José Luis Barrios

“Cantos Cívicos habrá que entenderlo no como una sistema espacial de representación más o menos divertido sobre el sexo, el nazismo, la guerra y el arte, sino como un filo maquínico que muestra el deseo como lo que subyace al sistema del arte y del capital contemporáneo. En este contexto esta instalación-cuerpo esquizo de Ventura funge como la puesta en espacio del principio del placer obsceno en el sistema del arte contemporáneo. Y será por ello que empezamos con la figura de la alcantarilla. Las coladeras en las ciudades son en realidad flujos continuos de la plusvalía del goce donde se muestra que la mierda y el desperdicio son derrames de lo que el sistema produce pero desea ocultar. Desocultarlo es la operación que lleva a cabo la máquina de Ventura.”

 

“… el caos aquí habría que entenderlo no como un desorden, sino como el desbordamiento de las formas y los símbolos. Hay que entenderlo en función de la lógica del sistema de enunciación NILC y el modo en que éste establece la cadena de significantes en función, ya no del significante barrado a la manera lacaniana sino del derrame como principio perverso de desplazamiento del goce a través de los signos.”

 

“A diferencia de The PMS Dilemma donde la esquizofrenia del presidente Schreber funcionaba como la bisagra que activaba el desdoblamiento de las fantasías delirantes de la desindentificación de las formas y los enunciados para desmontar la función del lenguaje como la ley del padre, en Cantos Cívicos, Milton Friedman hace la veces de dicha bisagra y se relaciona con los derrames del capital como forma de la esquizofrenia. Se trata de una expansión de la imagen-concepto “Heide Schreber” hacia registros ampliados de la esquizofrenia ya no clínica sino económica: la economía como mero gasto libidinal, que como ya lo pensaran Deleuze y Guattrari, sin duda define la condición del capitalismo global. En este contexto, el personaje Gotffried Ohms –como  cita y enigma– supone, en términos de estrategia estética, el momento de producción de la ficción referencial a través de la cual Ventura introduce el principio de la mano invisible del anarcocapitalismo de Milton Friedman en el sistema de producción y circulación del arte contemporáneo. Cantos cívicos es la puesta paródica en el espacio de la lógica del capitalismo global. Quizá por eso incomode y ofenda a “las buenas conciencias” y al “buen gusto”, pero lo cierto es que esta pieza, al menos desde mi perspectiva, saca a la luz el lado “obsceno” del sistema del arte contemporáneo.”

 

“El trabajo de Miguel Ventura puede pensarse como un sistema de reflexión e investigación sobre las relaciones entre lenguaje y goce. Como todo sistema, se trata de ir expandiendo y desplazando una experiencia y su representación. Esto al menos me parece que es algo que hay que tomar en cuenta respecto al despliegue que va del proyecto The PMS. Dilemma del  2001 a Cantos Cívicos (Castelló 2007, México 2008). Si en la obra del 2001 Ventura parte de las relaciones entre travestismo, esquizofrenia y representación que ponen en juego una lógica de dislocamiento del cuerpo y el deseo a partir de su identidad homosexual –algo que sin duda guarda una relación con ciertas lecturas de género con las que se le podría asociar, no sin cierto apresuramiento–, en  Cantos cívicos la operación se desplaza de esta política del cuerpo a la política del deseo. Las fantasías del presidente Schreber son el motivo sobre el que se construye el dilema y la equivocidad del lenguaje a partir de la triple operación de identificación/desindentificación entre el artista, el delirio del presidente Schreber y Heidi, y con ello la construcción de glifos-caricatura que van desconstruyendo y restituyendo el juego infantil del puro placer. Entonces, la oposición entre el enunciado de ficción Gottfried Ohms con el personaje Milton Friedman, así como su despliegue en el espacio como sistema de significantes en derrame, ponen en juego la excedencia del goce como producción del inconsciente. Se trata de hacer que la pulsión indefinida del goce y del cuerpo se hagan visibles. Algo está claro en el trabajo de Ventura, no sustrae el cuerpo subjetivo del sistema de enunciación, antes bien éste funciona como campo de intensidad que activa el funcionamiento de la máquina. Pero no se trata de hacer del cuerpo gay el lugar panfletario donde se afirma la diferencia, sino de hacer de la clandestinidad de su deseo el  principio que atraviesa el enunciado.”