febrero 22, 2009

Susana Pliego


CANTOS CÍVICOS

Coleccionar, recopilar, recordar… Significaciones ambivalentes que introducen al ser humano en el ámbito de la memoria. Los símbolos cambian sus significados según el contexto y el momento histórico en el que se utilizan. Muchas veces se retoman por haber significado otra cosa en otro momento, de ahí su polisemia y, por ende, su riqueza.

Ignorar la diversidad cultural y las razones por las que se utilizan ciertos símbolos necesariamente conduce a interpretaciones diversas que muchas veces no tienen que ver con la intención original.

Los personajes de la Historia responden a las ideologías predominantes del momento histórico en el que viven. Por eso, en retrospectiva, un Vasconcelos nazista podría ser a la vez inconcebible e insultante. Y también por eso, el comparar la esvástica con el signo de dólares resulta bastante poco respetuoso para las víctimas del Holocausto, que ni siquiera se mencionan aquí, como tampoco se mencionan otros muertos cuyas vidas también son valiosas: las víctimas de la violencia en nuestro país, las muertas de Juárez, los policías asesinados en la lucha contra la delincuencia organizada, los secuestrados; el caos violento que se vive en estos momentos.

Al sacar de contexto los símbolos, al colocarlos en tensión junto a otros objetos que parecen no tener relaciones evidentes entre sí, pierden su significado original. La superposición y el abarrotamiento de objetos en la instalación de Miguel Ventura es digna de una taxonomía de la “Enciclopedia China” de Borges: colocados lado a lado cuando no parecen pertenecer a un mismo lenguaje o sistema de clasificación. Denotan el sistema de relaciones de poder que justifica las atrocidades cometidas por la humanidad. Muchas de ellas pasan por enfrente de nosotros pero tal parece que, en la sobre-estimulación, ni siquiera son percibidas por nuestra mirada. También el exceso de objetos denota la necesidad excesiva, incluso rapaz, de poseer; misma que está marcada por la sociedad capitalista y que oculta las historias de producción y apropiación de los objetos, valorando la cantidad de éstos, sin importar la pertinencia de ubicarse en algún sitio “adecuado” o de tener una función determinada. Después de todo, ¿Qué no se puede adquirir hoy por internet?

 “Cantos Cívicos” de Miguel Ventura, que se expone en el MUAC, no sólo agrede por estas relaciones disonantes entre los elementos que utiliza y su significados, sino por múltiples elementos adicionales.

Los colores elegidos por el artista: amarillo, rojo y negro logran una mezcla estridente que podría calificarse como agresiva e intimidante. Los animales, vivos y muertos, cuestionan desde la relación del hombre con la naturaleza, hasta el poder que el ser humano ejerce sobre otros seres y sobre el planeta mismo.

Pero la obra también denuncia la mierda. El NILC es un lenguaje creado por Ventura hecho de mierda, en formas bellas, pero mierda al fin. Como espectadores la obra se conecta seguramente con alguna parte de nosotros: la pornografía, el excremento que aunque no siempre es evidente y que puede estar “adornado” con colores y formas que lo esconden,  al fin y al cabo sigue siendo mierda. Los penes y las vaginas se relacionan con jóvenes elegantes y guapos, como si su existencia se redujera a su sexualidad, intimidando, restandoles dignidad. Los políticos corruptos retratados en revistas que retratan a la “alta sociedad mexicana” evidencian la impunidad y la ceguera en la que vivimos. Lo mismo pasa con los cantos que se enseñan en las escuelas y que los niños entonan alegremente sin cuestionar su contenido. Así nos han educado. 

Por otra parte el bombardeo de estímulos visuales, sensoriales y auditivos al que somos sometidos en la obra de Ventura también recuerda nuestra realidad cotidiana: viendo, escuchando y teniendo millones de sensaciones que, seguramente, ni siquiera desciframos: repitiendo argumentos sin cuestionarnos, aceptando que los políticos corruptos sean “absueltos” y se conviertan en modelos aspiracionales; al fin y al cabo se ve que tienen dinero, los acompañan mujeres hermosas y ataviadas lujosamente y viajan a destinos inalcanzables para la mayoría de los mexicanos.

“Cantos Cívicos” trivializa cuestiones que no deberían de ser tratadas superficialmente y que deberían exponerse con una explicación y una significación más profunda. La instalación evidencia los símbolos que han regido a la sociedad moderna, ignora las jerarquías de los objetos y cuestiona la escala de valores sobre la que hemos construido la sociedad en la que vivimos.

Es repulsiva porque saca a la superficie la mierda que es más fácil pretender no ver y dejar pasar: la falta de respeto a la vida humana y animal, la contaminación visual, la estética del deshecho y la inconsciencia y lo alarmante de que existan personajes que aparecen en periódicos mostrando la riqueza amasada en un país en el que reina la pobreza y que, justamente por los sistemas autoritarios en los que vivimos, ni siquiera se cuestiona la procedencia de sus fortunas.

“Cantos Cívicos” puede gustarnos o no, eso dependerá de cada espectador. El aspecto que a cada quien impacta dependerá de su procedencia social, religiosa, racial o alguna otra parte de su historia. Lo cierto es que nos sacude y cuestiona ¿a dónde hemos llegado como sociedad “globalizada”, “postcolonial”, “liberal”, en la que “triunfó” el capitalismo… y la impunidad? Presenta en cierto sentido una visión apocalíptica: lo salvaje que puede llegar el ser humano, la forma en que la ideología y los valores se enseñan a los niños sin tener la conciencia clara de lo que se está transmitiendo, la agresión que representa la colocación de ciertos objetos al lado de otros restando importancia al dolor que estos hayan podido infringir o a sus consecuencias, las justificaciones que el ser humano se inventa para cometer atrocidades.

La esfera del arte está posibilitada para discutir estas cuestiones, para crear conciencia y para cuestionar la ignorancia que impera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario