es un ejército de 25 músicos, un coro de 30 niños, y un coro de 20 adultos. Además, el orden de las canciones que conformaban la acción en la pieza, está escogido por las propias ratas, después de un proceso de entrenamiento.

Para este proyecto fueron dos años de concepción y su realización en Castellón y luego dos años para México: un total de cuatro años. Y sí, una cosa que me interesaba era la propuesta de Juan de Nieves, quien ya había puesto en marcha un programa expositivo en Castellón en que una premisa básica es cómo se da la crítica a la institución museística en nuestros tiempos. Pienso que hizo un programa inteligente bajo esa premisa de analizar qué es lo que se puede hacer en esa institución-museo y formular proyectos alrededor de esa idea.

Obviamente eso se hace más rico si vemos a la institución como una extensión del Estado con todas sus ineptitudes, prejuicios, flaquezas y corrupción. En ese sentido, no se puede decir que el museo sea una institución neutra. Al contrario, esa neutralidad a mí se me hace muy falsa y una forma de encubrir ciertas estrategias y agendas de la institución y que tanto censuran como muestran obra de acuerdo con su agenda.

El museo en sí es una expresión de la sociedad en la que vivimos; la gente que trabaja allí, sus actitudes, sus propuestas reflejan los intereses morales y estéticos de la sociedad a la que pertenecen. Curiosamente Cantos Cívicos se expuso en Castellón, que es un lugar sumamente conservador en lo social y en lo político; provinciano, pequeño, situado entre dos ciudades importantes, que son Valencia y Barcelona. 


--¿Cuáles fueron las diferencias entre Castellón y México?


--Para empezar, en Castellón tuvimos que suprimir la presencia de las ratas por una razón muy importante: la facultad de psicología de la Universidad de Castellón se negó a colaborar con nosotros. Y eso fue definitivo en cuanto a la posibilidad de no poder entrenar las ratas allá, porque implicaba que no había nadie calificado para hacerlo. La razón de su negativa fue temor a las sociedades  defensoras de los derechos de los animales, que unos años antes de nuestra propuesta ya habían atacado las instalaciones de la universidad y destruido años de investigación. Como se puede entender, tenían miedo de colaborar en un proyecto así. Esa sería la gran diferencia. Aunque el espacio era casi de la misma medida, quítale un par de metros, y con la diferencia que allá había una estructura central permanente y incómoda sobre la cual teníamos que trabajar. Mientras que aquí estábamos en un espacio totalmente abierto y vacío.

Otra diferencia enorme fue la falta de un curador en México durante el proceso de preparación de la muestra. Aunque Juan de Nieves fue curador de Cantos Cívicos en España y México, no pudo estar presente durante las negociaciones con la UNAM. Eché mucho de menos su presencia ya que la comunicación con Graciela de la Torre fue lamentablemente ineficaz.

La otra cosa, a nivel institucional, es que allá se trataba de un museo de arte contemporáneo sin colección -que eso ya es diferente- dentro de una ciudad de provincia, con 6 o 7 años de vida, en un edificio bastante feo, nada interesante y que ya había sido intervenido con una construcción del  arquitecto sevillano Santiago Cirugeda. No había para nada esta exaltación de lo novedoso de la institución y su edificio. Más bien era qué se puede hacer con este cascarón vacío en una ciudad de provincia. En México fue lo opuesto: era inaugurar una institución nueva frente a la cual el público, una burguesía interesada en el arte y la sociedad mexicana en general, tenían unas expectativas enormes ya que se trataba de un nuevo museo de la UNAM, patrocinado en parte por la iniciativa privada. Y se me hace una trampa cuando se espera tanto de una institución, de un contenedor, donde debieran interesar más los contenidos. Pero, bueno, y en este momento del desarrollo social y económico de este país nos tocó inaugurar este nuevo museo de arte contemporáneo diseñado además por el arquitecto predilecto de la burguesía ilustrada de México al que no le interesa para nada el arte contemporáneo. A mí siempre se me hizo raro que escogieran Cantos Cívicos para inaugurar un museo.


--¿Fue una invitación específica y personal para inaugurar el MUAC?


-- Juan de Nieves y yo fuimos a ver a Patricia Sloane, quien ya trabajaba para MUCA CU. Pensábamos que quizás era buena idea que (Cantos Cívicos) se presentara en México sin pensar en presentarla en el MUAC. Patricia nos dijo que sí, que estaba interesada porque precisamente en el nuevo museo habría una sala inter-facultativa. Es decir, como justificación para la construcción del museo, incorporaron a su programa de actividades la posibilidad de que artistas pudieran crear un proyecto en colaboración con las diferentes facultades de la UNAM. Por eso les interesaba Cantos Cívicos, ya que se involucrarían las facultades de Veterinaria, Psicología, el Conservatorio de Música, etc.  Ahora, después de la exposición, pienso si no fue un gancho como para decir que iban a tener una sala inter-facultativa y convencer a la comunidad universitaria de hacer este museo. No creo que vayan a hacer otra exposición basada en una colaboración interdisciplinaria de nuevo. Implica mucho trabajo y el desarrollo de un proyecto que simplemente no creo que sean capaces de desarrollar. Es algo muy complejo, no sólo porque participan personas de muchas facultades sino por el trato humano que implica y veo que en un museo de tecnócratas el trato humano y la comunicación no son prioridades.  

Retomando: Castellón, una ciudad de provincia, donde no hay un mundo del arte.  Allí, ni el emblema de la suástica ni las canciones nazis ni franquistas  causaron mayor escándalo, precisamente por la falta de una población judía en Castellón (España expulsó a sus judíos hace cientos de años). En Madrid quizás hubiera sido diferente. Nadie protestó allá, en un lugar gobernado por el Partido Popular. La única protesta que hubo de parte de la secretaría de cultura de Valencia fue por el uso de una imagen para la invitación en que estoy vestido de soldado Nazi. Juan de Nieves pensó que les molestaba la imagen porque se podría interpretar como ridiculizando a la imagen del militar. Eso sí, si bien fue una ciudad profundamente comunista durante la Guerra Civil, con la re-educación después de la toma de poder por Franco se convirtió en un espacio total y absolutamente conservador, hasta hoy. 


--¿Cómo evalúas la reacción en Castellón en términos de público y de crítica?


--La asistencia del público a la inauguración fue multitudinaria. Ahí sentí que el público, que en ciertos lugares se metía a gatas, eran las ratas. Por cuestiones presupuestarias se pudo hacer solo un concierto, yo no pude regresar luego de la inauguración y creo que después iba poca gente lo cual es normal para una ciudad como Castellón. En términos de crítica, visitaron la exposición de casi todos los críticos de periódicos y revistas de España. Nada de lo que pasó aquí. Aquí hubo una gran cobertura de la prensa, pero sólo a nivel de periodismo cultural. Hubo una recepción considerable en las secciones de opinión en periódicos y revistas porque se trataba de un evento. En cambio, no hubo nada de la parte de críticos de arte.  Aparte de una reseña de Cuauhtemoc Medina, y dos artículos de Teresa del Conde, tenemos un panorama muy desértico de crítica. 

En general los medios en México no quieren hablar de cosas controversiales en el arte y entendemos si vemos la naturaleza conservadora de los críticos culturales con respecto al arte contemporáneo, ya sean de derecha o de izquierda.  El tono de la recepción crítica en México se caracterizó por un  conservadurismo moral y social. Incluso, en plena controversia que suscitó la pieza, era impresionante ver el titubeo que generó en cierto publico, algunas personas de la UNAM, e incluso de los periódicos como Reforma y revistas como Chilango (donde por un lado me entrevistaron para luego publicar un articulo de Juan Pardinas hablando de Cantos Cívicos como una exaltación a lo Nazi). La opinión fue tomando una postura muy a la Enrique Krauze (Cantos Nazis) e Isabel Turrent (Nazis en el MUAC). El que matizó un poco fue Jesús Silva Herzog y habló de la libertad de expresión dentro de la UNAM aunque la exposición no le interesó mucho. Aunque hubo críticos y escritores como Naief Yehya, Lourdes Morales, Jorge Aguilar Mora, Irmgard Emmelhainz y Ari Volovich que escribieron y defendieron Cantos Cívicos, fue difícil encontrar periódicos y revistas donde publicar algunos de estos escritos; quizás por eso decidí con Alfredo Mendoza hacer un blog y hacer público todos los textos escritos sobre Cantos Cívicos (cantoscivicos.bogspot.com).


Es conveniente subrayar también que la inauguración de este museo les interesó a muchos mexicanos que no acostumbran ver arte contemporáneo, y que desconocen las estrategias estéticas de crítica,  apropiación y collage. Vanessa Bohorquez, quien en ese momento era la directora de servicios educativos del MUAC, me señaló la variedad de personajes que visitaban la muestra: desde niños Otomíes, estudiantes, amas de casa, profesionales y personalidades de la alta sociedad y de la esfera política.



-- A la distancia de varios meses de concluida la pieza ¿Cuál es tu balance del proyecto, cómo te calificas en él?


-- Creo que Cantos Cívicos funcionó bastante bien, a un  nivel que yo no me esperaba. Incluso un amigo me decía que yo era un ingenuo para pensar que no iba a generar controversia. Y yo le decía:" No es que sea ingenuo pero uno nunca piensa que un proyecto va a ser visto por tanta gente con diferentes opiniones y formas de pensar". El uso de la suástica-dólar fue fuerte y provocó reacciones sumamente interesantes. Fue observar la lectura literal de la suástica, que puso en evidencia la tendencia a lo “políticamente correcto” que prevalece en este México neoliberal que respeta cualquier lineamiento esbozado por el banco mundial o el fondo monetario internacional. Obviamente sacó de quicio a muchos que Cantos Civicos, con tantos documentos y parafernalia del nazismo (fotos, libros, pinturas, etc.), no cumplía con su ideal de exposición didáctica sobre el nazismo y sus horrores . Mis amigos me insistían: "¿Puede un artista prever lo que va a generar una exposición?" Y yo les comentaba que es imposible saberlo. Porque el museo y yo estábamos preparándonos para las protestas de los defensores de los derechos de los animales todo el tiempo. Y en ese ámbito nunca hubo protestas por las ratas porque además eran las más ñoñas y cuidadas. Otro elemento que generó recelo fue la música, por el uso de 2 canciones franquistas (Juventud y Falangista Soy) y 2 fascistas (Die Fahne Hoch y Es zittern die Morschen Knochen). Pero luego la directora del coro de niños del Conservatorio, se quedó tranquila después que Juan de Nieves y yo le explicamos que no se trataba de una cuestión propagandistica.  Allí sí siento que hubo falta de diálogo y preparación de la institución para enfrentar posibles polémicas. Incluso yo, meses antes de la inauguración, aquí en mi casa, sentado con la directora del MUAC, comprobé que su preocupación era la inclusión de fotos de la gente de sociales (algunos supuestos patrocinadores del museo).

--¿Y lo de la suástica no te preocupa?, le pregunté.

--No, porque eso es del pasado, me contestó.

Entonces para muchos, eso del pasado es lo que salió a la superficie. Todas esas leyendas a la entrada, surgieron a raíz de críticas de gente como Minkow, quien iba a ser presidente del Patronato del MUAC. Si alguien se quejaba de algo, la dirección mandaba poner un letrero de deslinde institucional o de advertencia. Llegó un momento en que me harté de tantos letreros porque ¿cómo es posible que una institución no tenga postura, los cojones para asumir un proyecto que ha sido planeado durante dos años?  Y yo fui personalmente a atacar los letreros, los rayoneé y puse encima "El artista no está de acuerdo con estos letreros" y que el público decidiera lo que quisiera.

Durante todo el desarrollo de la exposición, se organizó una mesa en la que yo leí una ponencia; se llama “El proceso” y está en el blog de Cantos Cívicos. Hablaba de la falta e incapacidad de diálogo de la institución. Incluso me enteré que hubo varios intentos de funcionarios de la UNAM, como Sealtiel Alatriste, de ir a hablar con gente de la comunidad judía y terminaron gritándose. A través de Lourdes Morales, a varios personajes les mandamos artículos de mi trabajo para que vieran que el contenido de mi trabajo no es ni simple, ni trivial. Tampoco es una exaltación del nazismo ni una negación de holocausto. Todo llegó a un nivel de histeria fuera y dentro de la institución, junto con miedo y recelo de lo que podría pasar.

Y debo decir que en lo personal, mi actitud frente a la controversia fue desarrollándose a lo largo del proceso. Porque sí es muy abrumador cuando alguien llega a gritar a un museo que no le quiten su holocausto, como gritaba el Sr. Minkow. Pero nadie se lo estaba quitando. Sí, me sentí  expuesto en muchos sentidos. Fue un proceso de ir madurando y digiriendo las reacciones al trabajo y enfrentándolas día a dia. Y sí había gente que venía a felicitarme, otros personas me decían que estaban molestas por esta supuesta exaltación del nazismo. Pero los argumentos de los detractores eran siempre los mismos, no había variedad ni desarrollo. Era un pensamiento fijo, nutrido por películas de Hollywood sobre el Holocausto y la prensa y de allí no había diálogo posible. 

También fue interesante la respuesta de alguien dentro del mundo del arte como Yishai Jusidman. Yo regresaba de Nueva York un domingo cuando se publicó un editorial de Enrique Krauze “Cantos Nazis” en Reforma. Al abrir mi correo electrónico, leo un mensaje de Yishai Jusidman donde me dice que quería contestarle a Krauze pero inicialmente me quería preguntar si en mi obra había esa idea del capitalismo como continuidad del nazismo. Y yo le dije que sí, que era parte de la ficción de la pieza. Y me contestó que entonces no podría escribir nada para apoyarme porque mi afirmación lo lastimaba a él y a su comunidad; que mi obra sí era banalizar el mal y que además yo debería sentirme agradecido por ser un hombre que puede vivir con su pareja gay pues los nazis me  hubieran quemado y con las cosas que hago me hubieran quemado doble: “Por nefasto que pueda ser el sistema que nos tocó vivir, tú tienes la libertad de vivir en paz con tu pareja y de desenvolverte como artista como mejor te plazca-- e incluso de gozar cierto éxito profesional envolviéndote en la bandera de  "denunciar al sistema." Yo me quedé con ganas de contestarle que, además, por ser de raza mezclada me hubieran quemado triple. Pero me sentí regañado como por una tía que me decía que agradeciera las libertades que tenemos y que no fuera un malagradecido.



-- ¿Qué intención tuviste al incluir la suástica en Cantos Cívicos?


-- Empecé a usar la suástica en mi trabajo desde hace varios años; específicamente  a partir de NILC (New Interterritorial Language Committee), esta institución que va contra planteamientos correctos, políticos y sociales, de gobiernos e instituciones. A través de su política, lo que trata de hacer NILC, de manera esquizofrénica, es desenmascarar un poco las hipocresías de nuestras instituciones sociales y de nuestros comportamientos, digamos que lo más closetero que llevamos dentro además de ser uno de los símbolos mas prohibidos de nuestros tiempos. Nuestra cultura ‘espectacular’ va ingiriendo y legitmizando cualquier cantidad de imágenes, música o tatuajes y banalizando sus contenidos. Evidentemente no es el caso de la suástica ni el de la pornografía infantil. 

NILC es un mero juego, pero a veces no. Fue real. Empezó con una institución africana-inglesa colonial para enseñar suahili. De allí lo que me queda es esta institución colonial que me interesa revivir como marco de acción y de apantalle; como si fuera la marca Reebok o Nike. Es conseguir consolidación y respeto como institución. Es también un aglutinador social y en el caso de Cantos Cívicos, ayudó a hacer evidentes las contradicciones en la sociedad que vivimos.

He observado muchas mentiras y desfachatez en el mundo a partir del 11 de septiembre de 2001 cuando se caen las Torres Gemelas. Luego viene la invasión a Irak para erradicar "el mal", ese radical evil.  Y muchos en Occidente protestaron en contra de la guerra pero no hubo acción. Al mismo tiempo, mientras Occidente conquistaba sus pozos de petróleo en Irak, se desarrollaba una confrontación que incluso ha durado más que la Segunda Guerra Mundial, y va para largo,  porque es una guerra contra "el terror". Una guerra que por cierto va dándose también en México.

Entonces me pregunté: ¿Cómo es posible que mientras existe una guerra y en el mundo crece tanta mentira, desfachatez, gula, avaricia y dinero desparramándose (como petróleo en Irak), el mundo del arte sigue como si nada hubiera pasado?. No concibo que las ferias del arte continúen reproduciéndose como hongos en la faz de la tierra y la gente siga comprando arte como si no hubiera fin. Yo creo en el arte pero lo que me hace dudar muchísimo son las instituciones y los manejos que hay alrededor del arte. La noción de arte contemporáneo se lleva en nuestras sociedades como una medalla; nos otorga un status y conexión con un mundo “de ideas e imágenes de modernidad”. Hoy tengo una desconfianza de los teje manejes y del por qué se fabrica y se compra arte y los museos son la cereza del pastel del tejido social de nuestros tiempos. Tengo una desconfianza enorme y tampoco me importa verme a mí allí pero ahí estoy.


Precisamente por estas razones incluí una imagen intervenida que provenía de Vanity Fair: un retrato espléndido de la fotógrafa Annie Liebovitz de amigos y patronos de la Tate: algo así como el fin del atardecer de un mundo Bushiano con todas  las implicaciones apocalípticas que pueda tener. Me interesaba el concepto de lo ‘expuesto’ al incluir esta foto de personajes del mundo del arte así como los soldados muertos en Irak, la elite de México así como las vaginas y penes que fluyen por el internet. Todos estos personajes y elementos tienen en común el hecho que se exponen ya sea a las cámaras de fotógrafos, a los balazos de fuego del ‘enemigo radical’ o a la mirada hambrienta del surfer de Internet y corresponden a las necesidades de nuestra industria cultural actual. En Cantos Cívicos quise incluir los diferentes componentes de un sistema social, económico, militar, etc. y no podía ignorar el papel preponderante que tiene el mundo del arte: como reflejo y proyección de nuestra sociedad. Son diferentes facetas de un sistema, de un mundo en el cual hay una parte de socialité, otra de soldados, otra con manuales de primaria (de los nazis para los niños alemanes) y una más con los textos de José Vasconcelos en pro de nazismo así como otras. Varias personas, como Patricia Sloane, me dijeron que mi crítica era muy injusta y que además yo era un resentido del mundo del arte (cosa que me pareció bastante divertido). Pero creo que no entendieron Cantos Cívicos y por eso no podían entender ni asumir las consecuencias del proyecto hasta el día de hoy.

Hago aquí una digresión porque me parece importante: recuerdo que cuando estuvo la exposición en Castellón, recomendé a alguien de la UNAM que fuera a verla allá. No fue nadie. ¿Por qué?. No sé. Desde entonces hubo una falta de interés o simplemente estaban demasiado ocupados haciendo su nuevo museo. Si ésta era una exposición con la que abrías un museo, tendría que haber habido un poco de interés en ver de qué se trataba. Nunca fueron. Mandaron a un técnico a tomar medidas nada más. Lo digo por esta actitud casi bipolar de las instituciones en donde quizás consideren que es más importante el evento inaugural que el contenido.

Volviendo al uso de la suástica: creo que mi interés era cuestionar las instituciones y el mercado. Aún más importante, poner sobre la mesa las estrategias y fórmulas de la práctica del arte contemporáneo de nuestros tiempos, que va tan de la mano de los intereses mercantilistas y políticos. En este caso, la suástica funciona como símbolo de critica a ciertas posturas de control y neutralización dentro de las prácticas artísticas neoliberales. 

La verdad, no estoy de acuerdo con este mecanismo de aislar al nazismo como un episodio histórico que simplemente fue una excepción, como un tumor pasajero. Situarlo así es una manipulación. El nazismo es parte de la historia del capitalismo de la que formamos parte. Y creo que se puede repetir, pueden surgir otros fascismos, si es que no los estamos viviendo ya, pero obviamente no habrá ni uso de la suástica ni holocausto. Simplemente usarán otros símbolos, otros logos, otras banderas.

Y ya que menciono al holocausto, creo que hay mucha manipulación en esta tendencia de situarlo como la encarnación del mal supremo. Sí, fue una tragedia tremenda pero no podemos detenernos nada más en lo que fue el holocausto sin tratar de entender porque se dio un sistema que propició el fascismo y tapar las cosas que están sucediendo ahora mismo. Hace poco, en el Valle de Swat (Pakistán), dos millones de personas fueron desplazadas por ataques de “drone planes” en una guerra cruel e injusta con millones de inocentes. Lo que me interesa es decir: el nazismo se puede dar otra vez, de otras maneras, pero es a través del capitalismo y del neoliberalismo que han sido la razón de ser de  muchas tragedias; cosa que nuestros bien pensantes historiadores y politólogos mexicanos se rehúsan a ver.

Además, hemos querido seguir un modelo de primer mundo en la relación artista-galerista porque supuestamente nos hemos sumado a un proceso de globalización y de integración al mundo liberal – y para mí, este modelo es súper cuestionable. Me entristece pensar que el arte ya no sirva como plataforma crítica pero espero que se den cambios sociales, económicos y políticos que posibiliten una transición. En este mundo post 9/11 no puedo sino desconfiar de muchas de las artimañas y excesos comerciales de las galerías y del mundo del arte en general. También de las dudosas relaciones entre galerías, críticos, museos y artistas. Y mi bête noir: las ferias de arte. Por un lado, el mundo del arte hace mímica del escenario predatorio ideado por Milton Friedman y su concepto del mercado abierto. Y por otro lado, comparte las trivialidades superficiales y caprichos pasajeros del mundo de la moda.

 

-- Hablas del fascismo y de los rasgos actuales de esas tendencias en el mundo. Para empezar, platica sobre la decisión de incluir el periodo de José Vasconcelos al frente de la revista Timón.


-- Me han dicho algunos que estaba fuera de contexto la inclusión de los textos de Vasconcelos. Fue interesante. Yo sabía de la existencia de estos textos hechos por José Vasconcelos en la Revista Timón en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial y la implicación de México con la Alemania Nazista. Todo se afianzó cuando leí el libro Los Nazis en México, de Juan Alberto Cedillo, un parteaguas para mí en el conocimiento de este episodio sobre las relaciones que hubo entre los alemanes nazis y los mexicanos. Se hablaba allí de la revista Timón financiada con dinero alemán. Y lo que se me hace interesante al respecto, es por un lado, ver a Vasconcelos como este fundador de la UNAM y Nazi a la vez y confirmar una veta mexicana sumamente germanófila, por razones raciales quizás. También este cuestionamiento del concepto de mestizaje ¿para hacer desaparecer al indio también? Se me hizo interesante que fuera Vasconcelos el que asumiera este papel como fundador de una publicación de esta índole, que tuvo que ser censurada por Gobernación (salieron 15 o 17 números, no lo recuerdo bien).

Fue gracias a Rodrigo Fernández de Gortari que encontré El Timón en el archivo de la UNAM y pude capturar varios editoriales de la revista. Se me hizo interesante usar este material como parte de la contextualización de Cantos Cívicos para México y poner en evidencia a este ilustre fascista. Para mi era importante hablar de la raza pura y aria en este país donde existe, a diferencia de lo que dice Enrique Krauze, un racismo arraigado desde la colonia y que ha sido racionalizada para hacernos creer que no existe: de allí los vericuetos de la estructura mental colonial. Soledad Loaeza comentaba que muchos de los soldados nazis eran muy guapos y güeros y que eso era ofensivo. Lo que ofendía era pensar que hombres tan guapos-modelos exaltados de nuestras fantasías colectivas mexicanas- fueran tan malos.  En una serie de fotos quise comentar y burlarme de ciertas nociones sociales de la burguesía de nuestros tiempos y lo chistoso es que ninguna de las criticas adversas a Cantos Cívicos hizo mención de esas fotos inspiradas en fotos de comienzos del siglo XX del antropólogo Lumholtz. Lumholtz midió a los indígenas con un afán de estudio. En mis fotos, diversos personajes revolucionarios NILC también son medidos por un caudillo NILC según su valor y rendimiento mercantil y fascista.  El tema del racismo en México da para mucho y lo podemos comprobar dentro del mismo museo donde se refieren a los estudiantes como los de la raza de bronce. Si eso es el museo, ¿qué podemos esperar de una sociedad que en este momento tiene mucho en común con una sociedad porfirista pre-revolucionaria? La de México es una sociedad sumamente apretada, reprimida, represora y feudal. Se ha mantenido un sistema feudal por 400 años y todos lo vivimos y lo compartimos como si fuera normal. Y lo que la burguesía mas teme son las masas, esas masas morenas y desordenadas que nos limpian las casas y a las que les entregamos nuestros hijos y que forman parte de una economía marginal y paralela a la de los blanquitos güeros de la elite Mexicana que es a su vez el publico de arte contemporáneo de este país. 


-- Entonces al plantear todos estos elementos: Vasconcelos, la socialité artística, los soldados muertos en Irak, las parodias de Gabriel Orozco, las referencias a los museos de arte contemporáneo nortamericanos, las ferias de arte, la fragmentación de los cuerpos y el acento en los genitales ¿asumes una manera grotesca de plantar una realidad?


  • Para empezar la realidad es mucho más grotesca y yo lo que hago es una simulación de esa realidad. Los diversos fragmentos juxtapuestos como lo son en Cantos Civicos adquieren quizá un aspecto grotesco contrarias a las nociones aceptadas que tenemos de belleza y lo que debiera estar en un museo, especialmente un museo que se inaugura y que tanta güeva me dan hoy día precisamente porque no cuestionan el sistema que las produce. Por otro lado todos, estos fragmentos de Cantos Civicos forman parte de un sistema de elementos penetrables y que forman una cadena de elementos discursivos. José Luis Barrios habla de ello en su artículo del catálogo de la exposión; también habla de la idea de la pieza como yendo de la fábrica de la transparencia a la máquina defecadora del arte contemporáneo.
  • Fui trabajando las diferentes imágenes a lo largo de un par de años de manera instintiva; una cosa me llevaba a otra: por ejemplo los soldados me llevaron a los penes y vaginas y de ahí a las mierdas a los personajes de sociales. No puedo dejar de sentir el nivel de delirio que sentí armando de forma acumulativa los diversos muros en mi estudio.  

 

--Hablando de sistemas o cosas que se desmoronan, hablemos del uso que haces de materiales "desechables". ¿Qué sentido le das a la utilización del foami, unisel, plástico?

--Me interesaba usar materiales muy ligeros y a la vez muy deleznables para subrayar lo precario de las construcciones NILC. Además considero que mucho de la obra “artistica” es una especie de artesanía, así que deseaba enfatizar esta carga artesanal en cuadros de unisel cubiertos de cinta transparente o los recuadros de foami puestos obsesivamente sobre grandes superficies. Vamos, hasta la hechura del piso de linóleo de diferentes colores se hizo de esa manera para enfatizar la cosa artesanal, contraria a las ideas high tech de hoy. Esta forma de trabajo me permitió trabajar grandes extensiones de forma rápida y espontánea. Si vuelvo a montar estos muros los haría de forma totalmente diferente. Había en Cantos Cívicos, una gama de formas de factura enorme: desde cosas industrialmente hechas, como los marcos termoformados de los soldados nazis y los tubos de la ratas, o por ejemplo, cosas ‘mal hechas’. Supe de críticas de algunos colegas de "que le faltaba factura a esa exposición," lo cual me daba mucha risa, como el caso de Betsabeé Romero, quien además aseguraba que yo exaltaba el nazismo y había faltado el respeto a la Historia. Decía que la historia no es algo con lo que uno se mete porque  la Historia ya está hecha.

Pero la historia está hecha por personas, como tú y yo. Y si no puede revisarse, estamos fritos. Lo que pasa es que la historia se institucionaliza y se mitifica para el beneficio de personas, grupos, partidos, y naciones.


--¿En tu tarea de crítica, de poner el dedo en la llaga, asumes un sesgo de cierto revanchismo, coraje?


--Tenemos una educación muy modernista sobre lo que es el arte pues muchas veces no tiene nada qué ver con la realidad ni con las instancias sociales en las que vivimos. Se podría decir que nuestras nociones de arte son impuestas desde afuera, desde el poder hegemónico. En nuestro mundo el arte se concibe como algo separado de las realidades inmediatas y el posmodernismo fue una nefasta continuidad que se ha acentuado en los últimos años en el sentido de abarcar la adopción de posturas minimalistas y cosas así. Lo veo tanto en Estados Unidos como en México: durante estos ocho años (o más) de guerra, lo que ha pasado con el mundo del arte y con las instituciones es una colocación de filtros para aceptar la situación tal como es; en ese sentido el arte adquiere una función de complacencia y decoración. Eso se me hace increíble pues nos vamos convenciendo con argumentos intelectuales y académicos de que el sistema sí funciona y continúa, cuando no es así; especialmente en México, donde la elite social y intelectual prefiere no hablar de ciertas cosas porque amenaza las estructuras de su forma de pensar. Y claro, que ver el funcionamiento de estas estrategias produce coraje. En el México actual, todos se quejan de nuestros políticos y líderes corruptos pero el problema no reside tanto ahí, sino en la sociedad que los produce. La elite de este país ha podido mantenerse en una situación privilegiada durante 400 años y hemos visto con o sin revolución, el tejido social de esta elite sigue igual. Ahora vivimos un momento sumamente polarizado socialmente. También da coraje ver el patético papel apático y culero que juega el arte contemporáneo que hoy se parece más al mundo de la moda con toda su superficialidad y frivolidad. Es interesante ver la proliferación de revistas en México que combinan el diseño de modas y el arte: Código, Spot, Celeste. Al fin y al cabo es una solución que combina lo complaciente del diseño con lo ‘sesudo’ del arte que agrada a la joven burguesía  mexicana de nuestros tiempos. Por otro lado existe una exaltación de creadores modernistas mexicanos como Luis Barragán o Mathias Goeritz y los muebles de los cincuenta y sesenta. 

--En tu abordaje hay un proceso acumulativo pues puede decirse que en Cantos Cívicos hay trabajo y reflexiones de proyectos anteriores.


--La disciplina artística actual nos obliga y nos enseña a crear proyectos diversos. Me fui dando cuenta que NILC me ayudaba a abordar temas a partir de esta institución en momentos de confusión de nuestras identidades personales con las identidades de las corporaciones. Y las corporaciones tienen más libertades y poderes que nosotros los seres individuales. NILC es mi alter ego que obviamente no tiene poder en la realidad, ni siquiera un copy right, cosa que no me interesa porque ¡creo en la piratería total!  NILC es una plataforma crítica paródica y a veces delirante de estrategias colonizantes racistas y discriminatorias. 

En el sentido material tiene qué ver con mi fracaso como artista comercial y a lo largo de los años he ido acumulando de diversas instalaciones cantidad de piezas de foami que ahora en Cantos Cívicos pude reordenar en nuevas ‘composiciones’. Esta práctica me permite ir contra la noción de lo fijo del objeto de arte. Me importa más plantear algo más fluido, de miles de elementos que se pueden seguir ordenando y reordenando como parte de un rompecabezas siempre cambiante.


-- El tema de las diversas identidades te ha importado desde hace muchos años. ¿Con cuáles de estas identidades insistes hoy?


--Si mi interés en las nociones de identidad en el pasado se enfocaban en lo sexual y de género, ahora me siento igualmente interesado en los elementos raciales de este país. Yo soy resultado de un mestizaje no solamente racial sino cultural y ahora que vivo en México, me interesa entender el mestizaje racial y la construcciones sociales que heredamos de la colonia que perduran hasta nuestros días. Con el miedo que tienen las clases altas de este país a las masas de indígenas, obreros y campesinos, será interesante ver como la elite intelectual del país incluye a estas masas en su cultura. Más interesante aún, será como los artistas de arte contemporáneo integran o no a sus prácticas alguna revisión sobre la realidad racial de su país. El racismo, contrario a lo que piensa Enrique Krauze, existe en nuestra sociedad actual, y no desaparecerá con los lineamientos educativos y sociales de este régimen. Me encantaría ver como reacciona ‘el mundo del arte contemporáneo” en una revolución. 


-- ¿Después de una experiencia tan abrumadora como la de Cantos Cívicos en el MUAC, qué preparas ahora?


--Estoy preparando un proyecto para el Goethe Institute para celebrar el bicentenario de la Independencia. No en México, sino en toda Latinoamérica. Invitaron a diferentes artistas de México y Alemania. El proyecto lo empecé hace tres años en Chiapas con Laboratorio 060 (Lourdes Morales, Javier Toscano y Daniela Wolf). Consiste en una instalación y performance que tuvieron lugar un día entero en Frontera Corozal, en el linde con Guatemala. Como no he tenido tiempo de trabajar el material grabado, ahora estoy haciendo una especie de documental que es encontrado años después, presentado por Lourdes Morales (una de las curadoras del proyecto original). Con este proyecto siento que estoy rescatando material como un arqueólogo y estoy contextualizando el material relacionado con el performance como si fuera un descubrimiento arqueológico.  Frontera es interesante porque está fuera del circuito del arte. La pieza trata de las implicaciones de llevar a cabo una acción de propaganda colonial en un lugar tan apartado donde no hay centros de arte y con una población cien por ciento indígena. No creo que el arte sea universal y funcione en todas partes bajo imposición, así que me llamó la atención llevar el proyecto a este pueblo sobre el Río Usumacinta, cerca de un punto turístico como Yaxchilán. Un proyecto que se sintiera "de importación" para señalar lo colonial de nuestra visión. Son dos personajes que llegan al pueblo para hacer publicidad de su producto, chocolate, y llevan una silla del escultor estadounidense Donald Judd para atraer la atención de las personas. La pareja que llega allí es de unos medio nazis y campesinos alemanes que hacen acciones absurdas. Al mismo tiempo está una casita impresa con fotos de muñecas indígenas a gran escala que decora la lona. Por el momento eso, y más adelante un proyecto escrito en conjunto con Laboratorio 060, Irmgard Emmelhainz, historiadores, filósofos y escritores sobre la noción de revolución que tenemos hoy día (lo alejado o lo lejano que puede estar la idea de revolución de nuestra existencia cotidiana y lo probable o improbable que se realice otra revolución en este país u otros). Con el proyecto de revolución no me interesa crear objetos, ni escritos poéticos o metafóricos sino contemplar como afectaría una revolución a las instituciones culturales, sociedad y mundo cultural de este país.

Otro pendiente es documentar de manera global la pieza de Cantos Cívicos; hacer una antología de todos los textos críticos y de prensa sobre la muestra, una memoria de la obra en el MUAC. 


--Hablando de memoria, ¿cuál es ahora la tuya de Cantos Cívicos?


--Híjoles, creo que fue muy importante transparentar las cosas que de alguna manera yo sabía de esta sociedad pero ahora las vi más claras. A nivel social y cultural, fue como tomarle la temperatura (por el culo?) a la sociedad mexicana, desde la elite intelectual hasta estudiantes y trabajadores. Creo que fue bien importante tocar ciertos nervios de una sociedad que tiene un componente muy ñoño y reaccionario a la crítica. La muestra llevó la sociedad, así como al museo, a un límite. A nivel institucional, diría que fue interesante ver la falta de comunicación que existe entre una institución como el MuAC y el artista, en el marco de la inauguración de un museo. Para mí significó cierto conflicto porque no me siento materia de inauguración de museos por los contenidos de mi trabajo. Por un lado admiro la decisión de escogerme y por otro lado siento que fue un desliz pues mi trabajo va en contra de las  corrientes más correctas del arte mexicano contemporáneo y dio pie a cierta fricción con la dirección del museo. Cuando leí mi ponencia “El Proceso” en el MUAC y que hablaba de mi relación con la dirección del museo, Cuauhtemoc Medina me dijo que no me concedería ninguna simpatía por hablar de mi mala relación con Graciela de la Torre y además se había hecho la muestra y fin del asunto. Yo nunca quise recibir simpatía de su parte sino transparentar un proceso de trabajo que creo que hoy en día es muy importante hacer. La invasión de Irak fue legitimizada con mentiras frente a un pueblo norteamericano ignorante y pasivo. El proceso de Cantos Cívicos no se puede comparar con el de la invasión de Irak pero se puede poner en marcha cierta transparencia del porque de las decisiones de funcionarios.  Si no podemos hablar de relaciones de trabajo como parte de un proyecto, creo que estamos bastante jodidos e implica que no podemos cuestionar a las instituciones que apoyamos con nuestro trabajo. Solamente nos queda aceptar con pasividad el acto caritativo de concedernos presentar proyecto en una institución ‘pública’ como el MUAC. Por otro lado, es importante subrayar que funcionarios de museos sí reciben sueldos. Y yo como artista no. Nunca recibí un sueldo por mi trabajo de años y creo que es algo que debiera cambiar en este país y otros. El papel del artista sigue siendo la de un amateur al que se le hace el favor de cederle un espacio para ‘plasmar sus inquietudes’.  Aunque con la actual crisis, lo veo difícil.


--¿De parte de tus colegas hubo algún tipo de intercambio, criticas?


--Hubo algunos buenos comentarios: Yoshua Okón defendió el proyecto junto con Taiyana Pimentel y Karen Cordero en un programa de radio; Yishai Jusidman, como ya he comentado, acabó haciéndose a un lado.  Pero lo principal es que creo que la mayoría de los artistas mexicanos tenemos más una relación social que de diálogo y  de intercambio de ideas y yo no soy mucho de ir a fiestas. Alguna vez Patricia Sloane mencionó que para ella el mundo del arte es como su familia. Yo ya tengo una familia real y no necesito otra. Quiero amigos con los que pueda hablar y dialogar y rechazo las relaciones a  veces complejas, hipócritas y destructivas que pueden tener las familias. Por otro lado, se me hace chistoso que no hubo un sólo comentario sobre las críticas-parodias que hice de Gabriel Orozco. Al final de cuentas uno se convierte en un personaje incómodo. Pero en este momento la incomodidad rompió muros de contención, también a nivel sentimental, con gente que pensaba eran amigos y dejaron de serlo. De cierta manera no deja de afectar y cuesta trabajo aceptar que a veces no te das cuenta de las consecuencias del trabajo. Y en una sociedad tan cerrada como la pequeña familia del arte contemporáneo mexicano, hay una gran resistencia a inquietar las aguas y se hace sumamente necesario mantener la simulación del bienestar y la armonía.



-- Tu interés en plantear el paralelismo entre capitalismo y el neoliberalismo con aspectos del arte contemporáneo ha sido más o menos añejo. ¿Puedes abundar en ello?


--A lo largo de estos últimos años, desde un proyecto que hice en el MUCA Roma, en mi trabajo he usado diferentes elementos que vienen de la historia del arte o del arte contemporáneo, como fue la silla de Donald Judd. Después elaboré un proyecto alrededor del ‘suicidio’ de Donald Judd con la idea de cuestionar la figura masculina de este escultor norteamericano minimalista dentro de nuestra cultura en México. Allí inició el  cuestionamiento de estas formas reductivas del lenguaje de Judd y las razones por las cuales se han impuesto como ideal estético (formalista). En esa época estaba leyendo mucho sobre la formación del modernismo, entre los años 40 y 50, al mismo tiempo que acerca del fenómeno de re-educación de Alemania después de la guerra. En esa época se propagó la idea de que al ser derrotada la Alemania Nazi, Estados Unidos fungiría como contrapeso para llenar el vacío cultural de la posguerra. Y fue así como EU se inventa de la noche a la mañana un panorama cultural que no tenía, con pintores como Jackson Pollock y otros cuyo trabajo expresara la democracia. El arte ‘democrático’ no existía y la gran amenaza era el arte ‘totalitario’ de los soviéticos bajo Stalin. El fenómeno de re-educación de Alemania es algo que también me interesa mucho ya que fue basado en cierta idea de neutralidad. Es decir, los norteamericanos se pensaron obligados a crear un ambiente totalmente nuevo para neutralizar al nazismo y construir algo diferente. Es interesante pensar que los Estados Unidos, un país que ponía en práctica todavía muchas politicas discriminatorias contra los negros en su país, iba a democratizar a la Alemania nazi y liberarla de su pasado racista. 

Por otro lado, en Cantos Cívicos quise inventar un artista, Gottfried Ohms, que cumpliera con los requisitos de un artista neoliberal de nuestros días. Allí incluí alusiones directas a la figura de Gabriel Orozco, el artista mexicano que ha logrado gran respeto y asombro, y que ha sido criticado por los mejores críticos de arte en el mundo y quien además vende a precios estratosféricos. En ese sentido, encarna el ideal del artista contemporáneo. Pero ¿por qué es así? Creo que en su postura hay un rasgo de artista modernista que ha seguido el camino de la neutralidad en su trabajo. Y en especial, en estos momentos cuando el mundo está cambiando muchísimo, que el ámbito del arte siga con este sueño de la estética que no cambia, de estos objetos preciosos y estáticos que se venden a coleccionistas y museos. 


-- Pero tu eres parte de este sistema del arte. ¿Cómo insertarte en él criticándolo y haciendo proyectos?


-- Claro que formo parte de este mundo del arte pero la única salida es buscar interlocutores inteligentes. No entro en los circuitos comerciales aunque he tratado de hacerlo. He hecho fotos, objetos y los tengo allí. No me niego a entrar en eso. Pero no ha funcionado. Tampoco tengo proyectos en todo el mundo como Francis Alÿs o Santiago Sierra. A futuro creo que hay posibilidades de hacer proyectos que no sean para museo, presentarlos y documentarlos para otros espacios o también hacer proyectos escritos así como inventar nuevos espacios.


-- Hablas de la neutralidad en el arte contemporáneo, de cierta asepsia y fijeza. ¿Puedes ampliar estas consideraciones?


--La sociedad, el mundo artístico, las galerías y artistas van calibrando estratégicamente los temas a tratar y de qué manera se pueden ir tratando. Y obviamente creo que en los últimos años ha habido una tendencia a hablar del sexo pero en este país parece que el sexo no existe y ni hablemos de sexualidad infantil. Un caso interesante para mí fue como una especie de parteaguas es lo que hace Félix González Torres. Es un artista cubano que muere de sida en el ‘95 y cuya obra es una especie de traducción poética y metafórica del dolor, la enfermedad y la pérdida. Todo eso se me hace muy válido porque él es buen artista. Lo que sucede es que en la sociedad en la que vivimos  -tanto México como Estados Unidos- creo que nos estancamos por la forma de tratar ciertos temas. Y en México eso genera un imán. Un imán para este tipo de traducciones poéticas que generan cierta seguridad cuando te mueves dentro de la metáfora y que terminan sirviendo de filtros. En el caso de Félix, es poner almohadas sobre la cama e insinuar que estaban allí las cabezas de los amantes. Vemos lo que fue, lo contrario de la presencia. Y uno se imagina muchas cosas. Y aunque como imagen poética es muy rica, creo que nuestros tiempos están para otra cosa. Creo que enfrentar la muerte de esta forma nos lleva a un paliativo, es una compensación. Que, bueno, nos puede llevar a hablar sobre llevar ciertas situaciones  pero estamos en otro momento. Porque en nuestros días la muerte ya no nada más es por Sida sino por otras cuestiones que se han internado en el país y en el mundo, como la violencia. Y siento que la muerte no nos lleva a nada y que incluso es una realidad muy mitificada por nuestra sociedad y los observadores extranjeros.

Claro, hablando de violencia, tenemos en México el caso de Teresa Margolles, alguien que precisamente habla de los rastros de la muerte. Empieza con imágenes de muerte muy directas a través de los cuerpos. Y luego se va de lo corpóreo a lo etéreo. Otra vez ella se insertó en una estrategia reductiva para acoplarse a nuestros tiempos. Están en el mismo lugar la imagen de las sábanas y la ropa de los muertos: todos son vestigios. El problema es que no queda clara ni la cuestión del futuro, ni hacia donde va este trabajo. Además se me hace una forma tangencial de trabajar con la muerte. En cierto sentido, su uso de estrategias reductivas para hablar de la violencia hacen atractivo su trabajo. Implica condicionar los contenidos de tu obra o manipularlos para que embonen con la sensibilidad de la sociedad actual, lo que los otros quieran ver, o no y cómo.


-- ¿Asumes entonces que el uso de la metáfora o la poesía es neutralizar o paliar los contenidos de una obra para que sea aceptada? ¿Qué formas de abordaje se requieren entonces en estos tiempos?


--Creo que requiere de un tipo de revisión de este vocabulario minimalista que se sigue usando hoy en día. Una revisión de dónde viene, por qué se usa y por qué es tan favorecido hoy por artistas, instituciones o críticos. Tal vez tenga que ver con cierta necesidad de emplear lenguajes filtrados para que se de la continuidad en nuestra sociedad e  historia. Pero lo que pienso es que si no hay revisión y duda, no se da la renovación y ahora vivimos un momento de rebuscamiento fino y poético. Cada momento tiene su poesía. Ya hemos agotado la poética de los últimos años. 


--Tu actual proyecto lo iniciaste hace tres años, que podría resultar mucho tiempo ¿revisas los contenidos con el paso de los años para actualizarlos?


-- Definitivamente. Precisamente me interesa ponerlos al día con respecto a como me siento en este momento. 

--Volviendo a tu complejidad en el lenguaje, fuiste muy criticado por el uso de términos como fascismo y nazismo como derivaciones del capitalismo. ¿ A qué se debió esta reacción? Consideras que somos una sociedad que toma distancia respecto de ciertas palabras, las considera intocables?


--Esa reacción es muestra de la defensa que hace el ente capitalista ante los hechos. Haber construido al demonio alrededor del nazismo, postularlo como el mal más malo que pudo haber habido, como el extreme radical evil, es parte de la farsa del capitalismo. El mal radical es parte del mismo sistema. No podemos aislarlo como una cosa que se dio una vez nada más sino que se puede dar otra vez, con otros símbolos  por supuesto, pero que es parte de nosotros. La máxima hipocresía de nuestro sistemita es difundir la idea de que hay una Historia y hay que respetarla.

 

-- Entonces, en tu opinión, ¿esa historia hay que cuestionarla, revisitarla todo el tiempo?


-- Una cosa es la historia que vemos en los periódicos como la superficie y otra es la historia debajo de eso, detrás de la pantalla. Es el caso de Cantos Cívicos. Verás que en 10 o 20 años habrá una reseña que diga en tal fecha se inauguró el MUAC y pasó esto y esto. Pero ¿cuál es la otra historia? Podemos hacer una comparación con los cuneiformes de hace 3 mil años. Son bastante aburridos porque los traducen en números y en estadísticas. Por tanto, la verdadera historia que hace que la Historia sea interesante, es otra, no datos ni fechas. Ésta historia está en los niveles subterráneos, y ésos son los que a mí me importan.


-- El tema de este número de Curare es "Utopía, arte y (des) orden simbólico", aspectos que van con tu manera de concebir proyectos. ¿Cómo se va dando la concatenación de lenguajes y desórdenes simbólicos en tu proceso de trabajo?


-- Precisamente poniendo el dedo en las contradicciones y creando una inversión de las cosas. Como el uso de la suástica. Porque si bien en aquellos tiempos había una connotación de la suástica de bienestar, este significado fue invertido evidentemente por el proceso histórico. En mi pieza el símbolo de radical evil, al unirlo con el signo de dólar, regresó a la connotación de bienestar. Esta simbiosis es demasiado explosiva, especialmente en México, que es profundamente conservador y de derechas, como para poder procesar imágenes de valores invertidos. Otros ejemplos son, las imágenes de los soldados gringos con el símbolo de dólar, o el uso de la mierda. Estas imágenes son también tabú, y se relacionan con la idea de que las cosas desagradables no tienen nada qué ver con nosotros. 


--¿Cuándo haces esta inversión de los significados a partir de símbolos, es desde tu propio cuestionamiento de los contenidos. Partes de tu propia incertidumbre?


--Creo que sí. Primero hay una especie de miedo mío y allí empieza todo pues tengo que sobreponerme. Por ejemplo, la imagen de la vagina para mí fue sumamente fuerte, con esas presencias muy clínicas, rasuradas, con cierta carga de transparencia. En este caso la tarea era la de hacer transparentes una serie de entradas, de cosas, que no se ven, y que no se insertan en la imagen colectiva de lo que es la vagina. Como me dijo Silvia Gruner: "esto se parece más a las páginas de una revista médica" que a un web site porno. Eso a mí me movió. Porque el pene allí está y todo mundo lo ve. Pero hacer algo así visible y quitarle sus pelos a  la vagina creo que es también algo que molestó a varias personas y por eso la muestra queda calificada como malograda. 

-- El miedo es entonces un detonante en ti.


--Sí, me digo: si esto me da miedo es porque quisiera ir allí de alguna forma. A nivel personal, íntimo, es el primer detonante. Luego hay otras lecturas.


--Algunas otras lecturas pudiera ser de los contextos externos, como tu  constancia en hacer lecturas del poder, sea el dinero, la guerra, la cultura, el mercado del arte.


--Eso ya se vuelve mucho más racional,  de discurso intelectual. Lo otro es de entrañas, instintivo. Y creo que también la mierda fue eso en su momento.


--¿Tu propia biografía ha determinado tus complejidades, el no asirte a un lenguaje y a esta múltiple idea del desplazamiento?


--Mi historia me hizo muy retorcido. Venir de papás puertorriqueños, que son militares gringos, que trabajan en Alemania en mis años formativos (de uno a cuatro años). En una situación de posguerra, cuando Alemania estaba destrozada. En mi casa se hablaba inglés y español pero mis nanas eran alemanas, polacas o checas. Había tal cantidad de circulación de gente en mi casa que no sé qué entendía y qué no. Y en mi caso había una cuestión de poder también porque ser puertorriqueño no blanco sino criollo o mestizo, moreno, tratando de vivir como gringo, me creó un conflicto de identidad. Por un lado estaba el español que me servía para la cuestión doméstica pero no me servía para  la vida de afuera, donde está el verdadero poder. Pero al mismo tiempo, en el interior de los hogares hay otro poder. Tal vez por eso me ha tomado mucho más tiempo decir lo que quiero y llegar a la claridad. Además de que me creo unos vericuetos tortuosos para llegar a decir lo que quiero decir.


--¿La claridad es un objetivo?


--Sí lo es, en la forma que sea. Pero mi claridad es muy diferente a la de otros artistas como Francis Alÿs, quien es de una claridad muy diáfana.


--¿En tu caso, cómo es?


-- Ni diáfana ni elegante. No es una claridad ya digerida sino que implica pedirle al espectador que se involucre y que empiece a unir los cabos. No se trata de que como espectador te sientes y te lo den a entender todo de entrada. Pero sí, la claridad se da a través de un proceso de revisión, de pensar y regresar. Yo mismo a veces me siento abrumado. Buscaba de alguna manera fascinar al espectador. Así la pieza es visualmente seductora, aunque otros la encontraron execrable. Visitando Cantos Cívicos, me pasaba muchas horas caminándola, penetrando por pantallas de video y audio y dejándome penetrar por ella. Hablar con los visitantes que me preguntaba cosas o me insultaban fue parte del proceso de darle claridad de la pieza.


--¿De dónde viene este aparente caos, abigarramiento, esta demasiada motivación visual?


-- Lo pensaba como un museo, la idea de exacerbar y hablar del museo como una bodega llena de residuos, de ‘porquerías’,  de un archivo de testimonios, de momentos y de épocas. Lo veía como una cueva llena de basuritas de una cultura, de estas cosas que ya he dicho de las que Alemania se quiere deshacer: la historia pasada, la parafernalia nazi con retratos de alemanes que no son ni un tío ni un abuelo o bisabuelo que quieras mantener en tu colección de fotos. Se convierte literalmente en un montón de basura. Es una reflexión sobre nuestros museos también. ¿De veras son estas cosas tan indispensables? ¿A qué le damos valor?

Dices que se robaron varias partes. Hubo vandalismo. ¿Eso te halaga o te molesta?

-- Las dos cosas. Por un lado me sentía halagado por el interés en la pieza y por otro lado es una chinga porque me di cuenta que en mí también estaba esta visión estática de las cosas, de cómo deben de ser las cosas. Y de cómo deben de ser en los museos: Graciela de la Torre decía que es una pieza contra la idea de vigilancia. Por otro lado, los robos fueron en verdad muy pequeños. Los visitantes querían llevarse recuerdos y los recuerdos más a la mano eran los foamis.  Además creo que el ‘vandalismo’ no se dio nada más en mi pieza sino en otras partes del MUAC. Hay estudiantes de la UNAM que decían que como eran parte de la universidad, lo consideraban suyo. Me llamó la atención este sentimiento de los estudiantes de que algo les pertenece. Sentí una semilla de algo de pertenencia y agresión. La semilla de algo revolucionario, casi, de decir "esto nadie me lo quita". Con los días se fue calmando la situación pero siempre había que ir cada semana a restaurar porque había piezas que se caían. También tiene que ver con una de las características de la pieza, que es una cosa inmensa pero a la vez muy frágil. 


-- Una pieza enorme y frágil en la que además has dicho que tenías la intención de parodiar varios aspectos. Ese, la parodia, es un recurso que es constante en ti y en tu trabajo ¿Puedes hablar de ello?

 

--Mi idea era que Cantos Cívicos fuera una especie de envoltorio pensado como parodia a la arquitectura museística de Frank Ghery, por ejemplo, a su Guggenheim en Bilbao. Al final la planta de la instalación salió como un cuerpo de rata pero no estaba tan pensado; rata, gato o mamífero. Haciendo parodias siempre empiezo por reírme de mí mismo. Sin embargo el público 

casi siempre espera del artista otra cosa, se espera algo solemne del arte no sólo en este país. Tal vez se deba a la rigidez de la clase burguesa que persiste desde la Colonia que hace que falte el humor, y espacio para que el artista tenga complicidad consigo mismo. Yo soy ambos, actor y partícipe en mi trabajo. 


--¿Estas reacciones en torno de Cantos Cívicos te animan para seguir con el mismo tono o te hacen poner un alto?


--No, para nada me hacen poner un alto. Este proyecto sobre la Revolución me interesa mucho; es como llevarlo a otro nivel. Creo que ahora estoy en un momento de transición y de revisión para ver por dónde voy a continuar, ya que tampoco recurro a las fórmulas. Hace poco hablaba con Juan de Nieves y me proponía hacer una ópera porque no logro funcionar como productor de objetos.  Ya era una idea que traía desde hace algún tiempo. Sería una ópera nada convencional. Las transiciones me ayudan a reformular mis proyectos. Cantos Cívicos fue una transición importante en mi trabajo, que implicó llevar este material a un punto extremo (A nivel de producción, transporte, etc). Pero no creo repetir este proceso de Cantos Cívicos de nuevo.

--¿Has valorado la posibilidad de hacer una instalación de Cantos Cívicos en otro lado?


-- Me invitaron a Viena para 2010. Sería para un festival de arte performático, un evento de música y teatro, aunque siempre dije que era pieza de museo no tanto de teatro. Pero no creo que se pueda hacer. La invitación vino con buenas intenciones pero la gente que me invitó no se da cuenta para empezar, de las implicaciones de infraestructura, de lo compleja que es la pieza, lo que implican los animales, etc. La instalación necesita mucha dedicación y compromiso. Otra parte es llevar la pieza y recontextualizarla precisamente allá.  Está abierta la posibilidad pero lo veo difícil (y a estas alturas dudo que se realice otra vez).


FIN DE TEXTO.


 



Irmgard Emmelhainz. La puesta en escena de Cantos Cívicos:


Totalitarismo invertido, neoliberalismo ideológico y amnesia colectiva

 

Agachada, casi de cuclillas entro por la cola a pesar de los signos de advertencia y las apologías deslindantes. Me detengo un momento a observar un monitor  que muestra en bucle a un personaje vestido de general Nazi transformándose lentamente en rata, penetrando enratado, al dispositivo cultural. Una vez dentro, encontramos un ambiente que abruma por la cacofonía de elementos que demandan atención mientras que distraen, exigiendo ser yuxtapuestos, re- y de-codificados.  El cascarón al que conduce al recto es de hecho, un contenedor de plástico de burbuja que dibuja la silueta de una rata panza arriba. Para ojos familiarizados con el arte contemporáneo global, el cascarón simula los megamuseos de titanio de Frank Ghery; dentro, parece un Merzbau a la Kurt Scwhitters y con similar espíritu dadaísta, hospeda un bioterio con 70 ratas machos condicionadas por chocolate para atravesar un laberinto multicolor. Sus paredes están cubiertas de estructuras de unisel que materializan en tres dimensiones figuras que evocan a Joseph Albers y a formas constructivistas y minimalistas. Vemos también fotos de soldados Norteamericanos de la guerra de Iraq, imágenes homo-eróticas provenientes de chats; recortes de las páginas de sociales locales y de revistas en las que desfilan celebridades del mundo del arte: “nivel grandes ligas.” El ideólogo de la doctrina económica del neoliberalismo, Milton Friedman, encabeza el aquelarre con los atributos de mártir de Santa Agata, quien se comía la mierda de los apestados. Lo más comentado en la recepción de la pieza fue la parafernalia Nazi: una extraordinaria colección de vestigios cotidianos del Nacional-Socialismo (desde propaganda hasta ejemplares del gusto decorativo de la época) y las imágenes del artista en guisa de dictador del régimen fascista del NILC. También causó revuelo la parte de “labor de memoria,” de la instalación recordando al filonazismo del intelectual mexicano José Vasconcelos y evocando a la misión modernista de redimir a la nación y a la raza, inseparable de la ideología de la existencia del mexicano como avatar cultural. Sin ser azaroso, algunos de los elementos que pasaron desapercibidos por los comentaristas de la instalación fueron las muñecas étnicas, las fotos de miembros del NILC con atributos de “indígenas-narcos” y las imágenes del artista disfrazado de Cherokee. Todas las imágenes constituyen un collage gigantesco intervenido con falos, caca, vaginas, anos, logos y eslóganes del NILC. Predominan también suásticas entrelazadas con signos de dólar en foami y encajes geometri-concéntricos, que son el trade-mark de Gottfried Ohms, el artista oficial del NILC. A este coctel pornográfico – ¿Quien duda del aspecto pedagógico de la pornografía? se le ha acusado de ser un “carnaval de símbolos” que amalgama al Nazismo con el Neoliberalismo, a Carlos Salinas de Gortari con Adolf Hitler. La lectura reaccionaria de la instalación la ha calificado de ser un “error ético-político grave” por excluir al totalitarismo coumunista y encubrir al totalitarismo de izquierda. Se ha condenado a Ventura de no hacer una crítica del Holocausto y por tanto ocultar al Nazismo, enmascarando el dolor de sus 6 millones de víctimas. Esta reducción tendenciosa, como veremos, oblitera la complejidad de la pieza. También impide detectar los lazos que se crean entre otros, entre homo-eroticismo y fascismo, neoliberalismo y neo-colonización, aunado a una visión de la globalización como un tipo de totalitarismo invertido, y al Holocausto más allá del paradigma del Mal radical, como el proceso que lo antecedió, que fue una compleja maquinaria de producción de la realidad.

 

Sabemos que NILC es una organización ficticia y paródica de los sistemas de organización de la sociedad totalitarios. NILC empieza en 1995 con la publicación del primer libro de NILC, “The Notebooks of Mademoiselle Heidi Schreber.” El siguiente episodio tuvo lugar en  la exposición en el Carrillo Gil: The PMS Dilemma (2002). En esta manifestación, NILC estaba en su etapa embriónica, organizando ritos de iniciación para sus nuevos adherentes, basados en una combinación de psicoanálisis y New Age, prometiendo un estado del ser superior al actual. Los ritos incluyeron la creación de un lenguaje propio, ejercicios calisténico-pedagógicos, espacios de indoctrinación, etc. En el MUAC, el NILC se manifiesta como la organización fascista en su apogeo. Este régimen perverso, está constituido por una ideología propagada por eslóganes, cantada por sus adherentes, encarnada en sus logotipos. NILC incluye a un artista oficial  y una democracia instaurada por un sistema de libre elección (las ratas eligen al atravesar los laberintos las canciones que serán cantadas por los coros). La particularidad de NILC es que es una máquina que tiene la capacidad de absorber todas las ideologías despóticas, se alimenta de ellas para procesarlas, uniformizarlas y escupirlas como una parodia a los “ismos” del siglo XX: abstraccionismo, nazismo, totalitarismo, minimalismo, colonialismo. NILC, como el Capitalismo, es predador y deterritorializante, y no tiene “Otro” que pueda oponérsele, pared que no pueda atravesar.

Uno de los motivos que escandalizaron al público de Cantos cívicos fue la yuxtaposición de la cruz gamada con el dólar. Sin embargo, haciendo memoria visual, este motivo data de la época del Taller de Gráfica Popular y aparece en obras como El circo político de J. C. Orozco, Libertad… para asesinar al pueblo de Leopoldo Méndez (1938), o La risa del pueblo de Chávez Morado (1939). La suástica y el dólar aparecen notablemente lado a lado en el mural de Diego Rivera de Palacio Nacional en la sección de la lucha de clases encabezada por Marx – quien precede la escenificación de la lucha en forma similar que Milton Friedman en Cantos cívicos.[1] En los años 30, los lazos entre capitalismo y fascismo, recesión económica y el derecho discursivo de asesinar al pueblo eran obvios; la lucha de clases era el camino para oponerse al fascismo, y no por nada, una forma de demonizar a los judíos (en Europa, Estados Unidos & elsewhere), fue acusándolos de comunistas.




(Detalle)[2]

 

La amnesia de la historia, de la historia del arte y de las lecciones básicas del post-estructuralismo (cuestiones de la arbitrariedad y por tanto fluidez del signo), velan oportunamente la realidad de los microfascismos: de acuerdo con Felix Guattari, el Nazismo y el fascismo no fueron sintomatologías transitorias ni accidentes históricos que se superaron. Al contrario, para Guattari constituyen potencialidades siempre presentes que habitan nuestro universo virtual. Esto quiere decir que los microfascismos proliferan en nuestras sociedades bajo varias formas, manifestándose en el racismo, en la xenofobia, en el fundamentalismo religioso, en la militarización y en la opresión a las mujeres. Uno de los problemas retóricos es que el sistema actual proclama ser, precisamente, lo opuesto del totalitarismo. Pero la historia no nos garantiza la irreversibilidad del cruce de los límites “progresivos,” más bien, nos propone su eterno retorno.  Como lo ha demostrado Franco Berardi (Bifo), a finales del Siglo XX, la cuestión de la represión – que fue la patología social del fascismo –  se esfumó en apariencia desapareciendo como interrogante.  Esto se debe a que en el capitalismo tardío, en vez de neurosis producidas por la represión totalitaria del libido, la patología dominante resulta de la erupción de la expresión: “Just do it,” la cual proclama el mandato del goce. Aunado a la tendencia colectiva a la gratificación instantánea, la patología dominante es esquizoide en el sentido del desorden identitario disociativo, en el que coexisten patrones de personalidad múltiples. Esto es paralelo al divorcio del significante con el significado, lo cual permite cierta plasticidad en los bordes de la subjetividad. Esta plasticidad, contraria a la visión de la identidad totalitaria basada en el origen, proclama apertura en la incorporación de nuevos universos acompañados por la libertad de hibridización. Al principio esta apertura tuvo una cualidad liberatoria, pero ahora ha sido capturada por el capitalismo; el sistema tiende a sustituir las identidades simbólicas por la lógica del mercado, lo cual conlleva la promesa de realizar nuestros deseos dando oportunidades para que nos imaginemos de formas distintas, creando estilos de vida e identidades consumibles. El problema es que esta búsqueda privada de identidad flexible no solo de-politiza al ciudadano sino que hace invisible la función y la dimensión ideológica del Neoliberalismo. Podemos entender como ideología al conjunto de ideas que participan en la reproducción del orden pre-establecido y  que contribuyen a mantener las relaciones de dominación y de explotación. La facilidad con la que se instauró el neoliberalismo deviene de una ideología desarrollada paralelamente y encargada de justificar la gratificación instantánea en la búsqueda de los intereses individuales. En este marco, la felicidad y la realización propias son propuestas como metas y derechos inalienables. En un proceso complejo cuya función es asegurar la aceptación del marco básico de dominación, que es la fantasía del libre comercio, la invitación consumista a gozar funciona como el soporte ideológico del Neoliberalismo. Por tanto, a nivel ideológico, el Neoliberalismo es una forma de pensar, producir y distribuir los antagonismos y al goce, poniendo en escena la promesa diferida de la gratificación sustituyendo a la lucha de clases por la competitvidad. La de-mobilización de los ciudadanos se lleva a cabo también por medio del control de la atención, motivando la distracción y la apatía. Al mismo tiempo, la inseguridad laboral lleva a que los ciudadanos se concentren en los intereses privados. Así, la ciudadanía se ciñe de miedo colectivo, propagado por la impotencia individual y la precariedad laboral, haciendo que la ésta se ejerza desde la preocupación. En este sentido, el Neoliberalismo es un discurso ideológico de geometría variable pero con una meta definida: la aplicación de la doctrina de la canalización de la intervención del estado a favor de la privatización y el uso de políticas y monetarias para beneficiar a las corporaciones y sus accionarios. Sheldon S. Wolin calificó recientemente al Neoliberalismo de “totalitarismo invertido,” por ser un sistema en el cual el poder, en vez de basarse en la figura política del líder, se basa en poderes totalizantes abstractos. En lugar de tender a movilizar masivamente a los  ciudadanos, promueve la de-politización por medio de los medios privados (incluyendo a la Industria de la Cultura) para difundir propaganda, reforzando la visión oficial del estado de las cosas. Si el totalitarismo clásico se caracteriza por la creación de un todo organizado en el que las partes son premeditadamente coordinadas para sostener al régimen desde arriba, el totalitarismo invertido refleja la creencia que el mundo puede cambiarse de acuerdo a un número limitado de objetivos, por ejemplo, el “makeover” del “yo,” o por medio de la supremacía militar, justificada por supuestas amenazas de seguridad y encubriendo intereses económicos. Mientras que el totalitarismo aspira a controlar por completo todos los aspectos de la sociedad y eliminar o neutralizar la oposición, el totalitarismo invertido se caracteriza por la dominación económica de la política, desplazando la participación ciudadana al sector de los intereses privados. La patología que acompaña al Neoliberalismo, sustituye a la represión totalitaria por el mandato del goce inmediato: “Just do it.”

Aunado a la de-politización del ciudadano y su transformación en consumidor, la hegemonía del Neoliberalismo se debe también en parte a la marginalización del pensamiento crítico. Este último, ha sido sustituido por los productores de ideas, expertos u opinionistas que operan en de la Industria de la Cultura. En el Neoliberalismo, la pulsión crítica o problematizante se subsume a la democracia múltiple del significado diferencial, un modelo de significado que fluctúa entre la expulsión y la maestría de los significantes, lo cual implica un pasaje o fluidez dentro del significado. Por tanto con el Neoliberalismo no hay ni significado ni origen ni interpretación, sólo  dispositivos que contienen flujos de información, de cuerpos, de mano de obra, de identidades. Todo ocurre en la superficie, estableciendo relaciones en un plano horizontal en vez de un plano jerárquico. No muy lejos de lo que Weldon llama “totalitarismo invertido,” Cantos cívicos es una máquina de significado que funciona interrumpiendo e insertándose en los flujos de intercambio, información, códigos estéticos y simbólicos. Aparentemente transparente, Cantos cívicos es un conjunto de estratos geológicos de significación, los que empezando por la dictadura del significado, desarticulan las relaciones de poder, las cuales se reconstruyen para cristalizarse en los lugares más inesperados e incómodos. Al mismo tiempo, la obra resiste ser leída analógica o referencialmente – parte importante del trabajo de Ventura, después de todo, ha sido la exploración del funcionamiento del lenguaje, el cual, que como sabemos, es un sistema arbitrario. Ahora las máquinas de significado, en apariencia están discapacitadas para ir en contra de los flujos y las relaciones de poder, sin poder denunciar, develar, ni amenazar. ¿Porqué? porque son recuperadas como productos de consumo por la Industria de la Cultura. La conocida diatriba de Theodor Adorno y Max Horkheimer sobre este tema, se centra en la diferenciación mecánica e ilusoria de los productos de la cultura. Para ellos, la industria de la cultura subyuga implacablemente a sus productos a la uniformidad y a una fórmula que de hecho, sustituye a la obra. Sin embargo, para disgusto o alivio de muchos (crónica del desacuerdo en escena), la máquina de significado de Cantos cívicos recupera el potencial crítico del arte, rescatándolo del secuestro del cinismo formulaico estético para consumir. Sin dejar de lamentarnos que la lectura burguesa de la instalación de Ventura la haya reducido a la repetición vanguardista del insulto a la clase en el poder y a la crítica institucional; aunque está claro que la instalación no se encuentra cómoda en el museo universitario. Dicha institución, en vez de concebir a la libertad de expresión como el potencial de una ruptura radical y crítica, y en sintonía con el dispositivo de la industria de la cultura, proclama la “libertad de expresión” para reiterar su arena de influencia y acción, su voluntad de poder y su capacidad de captura. Otra de las formas en las que Cantos cívicosrecupera el potencial crítico del arte, es yendo más allá de la domesticada institutional critiquede los años setenta, desenmascarando varios dispositivos, entre ellos, el de la Industria de la Cultura.

Según Adorno y Horkheimer, los productos industriales llegan a cumplir el sueño Wagneriano de La Obra de Arte Total (Gesamtkunstwerk), fusionando todas las artes en una sola obra. La cualidad wagneriana de Cantos cívicos no escapó ni a sus más taponados comentaristas quienes eludieron el problema de la uniformización y domesticación que caracterizan a la Industria de la Cultura. Esta uniformización se debe a que cada uno de los elementos del tema se origina en el mismo dispositivo, en este caso, el dispositivo del Arte Contemporáneo. Estampados con el lingo (jargón) del dispositivo (teoría francesa, escuela deOctober, referencias a la historia del arte Europeo y Norteamericano, de-politización o realismo humanitario, etc.), la obra de arte contemporáneo se subsume a un todo auto-referente.

Lourdes Morales planteó este problema desde la perspectiva del lazo entre Cantos cívicos y la objetualidad minimalista. Por un lado, la completeidad (wholeness) minimalista implica que la obra contiene todos sus elementos, es decir, es un sistema que se encuentra cerrado y por lo tanto, excluye al suplemento de la significación: “What you see is what you see.” El pragmatismo minimal se ha convertido en una de las convenciones del arte contemporáneo, sometiendo a la obra de arte a la “veracidad material” al “nivel cero” de la ideología. En otras palabras, gran parte de la producción de arte contemporáneo se funda en la ideología del pragmatismo y de la objetividad autoreferenciales, la cual, haciendo que la obra, en vez de funcionar como intercesor de la realidad, haga afirmaciones tan peligrosas como sospechosas, por ejemplo: la salida (o “liberación”) del arte de la ideología (aquí: politización), de la identidad nacional o de la historia. Dejando a un lado el problema de la tendencia a decorar, los estilos abstracto y minimal aparecen parodiados en Cantos cívicos –problematizando por tanto, su rol de la lingua franca del arte contemporáneo global. Aunado estos aspectos críticos y problematizantes, Cantos cívicos tiene una función ritual de apotropeya. La apotropeya es una técnica antigua que utiliza la mimesis como herramienta para ahuyentar al peligro, al mal inminente: ¿1929=2008?[3]

El NILC es la puesta en escena de vestigios arqueológicos del Nazismo y al mismo tiempo, un simulacro de transformación del ideal político en absoluto. Cantos cívicos es en parte un archivo invaluable de parafernalia Nazi. Incluye una colección de vestigios tangibles y sensibles del Nacional-Socialismo, que comprenden desde álbumes fotográficos de soldados (cada uno tenía su camarita Brownie), cuentos para niños, canciones fotografías de familia, tarjetas postales, trofeos de cacería, cuadros bucólicos. Este archivo nos aproxima a la cultura visual Nazi. De esta forma, Cantos cívicos postula al fascismo por un lado, no como sistema político, sino como un conjunto de tendencias colectivas y materiales constitutivas de un sustrato ideológico, es decir, de un modo particular de crear y ver la realidad. Por otro, el fascismo aparece como un estado corporal insidioso. Después de todo, podría decirse que el NILC es el contenedor dentro del que crece un material peligroso de forma poderosa y violenta, acordando la sumisión del estado de las cosas al estado del cuerpo fascista. Cantos cívicos va en contra corriente del gran número de las representaciones del Nazismo que tienden a enfocarse en el Holocausto. Las últimas (2008) de Hollywood: Good acerca de un profesor corrupto por los Nazis, The Reader sobre una nazi(Kate Winslet)  más deprimida que arrepentida, o Valkiriacon Tom Cruise, que cuenta la historia un “buen” Nazi que organiza un atentado contra Hitler. De parte del mundo del arte, está Fucking Hell (2008) de los hermanos Chapman, un diorama gigantesco apocalíptico conformado de nueve cajas de vidrio arregladas en forma de suástica que contienen figurillas nazis, animales y panoramas grotescos, incluyendo a Hitler. Acompañando la instalación en la White Chapel, los hermanos Chapman intervinieron acuarelas originales de Hitler con arcoíris.


Jake & Dinos Chapman, Fucking Hell (1999-2000, 2008), detalle.

 

 El exceso de material histórico, visual y cinematográfico sobre el Holocausto, ha creado un nuevo tipo de dominación Nazi: un campo de producción cultural que existe para sí mismo y que nos distrae de otros males urgentes, como por ejemplo, la escalada persistente y silenciosa de la aniquilación de Palestina. Siegrid Kracauer publicó en 1947 un estudio de la psicología colectiva alemana durante la gestación del Nacional-Socialismo, tratando de elucidar el patrón psicológico de las disposiciones colectivas que culminaron en el exterminio. Kracauer concluye que la rendición del pueblo alemán a los Nazis se debió más a fijaciones emocionales (o afectivas) que a un deber moral de asumir la responsabilidad y las consecuencias de los hechos Nazis. Para Kracauer esas fijaciones emocionales están relacionadas directamente con la pantalla cinematográfica, es decir, para él, analizar al cine alemán entre 1920-1933 ayuda a comprender el posicionamiento de Hitler en la mentalidad de la ciudadanía alemana,  ya que contribuyó a construir aquellas fijaciones emocionales (o “consenso” o visibilidades).  De acuerdo con Kracauer el cine, tanto como los productos audiovisuales, capturan y propagan los deseos de la clase media. La proyección de estos deseos predispone a tendencias basadas en cierta cultura en común. Teniendo en cuenta que el capitalismo no sólo se alimenta de deseo, sino que lo captura y nos lo devuelve como un ideal consumible y a nuestro alcance,  ¿de qué serán síntomas, por un lado, el exceso en la industria hollywoodense y académica de la cultura sobre el Holocausto (y el imperativo categórico de “recordar”), y por otro, el hecho de que La lista de Schindler de Steven Spielberg (1994), haya sido declarada recientemente como una de las películas más importantes de Hollywood? Para Adorno, lo sublime (impensable), bajo las condiciones de la Industria de la Cultura se torna en kitsch, como lo demuestra la parodia de los Chapman.

Parte del problema es que el Holocausto se convirtió en problema estético, ya que el postmodernismo lo estableció como el epítome de lo “irrepresentable,” partiendo de la pregunta de  ¿qué técnicas estéticas, formales, qué contenido y expresión son las adecuadas para representar al genocidio de los judíos Europeos por parte de los Nazis? Los dos pensadores claves del postmodernismo, Frederic Jameson y Jean-François Lyotard articularon la cuestión de Auschwitz ya sea como el símbolo de un impasse hermenéutico, o como el límite absoluto del pensamiento y de la representación. A partir de estos dos pensadores, Auschwitz es considerado como el límite del pensamiento. El Holocausto se ha convertido en el paradigma (único) de la catástrofe moral y filosóficamente irredimible, un evento impensable. Evidentemente, hay dos tendencias para hablar o imaginar al Holocausto: la posición “realista” que sugiere que el Holocausto puede transformarse en un objeto de conocimiento – a la tesis de Hannah Arendt sobre “la banalidad del mal.” Y la posición anti-realista (cercana a Lyotard y Jameson), la cual asume que el Holocausto hizo que las estructuras de conocimiento se volvieran obsoletas. Ésta posición señala que cualquier intento de dar cuenta de la catástrofe es un afán moralmente sospechoso de redimirla o de domesticarla, o que es un producto de negacionistas del Holocausto que piden “pruebas” de que realmente sucedió. Esta posición se recarga invocando a la ya trillada frase de Theodor Adorno: “Escribir poesía después de Auschwitz es barbarie.” El problema ético-político de Auschwitz consiste en dar testimonio (atestiguando ante la imposibilidad de dar testimonio – ejemplificado en las películas del cineasta franco-judío Claude Lanzmann) o en revelar y difundir información concreta de lo que ocurrió. Al mismo tiempo, el Holocausto es el evento que se ha transformado en el paradigma del giro hacia la ética como la base de la relación entre el ciudadano y el estado, la ética de “reconocer” al otro y celebrar las diferencias – la política de la visibilidad. Aunado a ello, de acuerdo con el filósofo francés, Alain Badiou, el Holocausto  se ha convertido en la medida indecible del Mal radical, y tiene una doble función: la de normatividad y la de ejemplaridad negativa. Como consecuencia, el mandato de “Nunca jamás” se ha transcendentalizado, es decir, todos los males de nuestra época se miden a partir de la exterminación de los judíos europeos a manos de los Nazis. La paradoja del Holocausto es que se postula como un evento único mientras que se le invoca constantemente para juzgar otras instancias (Saddam Hussein, Hugo Chávez y Slobodan Milosevic son Hitler). En otras palabras, mientras que el Holocausto es un crimen inimitable, todo crimen se le queda corto ya que no es más que una imitación de lo impensable.

El siguiente es un fragmento de una novela de Jonathan Litell publicada en el 2006. Contribuyendo a la incontable cantidad de producciones culturales que hablan del Holocausto, Les Bienveillantes, como Cantos cívicos, cambia el foco de atención al tema del Holocausto, articulando la perspectiva del perpetrador más allá del dilema moral:

 

“…La enfermera no mató a nadie, ella no hizo nada más que desvestir y calmar a los enfermos… el médico no mató directamente, simplemente se encargó de confirmar el diagnóstico… el encargado de la maniobra de abrir la llave del gas, tal vez quien está más cerca del asesinato, realiza una función  meramente técnica bajo la supervisión de sus jefes y de los médicos. Están los obreros, quienes vacían la cámara y hacen el trabajo de limpieza, el cual, por cierto, es bastante repugnante… El policía sigue el procedimiento rutinario de dar constatación de las muertes; ¿Quién es el culpable? ¿Todos o nadie? ¿Porqué el obrero encargado de abrir la llave del gas sería más culpable que el obrero encargado del jardín, o que el chofer de los vehículos de transporte? Está claro que no se pueden establecer grados de responsabilidad criminal que fueran relativamente precisos, o que permitieran condenar a algunos y dejar a los demás al juicio de su propia conciencia… aunque no la tengan. Es mucho más fácil redactar las leyes después de los hechos, como lo hicieron en Nuremberg… y aún así, lo hicieron al trancazo… Una vez más, seamos claros: Yo no busco exculparme de tal o cual hecho. Yo soy culpable y usted no lo es, y así está bien. Pero usted debería por lo menos ser capaz de aceptar que aquello que yo hice, usted podría haberlo hecho también. Tal vez con menos fe, pero también con menos desesperación. En todo caso, de una u otra manera.”[4]

 

Les Bienveillantes es una biografía-histórica de 800 páginas de un oficial de la SS, Aue, contada en primera persona. Centrada en su promoción por los rangos del régimen Nazi, el autor cuenta su historia sin buscar redención ni justificación. En este sentido, Aue es un testigo no-ético que permanece sin denunciar directamente el crimen. Por ello, como Cantos cívicos, la novela de Litell creó escándalo. A la vez sensacionalista y voyerista en su moderado recuento de violencia y pocas escenas de horror, Les Bienveillantes no narra la exterminación, ni describe los campos, ni las condiciones de los judíos en los campos de concentración. Más bien introduce viñetas de la maquinaria burocrática de la SS, dando una perspectiva del “Mal” que cuestiona la hipótesis que los excesos del Nazismo se debieron a la sumisión de la sociedad civil a los deseos del Führer. La novela cuestiona también, si los alemanes de verdad creyeron en la teoría de los orígenes Arios y en su superioridad, o si en cambio, estas suposiciones cotidianas eran el punto de vista oficial y que la gente las asumía no porque las creyera, sino porque se les premiaba al honrar este punto de vista. ¿Lo impensable, entonces, fue posible porque hombres y mujeres ordinarios se moldearon conforme a su propia sociedad?

En Cantos cívicos, el Mal es la simulación pervertida de lo verdadero de la realidad actual; como lo postula NILC, el totalitarismo aparece como un acto de imaginación política, es decir, como una proyección pre-determinada y por tanto distorsionada del estado de las cosas. Si en el totalitarismo el estado de las cosas implica la construcción de un enemigo (real o virtual), el del NILC, como ya lo mencioné, es un “totalitarismo invertido,” ya que como el Capitalismo, NILC tiene la cualidad de la deterritorialización, es decir, es capaz de incorporar a sus enemigos. Las ratas se convierten en la metáfora paródica de la democracia parlamentaria, la cual, en principio, escamotea al hecho de que a elección libre presupone que el ciudadano no tiene agencia sobre el contenido del voto. Evidentemente las ratas están marcadas por el fascismo; después de todo, el Hombre-Rata de Freud, es aquél que aprovecha rápidamente la oportunidad que se le presenta para avanzar, sin tener la capacidad de construirse una nueva. De forma similar al Hombre-Rata, Klaus Theweleit, describe al sujeto fascista no como aquél que obedece, sino el que actúa según lo que quiere hacer (la rata quiere comer su chocolate y actúa con base en su deseo).

De acuerdo con Theleweit, la mayoría de los alemanes no eran Nazis del punto de vista “ideológico” o intelectual, sino que eran Nazis del punto de vista corporal, es decir, una parte de su corporeidad defendía la negación del otro, a las formas de vida distintas al “yo.”  Según Theweleit, el sujeto totalitario se concibe y se da a luz a sí mismo aniquilando al otro, extrayendo de su muerte el poder de transformar su propio cuerpo (recordemos algunos de los rituales y procesos de indoctrinación del NILC en el Carrillo Gil). Y aquí lo corpóreo no se reduce al físico, sino que se extiende a las instituciones, que le conceden al fascista la absolución total de la violencia perpetrada, exaltando y recompensando sus hazañas, dándole un cuerpo nuevo, sano: “heil.” Este re-nacimiento institucionalizado del cuerpo individualizado, va a la par con la producción de la realidad, es decir, un repertorio institucionalizado de posturas, rituales y creencias. Sin embargo, para Theweleit, el sujeto fascista es un sujeto incompleto porque es meramente un “yo” exteriorizado en una coraza de músculos, lo que ocasiona que sus deseos sean incapaces de ser objetivados (represión, para Freud, como lo mencioné más arriba). En periodos de crisis, este sujeto se fragmenta y corre el riesgo de ser abrumado por el descontrol de sus propias producciones de deseo, sintiendo pánico de que sus límites corporales se disuelvan. El sujeto fascista por lo tanto, exterioriza todo aquello que lo amenaza para sobrevivir: lo no-ario, lo femenino y todo lo que corra o sea viscoso (fluidos corporales, mierda). Cabe mencionar que Jonathan Litell se inspiró en las descripciones de Theweleit del sujeto fascista y es por ello que Aue sufre una serie de patologías físicas y psicológicas directamente ligadas a la manutención del “yo” fascista. Así, Litell se recarga en una serie de metáforas creando oposiciones basadas en las cualidades atribuidas al cuerpo fascista: lo seco, lo duro, lo blanco, lo uniforme. Estos adjetivos podrían describir al cubo blanco – el dispositivo físico del arte contemporáneo, impecable, higiénico y sanitario visual y políticamente, el cual en Cantos cívicos aparece “contaminado” haciendo gala de su plétora ideológica.

 Aunque Theodor Adorno proclamó que el fascismo y la homosexualidad son altamente compatibles ya que ambos tienden a la negación absoluta del otro, Theweleit, como Ventura, prueban su incompatibilidad fundamental (recordemos el slogan – fascista – del NILC: “Reductive Assholes!”), ya que el poder deterritorializador del ano  y de la sodomía amenazan de forma fundamental los límites corporales de tal manera que el fascista no lo podría soportar. El mundo NILC de Ventura, con la proliferación de penes, anos y vaginas y la iconización ¿entronizada? de los deshechos viscosos, transforma el pánico fascista por la disolución de los límites – corporales, formales, conceptuales – en una iconografía esquizofrénica que se opone a la pulcritud de lo abstracto y a la normatividad de género. Aunado a ello, el mundo NILC pone en evidencia la tendencia fascista de reproducir al cuerpo ideal, con su coraza de músculos y rasgos rubios. Sin embargo, NILC sólo es capaz de reproducir cuerpos que meramente resuenan con aquél “ideal”: recordemos los strippers morenos con pelucas rubias que aparecieron en The PMS Dilemma, y las fotos homo-eróticas de los chats locales en Cantos cívicos. De esta forma, se manifiesta el otro “otro” del sujeto fascista: el sujeto colonizado, el otro al interior del yo (impuesto desde afuera), que es también fascistoide y un simulacro impotente discordante con el “original.”

Como hemos visto, al crear una arqueología paródica de la cultura visual del Nacional-Socialismo y yuxtaponiéndola con motivos Neoliberales y neo-coloniales (entre otros),   Cantos cívicos desvela el despliegue procesual del Mal radical: que postula (ojo, hay una inversión discursiva), no al Holocausto como lo impensable, sino al Nacional-Socialismo como un conjunto de valores, prácticas políticas, estéticas y formas sociales inherentes a la psicología colectiva, que son el producto de una cierta visión de la realidad que contiene virtualmente al Mal radical. En el caso del Holocausto, el Mal radical fue el ejercicio del “derecho” de aniquilar al otro para poder construirse como comunidad.[5] Para extrapolar la analogía entre colonialismo y Nazismo que se hace evidente en Cantos cívicos hay que preguntar: ¿qué tipo de psicología colectiva propaga la subjetividad de la sociedad del otro (aniquilable) al interior del yo? Uno de los fantasmas ideológicos claves que invoca Cantos cívicos es el del sustrato colonial del presente. En el caso de México, el fantasma colonial no es un enemigo ideológico sino que constituye una oposición imanente entre lo Europeo (manifestado por NILC como el ideal ario Nazi) y el Indio. El tercer término entre el Europeo con el Indio es el “criollo,” el cual, después de la independencia, estableció un pacto simbólico de poder a partir de los grados de cercanía con la genealogía racial europea. Ésta soberbia racial es el sustrato colonial de México, y Cantos cívicos nos permite hacer conexiones entre soberbia racial, el ideal de la raza cósmica de Vasconcelos y el arianismo hitleriano. Si la europea es la cultura ideal, la imagen caucásica es el ideal racial del mexicano colonizado y en esta ecuación, el indígena es el otro absoluto. Para domarlo como “otro” se le ha postulado discursivamente ya sea como un sujeto étnico-científico de estudio o como un grupo político con intereses particulares y diferentes a los nacionales. Esto último, se ha cristalizado en el movimiento “indigenista” que surgió en México en los años treinta. El indigenismo busca la recuperación de la historia y las costumbres de los pueblos autóctonos que se quedan fuera del criollismo independentista del siglo XIX; en este movimiento, estas figuras históricas ya sea se idealizan, se folclorizan o se convierten en amenazantes y revolucionarios (por ejemplo, los Zapatistas del siglo pasado y de éste). Como vimos más arriba, Cantos cívicos hace memoria ideológica con la presentación de los textos pro-Nazis de la revista Timón, dirigida por Vasconcelos. El concepto de Vasconcelos de la raza cósmica (encarnado en la figura del “mestizo”) está influenciado por el arianismo y constituye una crítica al indigenismo. Según Vasconcelos, había que “mexicanizar al indio,” es decir, hacer que ideológicamente (a través de la religión y la cultura españolas) los indígenas pasaran a ser parte del projecto-nación de México. Y vemos en el proyecto vasconcelista, la perpetuación renovada de un esfuerzo de crear grados de cercanía con la genealogía europea, un tipo de positivismo colonial.

 De forma similar que Vasconcelos, Alfonso Reyes resumió en los años treinta las ideas que circulaban para explicar las “fatalidades” que impiden el progreso de México manteniéndolo dependiente de Europa y de Estados Unidos. Según esta corriente de pensamiento, el problema principal era la sobrevivencia de las comunidades indígenas, las cuales se veían como obstáculo histórico para el progreso social; es decir, lo autóctono se veía como atrasado al contrastarlo con el floreciente poder industrial y la prosperidad, especialmente de EU. En este sentido, el modelo ideal era el del colonialismo Argentino y el de los pioneros en EU. Siguiendo esta lógica, se consideraba a la “cultura mexicana” yendo en ritmo atrasado con respecto a la civilización europea, cuyo ideal era “alcanzar” y emparejarse con Europa. De acuerdo con esta visión, la sociedad Mexicana es una sustancia heterogénea, producto del mestizaje que provoca “choques de sangre” (entre la aristocracia india y los españoles) permeados de simpatía moral. Esta trillada oposición impuesta del exterior, que crea una fractura identitaria y al mismo tiempo inferioridad cultural, se hace evidente hasta en la recepción crítica del trabajo de Gottfried Ohms, el artista oficial del NILC:

 

[Florian Fluch y Giuliano Malami] coinciden en que la práctica de Ohms es un mélange de la tradición artística  (aparentemente ajena a la propia tradición artística de Ohms) y una doble cara que mira a los problemas de ambos, el primero y el tercer mundo. Para Fluch, lo que está en juego en la recepción crítica de Ohms es la evaluación y la inclusión de su trabajo en el mainstream global. La potencial inclusión crea otra oposición, entre la idea de ‘retraso cultural’ y ‘calidad estética.’ Más que una relación dialéctica, estos elementos constituyen el ‘double bind’ de la dominación prevalerte en occidente del discurso que subraya la voz de los marginalizados (y antes silenciados) como desviada del modelo establecido de producción cultural… se considera que el artista marginal entra al sistema simbólico ya sea desde un sistema que es inferior al que el norte, u occidente manejan, o se entra con un retraso.[6]

 

El imaginario cultural globalizado dibujado por los críticos de Gottfried Ohms, pone en evidencia que la dominación económica equivale a la dominación cultural. Esta hegemonía funciona como la base para medir la calidad o a las tendencias estéticas, relegando a los países “atrasados,” a la esclavitud de “tradición” dudosa. Si algunos ideólogos del siglo XX veían a la de México como una cultura “atrasada” con respecto a los países poderosos, ahora se ve a México desde afuera como “estado fallido.” Enrique Krauze cuestionó recientemente esta hipótesis de los norteamericanos, argumentando que:

 

México es un estado tolerante y laico, sin las tensiones religiosas de Pakistán o Irak; una sociedad inclusiva, sin los conflictos raciales de los Balcanes; un país sin los irredentismos nacionales o regionales de Medio Oriente. En México los movimientos guerrilleros nunca han puesto en verdadero peligro al Estado, como sí ocurre en Colombia… Con todos sus defectos, aquel sistema jamás alcanzó ni remotamente, los perfiles de una dictadura absoluta...

 

Teniendo en cuenta la forma en la que Krauze describe la situación en México, el sustrato colonial del presente no puede ser definido, por obviedad lógica, ni como racista ni como dictadura ni como conflicto religioso porque como principio de sumisión, la colonización elimina los conflictos y suprime al antagonismo. El sustrato colonial (que coexiste con la ideología y política Neoliberal), se manifiesta hoy en una sociedad jerárquica en la que se determinan separaciones entre estatus, roles de pertenencia y de “valor” entre los hombres y las mujeres – al contrario que en la democracia, la cual conduce a la sociedad a poner de un lado las diferencias visibles o concretas –; en otras palabras, el estado jerárquico se caracteriza por la importación de la alteridad al interior de la sociedad (el ejemplo extremo es el estatus de “esclavo”). La jerarquización de la sociedad tiene como meta la dominación política y establece una heterogeneidad entre dominantes y dominados: el avatar por excelencia es la superioridad de raza aristocrática europea y en México, la jerarquía se produce a partir de grados de cercanía con lo Europeo. ¿Cómo se produce y de qué está hecho el imaginario que acompaña a la sociedad colonizada, heterogénea jerárquica? Podría decirse que Latinoamérica vivió un proceso de independencia burocrática pero no psicológica o económica. Los estudios post-coloniales que surgen a partir de la experiencia hindú y africana del siglo pasado, consideran al colonialismo como una herida psicológica en el tejido social. Ello se cristaliza, en el libro de Frantz Fanon: Máscaras blancas, caras negras (1962),  en el que habla de la cuestión de la opresión política como la violación de la “esencia” del ser humano. Para Fanon, ello influye en la dimensión psicológica de la capacidad de tener agencia política y social. Además, para Fanon, el sujeto colonizado siempre se determina desde afuera, y ello se manifiesta en formas de alienación social y psíquica traducidas a la agresión, la locura, el odio a sí mismo, la violencia, consideradas siempre externas al estado civil. Esto provoca que la vida cotidiana en la situación colonial exhiba una “constelación de delirio.” Para Fanon el delirio es el mediador entre las relaciones sociales entre los sujetos: “El negro esclavizado por su inferioridad, el hombre blanco esclavizado por su superioridad se comportan de acuerdo con una orientación neurótica.” Este “delirio maniqueo” constituye una subjetividad como una imagen propia alienada, sin inscribir una división entre yo y el otro y más bien como “la otredad” del yo inscrito en un palimpsesto perverso de identidad colonial.

Ideológicamente, (como lo demuestra Reyes) Latinoamérica se considera a sí misma como “el otro” metafísico constitutivo de Europa y por tanto el Nazismo toca un nervio fuerte en casa. En Cantos cívicos, el Nazismo nos interpela no como ciudadanos escandalizados por las atrocidades Hitlerianas, sino como una posible analogía entre el arianismo y la herencia del criollismo. El criollismo visto como principio de estratificación del poder  constituido por un pacto silencioso y simbólico entre la clase gobernante y los gobernados que afirma la superioridad de unos sobre los otros. Es decir, el ejercicio del poder, se lleva a cabo por la constante afirmación de la excepción de una clase sobre otra (Fernández de Lizardi llamó al establecimiento de esta excepción “soberbia”, ello en 1822 en El Periquillo Sarniento). Hoy en día, la historia de la colonia nos llega como una etapa “positiva” (la de-indigenación y la salvación de los indios de ser infieles y de la incivilización, su “Mexicanización”). Asimismo, el discurso hegemónico articula al periodo colonial como un “rescate” espiritual y cultural de los pueblos autóctonos de México, como un proyecto de nación ligado al misionerismo católico, no como una herida abierta que crea una psique con sentimientos de inferioridad como argumenta Fanon, que es la condición del colonizado. De manera distinta, la etapa colonial se hereda como una celebración fetichista de lo mestizo: lo folclórico indígena aunado a la herencia cultural europea, y que está siempre definido desde afuera. Ello hace pensar en las muñecas étnicas en los biombos de plástico en Cantos cívicos, con el eslogan cosido en las ropas: “Reductive me!” Apuntando a la reducción de lo indígena y de lo étnico a sujetos de estudio de la ciencia del “otro”, como curiosidades y encadenadas a una jerarquía racial. La jerarquía racial y cultural es indisociable de la economía, ya que de manera ininterrumpida desde la colonia, como lo escribió Eduardo Galeano en 1970, el modo de producción y la estructura de clases han sido determinados desde afuera. Para incorporarlo al capitalismo global, se le ha asignado a México una función en beneficio de Estados Unidos. Creando una cadena infinita de dependencias sucesivas, la imbricación de la economía mexicana con la de EU podría resumirse como tributaria al imperio. Ello provoca que México “crezca hacia afuera,” basando su economía en exportaciones y manufacturas, dejando de cultivar vínculos con la economía interna, y sujeto a las “leyes de austeridad,” deregularización económica a favor de la privatización del Fondo Monetario Internacional.

Se han hecho atribuciones de intención o de posición de Miguel Ventura y de Cantos cívicos. Sin embargo, la instalación es una celebración de la anarquía del signo (es una concatenación, una cadenita infinita de significantes) y por tanto es imposible desmadejar una “posición” determinada. Asimismo, esperar o pedir que el signo nos de un significado estable ES totalitarismo. La dictadura del significante considera a la suástica como equivalente al Holocausto. Otro totalitarismo manifestado en el mundo del NILC es la dictadura de la pareja heterosexual (ejemplificado por el ideal de Heidi y el general). También se hace evidente el totalitarismo inherente a la excursión bushista a Irak, basada en la declarada “supremacía democrática”, que disfraza intereses económicos. Ello es paralelo a  la pornografía de la soberbia de clase en el poder, cuya violencia jerárquica, equivale a la pornografía de las imágenes de guerra.

Finalmente, el aspecto infantil de Cantos cívicos, manifestado en el colorido atrayente y la sensualidad visual y táctil de la pieza rompe de acuerdo con el modelo Neoliberal, con la distinción Marxista entre el “tiempo de trabajo” y el “tiempo libre.” El “tiempo libre” se considera como el tiempo aparte del productivo (en el que se realizan actividades mecánicas o autómatas) para educarse, entretenerse y desarrollar la creatividad. Cantos cívicos suspende la parte didáctica del arte (heredada al arte del siglo veinte del proyecto de Bertolt Brecht como modelo de una estética de compromiso político) y del trabajo. La suspensión de la pedagogía del arte subraya que el “juego” en el contexto de la Industria de la Cultura, se ha convertido en entretenimiento y por tanto no es una alternativa ni catártica ni liberatoria, sino puros flujos de deseo cristalizados en la forma de entretenimiento industrializado, subrayando la disolución del aspecto crítico del arte. Más aún, podría hacerse una relación entre la captura del capitalismo de la creatividad, que es la base del trabajo inmaterial y el lugar preponderante de la creación de plus valía en el capitalismo tardío.

No es azaroso que la recepción de la pieza enfatice la parte en la que el artista se vista de nazi y por tanto se le acuse de fascista; y tampoco es sorprendente que se le haya dado poca atención a las imágenes de Ventura vestido de indígena, o a las imágenes en las que el artista parodia de las fotos del siglo XIX de antropólogos europeos midiendo a los indios americanos. El sustrato colonial está tan arraigado en el inconsciente colectivo como la ideología de “Blut un Boden” (Sangre y tierra) Nazi. Blut un Boden implica pertenecer por herencia genética a una tierra y por tanto el derecho a eliminar al otro. En la parodia de NILC se hace evidente el sustrato colonial que implica una inversión: la sangre no es igual al derecho a la tierra, sino que la diferenciación entre sangre y tierra equivale al poder simbólico.

 

Obras Citadas

 

·      Theodor Adorno, Minima Moralia: Reflection from Damaged Life, (London: Verso, 1978).

 

·      Theodor Adorno & Max Horkheimer, The Culture Industry, Selected essays, second edition, (London: Routledge, 2001).

 

·      Alain Badiou, An Essay on the Understanding of Evil, (London: Verso, 2001).

 

·      Franco Berardi (Bifo), “The pathologies of hyper-expression. Discomfort and repression” (2006), disponible en: http://www.generation-online.org/p/fp_bifo3.htm.

 

·      Jodi Dean, “Enjoying Neoliberalism” (2004), disponible en: www.long-sunday.net/long_sunday/files/enjoying_neoliberalism.doc.

 

·      José Joaquín Fernández de Lizardi, El Periquillo Sarniento (1822), (México: Fondo de Cultura Económica, 1998).

·      Eduardo Galeano, Las venas abiertas de Latinoamérica (1970), disponible en: www.marxismo.org/files/LasVenasAbiertasdeAmericaLatina.pdf.

·      Isabelle Garo, L’idéologie, ou la pensée embarquée, (Paris: La Fabrique, 2009).

 

·      Marcel Gauchet, La Condition politique, (Paris: Gallimard, 2005).

 

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·      Siegfried Kracauer, From Caligari to Hitler: A Psychological History of the German Film, (Princeton: The University Press, 1947).

 

·      Enrique Krauze, “Cantos Nazis,” REFORMA, 8 de febrero 2009. Disponible en: http://cantoscivicos.blogspot.com/2009/02/enrique-krauze.html.

 

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·      Jonathan Litell, Les Bienveillantes, (Paris: Goncourt, 2006).

 

·                                   , Le sec et l’humide: Une brève incursion en territoire fasciste (Paris: L’arbalete, Gallimard, 2008), y el comentario de Klaus Teheleweit del libro de Litell.

 

·    Lourdes Morales, “El juicio contra Cantos cívicos,” disponible en: http://cantoscivicos.blogspot.com/2009/02/juicio-lourdes-morales.html.

 

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·      Klaus Theweleit, Male Fantasies Vol. 1, (Minneapolis: University of Minesotta Press, 1987).

 

·      Visualizing the Holocaust: Documents, Aesthetics, Memory editado por David Bathrick, Brad Prager, y Michael D. Richardson. (Rochester and New York: Camden House, 2008).

 

·      Sheldon S. Wolin, Democracy Incorporated, Managed Democracy and the Specter of Inverted Totalitarianism, (Princeton and Oxford University Press, 2008).


[1] Le debo esta referencia a mi profesor de arte moderno mexicano, Stephen S. Vollmer.

[2] En el detalle del mural de Rivera, aparecen la suástica junto al signo del dólar al lado del símbolo conocido como fasces, el símbolo Romano del poder asociado a los líctores y magistrados; consiste en un haz de palos y un hacha, que simbolizan el poder sobre la vida y la muerte.

[3] Silvia Gruner, por ejemplo, comparó a Cantos cívicos con Les Maîtres fous de Jean Rouch (1954).

[4] Jonathan Litell, Les Bienveillantes, (Paris: Goncourt, 2006), 25-26; mi traducción del francés.

 

[5] Sabemos que el Nazi no fue el único genocidio del siglo veinte (aunque lo consideremos como incomparable): el exterminio de los musulmanes durante la guerra de los Balcanes, el de los Tutsis en Ruanda, la aniquilación Palestina, la “limpieza social” en Argentina, Brasil o México, que consiste en el asesinato de vagabundos, niños, drogadictos, prostitutas… o “asesinatos políticos” (o “desapariciones”) desde los años setenta de ciudadanos de izquierda. Esto está ligado al impero neo-colonial, el cual, de acuerdo con el científico político Alain Joxe, ejerce hegemonía de dos formas: por medio del genocidio o la amenaza de genocidio o el control vía satélite (aunado a sistemas sofisticados de vigilancia), y por medio de una política del miedo, creando actitudes de servilidad hacia los poderosos.

[6] Ver la “Semblanza Crítica e Histórica de Gottfried Ohms,” disponible en: http://cantoscivicos.blogspot.com/2009/02/gottfried-ohms.html.