enero 19, 2009

Olivier Debroise

Hay una muy rara consistencia en el proyecto de Miguel Ventura, que permea el resumen (porque no se trata aún de una “conclusión”) presentado como “El Dilema P.M.S” en la versión del Museo Carrillo Gil. Distingue su trayectoria de los artistas contemporáneos que utilizan la instalación con visos neo-conceptuales, y rehuyen casi siempre toda forma de continuidad en su afán de distanciarse de una “dictadura de lo narrativo” asimilada con medios de expresión opresivos (desde la pintura y la literatura, hasta el cine). Aunque esto les repele a algunos neo-formalistas que abordan la instalación a partir del minimalismo, Ventura se sirve de este medio para configurar una compleja y arcana replica miniaturizada (pero no por ello menos efectiva) de las máquinas de opresión y creación de paranoia. De hecho, quizás sería mejor emplear aquí la palabra “ambientación”, utilizada por los artistas conceptuales de América Latina en los años sesenta, que define mejor su modo de utilizar espacios tridimensionales configurados como “áreas de juego” penetrables, en la intersección entre el escenario teatral, el diorama decimonónico y la “cámara de horrores” circense. … A diferencia de los trabajos de artistas neo–conceptuales, que inscriben en el recinto museográfico objetos “reales” (encontrados, transformados o a manera de “proyectos”), esta modalidad implica un uso sistemático del simulacro, reconstrucciones artificiales de atmósferas, en las que diversos objetos están puestos en escena, vinculados unos a otros, y ensamblados en un sistema lógico declaradamente desprendido de lo real, … una práctica ya común, que implica envolver al espectador en un continuum sonoro y visual, reintroduciendo así un tempo narrativo —aunque alterado— en una construcción ambiental interactiva.

Olivier Debroise, “Enigma-Ventura”

No hay comentarios:

Publicar un comentario