Respuesta de Juan de Nieves a Soledad Loaeza
y la respuesta de Soledad Loaeza a Juan:
Distinguida Sra. Loaeza,
Me permito escribirle unas notas en referencia a su reciente artículo sobre la exposición “Cantos Cívicos”, inaugurada hace unas semanas en el nuevo Museo Universitario de Arte Contemporáneo, MuAC.
Déjeme decirle en primer lugar que esta exposición tiene un autor. Quizás se deba a un simple despiste, pero no deja de extrañarme que usted lo obvie en su texto. Con independencia de nuestra opinión -bien sea negativa o por el contrario laudatoria- creo que es norma básica referirse a los autores por su nombre y no solo por el título de sus obras. Este detalle, que quizás a usted pueda parecerle insignificante, presupondría un mínimo respeto hacia quien se ha tomado el trabajo de escribir una novela, o de filmar una película…o de realizar una pieza artística, como es el caso que nos ocupa.
Bien, el nombre del artista que firma esta exposición es Miguel Ventura. Sin embargo, pudiera parecer leyendo su texto que una mente malévola ha producido por ciencia infusa semejante exhibición –y cito textualmente- “insensible e ignorante”.
Es su opinión. Y como tal se ha de respetar, por más que sus palabras anteriores no transmitan demasiado respeto por la obra de Miguel Ventura. El trabajo de los artistas a través de sus proyectos y exposiciones debe estar abierto –faltaría más- a la opinión pública. Es más, poco sentido tendría una obra si no estuviera sujeta a la interpretación y al análisis, nunca unívocos, de la audiencia. En ello radica uno de los aspectos más esenciales de toda manifestación artística.
Pero no menos cierto es que a veces las interpretaciones discurren por sendas insospechadas hasta para el mismo autor. Ello no las deslegitima ya que siguen amparándose en la libertad de pensamiento y de opinión, pero por ese mismo motivo también son susceptibles de ser contestadas o reprobadas desde otras posiciones. El propósito de mi carta, Sra. Loaeza, no es convencerla, sino más bien el de ejercer mi derecho a la réplica.
Comparto con usted y con el 99’99% de los hombres y mujeres de bien el repudio más absoluto por los crímenes producidos durante el régimen nacionalsocialista y por el exterminio de 6 millones de judíos, homosexuales y otras etnias marginales. Afortunadamente, hoy en día son una pequeñísima minoría quienes aún permanecen anclados en esa forma de pensamiento fascista, nostálgico y atroz. El proyecto “Cantos Cívicos” de Miguel Ventura, huelga decirlo, no constituye ni por asomo una apología de tales regímenes (tal y como reza la advertencia –estoy de acuerdo con usted, no demasiado afortunada- situada al inicio de la exposición).
Pero déjeme decirle también que este proyecto no se centra explícitamente en una denuncia expresa de dichos regímenes. No es ese su sentido ni su razón de ser. Y digo esto sin restar importancia a algunos textos y composiciones fotográficas (que sin duda usted habrá detectado durante su visita) que resultan bastante obvios en cuanto a su componente revisionista y crítico. Me refiero a los textos editoriales firmados por Vasconcelos y otros autores, y publicados en los años cuarenta en la revista Timón. Publicación que, como usted bien sabe, fue rápidamente prohibida por la secretaría de Gobernación debido a su clara ideología filonazi.
Le menciono también ciertas composiciones fotográficas en las que a partir de un retrato de Hitler se suceden en cadena los de otros personajes más o menos célebres –políticos, artistas, empresarios, etc- de los que se conoce su inequívoca filiación con el régimen nazi. Todos ellos aparecen en el libro “Los nazis en México” de Juan Alberto Cedillo, publicado por la editorial Random House Mondadori en 2007, el cual estoy seguro usted conocerá.
Aún así -y teniendo también en cuenta el tono obviamente paródico de ciertos retratos alemanes de la época así como de los portarretratos que los enmarcan, o de la utilización infantilizada de la svástica que aparece tapizando algunos de los muros de la exposición- quiero precisarle de nuevo que este proyecto no pretende constituirse en una denuncia explícita al nacionalsocialismo. Ningún sentido pues, al menos para el autor y para este proyecto, incluir otros elementos o imágenes (tal y como usted sugiere con los campos de concentración o el Holocausto) relacionadas con tal drama. Ese, hubiera sido otro proyecto, muy respetable seguramente, pero no el de Miguel Ventura.
Entiendo muy bien el dolor que puede suponer para los miembros de la comunidad judía, y quizás también para otras personas, encontrar en un proyecto artístico ciertos símbolos o imágenes que remiten directamente a un episodio de la historia tan atroz. Pero el tema de la exposición, o uno de ellos, es precisamente provocar una reflexión sobre los tabúes que aún hoy en día nos atenazan, y en definitiva nos hacen menos libres. Otro de ellos por cierto es la utilización de animales, de ratas, a las que por cierto usted encuentra “repugnantes”. Una apreciación sin duda compartida por casi todos nosotros, pero no por ello menos injusta con una especie animal con la que compartimos casi al 100% el mismo cuadro genético. Una especie mucho mejor considerada en otras culturas, en donde se le rinde culto.
Sra. Loaeza, “Cantos Cívicos” es una ficción. Una ficción compleja y desde luego nada inocente que proviene de la cabeza de un individuo al que usted no le pone nombre y apellidos. Un individuo con una biografía, seguro que muy diferente de la suya y de la mía, con otras circunstancias vitales que por fuerza han condicionado sus actuaciones en lo personal y en lo profesional. Con todo derecho a expresar libremente su pensamiento y su posición –bien escéptica por cierto- ante la realidad del mundo en el que vivimos. “Cantos Cívicos” es, como digo una ficción, que se permite acudir a ciertos episodios de nuestra historia pasada pero también de la actualidad, y es por ello que exhibe sin pudor las fotografías menos amables de los soldados norteamericanos muertos en la guerra de Irak. Muchos de ellos, por cierto, inconscientes de los propósitos oscuros de aquellos que los estaban conduciendo a una muerte segura. Ignorantes del horror en los campos de concentración de Guantánamo, los cuales tampoco aparecen representados en ninguna parte de la exposición.
“Cantos Cívicos” representa un mundo extraño en donde, por una vez, esos pequeños roedores dictan las normas a seguir. Allí van a vivir durante unos meses a salvo del mundo exterior, observando a través de los cristales de su bioterio como se despliega esa abigarrada pinacoteca de retratos del pasado y caras del presente: una feria de vanidades de la que nadie escapa, ni los soldados alemanes ni los americanos, ni los personajes impecables del mundo del arte, ni los alegres jóvenes de sociedad.
El proyecto de Miguel Ventura es una interpretación enloquecida del mundo que le (nos) ha tocado vivir. Su estrategia como artista no pasa por la complacencia ni tampoco por el dictamen moral, más bien se encarga de representar, con una buena dosis de mordacidad, un territorio abismal en el que nosotros -visitantes de diferentes orígenes culturales, sociales, políticos- hemos de situar nuestros limites. Aunque también, como ha quedado claro a tenor de las reacciones de cierto sector de la audiencia, nuestras limitaciones y prejuicios.
Cordialmente
Juan de Nieves
Curador de la exposición “Cantos Cívicos”
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Señor de Nieves:
He leído detenidamente su mensaje y me percato de que usted se centra en la defensa de la libertad de expresión. Es innecesario, precisamente porque creo que el señor Ventura puede ostentar las creencias y posiciones políticas que mejor le convengan, mis observaciones no están dirigidas a él. Por cierto, la cita textual que usted menciona, no es tal,no me refiero a una "mente malévola" "insensible e ignorante", sino a una "exhibición de insensibilidad e ignorancia" --ésto si es textual.
Sin embargo, su respuesta a mi artículo me conduce a reconsiderar mi postura inicial en relación con el artista y sus intenciones. Usted pierde de vista que mi principal objeción a "Cantos cívicos" es la equiparación del nacionalsocialismo con otras experiencias históricas, la cual,a mi manera de ver, trivializa acontecimientos que no se prestan a comparaciones. Establecer equivalencias con el imperialismo estadunidense o con el gobierno de Carlos Salinas es caricaturizar un doloroso y vergonzosísimo episodio de la historia contemporánea. Tan es así que me permito señalarle que en Guantánamo no hay campos de concentración,sino una cárcel, ignominiosa y cruel, pero de ninguna manera comparable a Treblinka o Auschwitz.
En su mensaje usted defiende el derecho del señor Ventura a no condenar el nacionalsocialismo, a no emitir un juicio moral al respecto. Me permito cuestionar la idea de que puede hacerse un despliegue de grandes dimensiones del nacionalsocialismo, sus símbolos y personajes centrales, sin condenarlo. Francamente,no se me ocurre ninguna otra razón para ofrecer al joven público universitario, y al público en general, esas imágenes, si no es justamente para señalar y reprobar sus crímenes.Más aún, ahora que usted me explica que no era el propósito del señor Ventura hacer una denuncia explícita de ese régimen, y tampoco un "dictamen moral", creo entender porqué no incluyó ninguna referencia al Holocausto ni a los campos de concentración.
En cambio, a la luz de su explicación me resulta incomprensible la participación de la Universidad en ese proyecto. Entre sus muchas obligaciones está la formación de los estudiantes, y por ello quiero decir algo que va más allá de la información, hablo de la transmisión de valores, de referentes a partir de los cuales se puedan emitir juicios de valor en relación con acciones que denigran y destruyen tanto a quien las comete como a quien las sufre. Si acaso las autoridades universitarias competentes creen que deben mantener una posición neutral ante crímenes de lesa humanidad, y sus perpetradores,entonces incurren en una grave omisión.
Mi interpretación de la exhibición del señor Ventura no discurre "por una senda insospechada", como usted apunta. Repito:el Holocausto es consustancial al nacionalsocialismo, por esa razón, la cruz gamada evoca de manera inescapable esos crímenes. Le aseguro que esa relación no es producto de la libre asociación.
Por más vueltas que le doy no encuentro manera de responder a su reproche por haber llamado "repugnantes" a las ratas.
Atentamente
Soledad Loaeza
Entrevista con Francisco Castro Leñero
ResponderEliminarMILENIO DIARIO
SUPLEMENTO LABERINTO
'Guía Visual
¿La UNAM silenciada?
Magali Tercero
http://magalitercero.arteven.com
En los noventa algunos compositores e intérpretes de música contemporánea contaron a esta cronista cosas increíbles sobre la vida en el Conservatorio Nacional de Música de México. Por ejemplo, la historia del alumno que se hizo un piano de cartón para practicar durante las clases porque la escuela no tenía instrumentos suficientes. Después de conocer situaciones actuales del mismo corte, está claro que tres lustros no sirvieron para mejorar el desempeño de los gobernantes.
Azorada y muy escéptica, reflexiono sobre esta declaración del reconocido pintor Francisco Castro Leñero, nacido en 1954: “Durante el último semestre estuve comprando el papel para mis clases en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) porque ya no había presupuesto”. Ante el posible autoritarismo en la UNAM y la cuestionable pertinencia de un megamuseo de arte contemporáneo en CU, esta información indigna cuando se piensa en los aproximadamente 240 millones de pesos invertidos en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). El artista cuenta que ante la construcción del museo, de la que no se informó en la ENAP, "y como parte de una escuela universitaria que está hasta Xochimilco, planteé a Rectoría que también debían crearse escuelas para darle un espacio mejor a la enseñanza en el Centro Cultural Escultórico. La ENAP, que no es céntrica, tiene galerías que jamás son visitadas. Me parecía muy lógico, pero no hubo respuesta”.
Castro Leñero, profesor muy querido en la ENAP, refiere que la escuela de arte más importante del país ha estado al margen del MUAC. “Nunca hubo convocatoria universitaria para una institución que es el origen de muchos de los grandes artistas contemporáneos de México; Gabriel Orozco salió de aquí, y muchos otros”. Castro Leñero se disculpa porque puede estar siendo poco objetivo: “Desde dentro esto se ve como un proyecto que no involucró a los universitarios, que se le regaló a personas que no forman parte de la comunidad y que no trataron de vincularse. Soy un profesor con 25 años en la ENAP. Estoy metido ahí. No soy un visitante ocasional de Xochimilco”, insiste.
¿Por qué no se pronuncia la comunidad universitaria? ¿Por qué no se cuestiona la trayectoria de los funcionarios del MUAC?, pregunto. El artista afirma que ha habido pronunciamientos en la UNAM, pero no respuesta pues la ENAP está fuera de la vocación y las decisiones universitarias: "No se nos hace caso. Finalmente un museo se crea por decisión política. En el inicio, funcionó para crearle una imagen al ex rector Juan Ramón de la Fuente. Eso permitió que corriera con fluidez. ¿Cómo tener un gran museo si la escuela de arte más importante carece de todo? Sé que Ignacio Salazar, el director actual, está tratando de vincularse con el MUAC. Luis Argudín, José Miguel González Casanova, Eloy Tarsicio y yo creamos los talleres La Colmena para estimular la producción de los jóvenes ya no como estudiantes sino como artistas. Arquitectónicamente el MUAC ha roto la armonía del CCE. ¿ES la UNAM la que debe, cuando hace 40 años no se construye un museo, ser la vanguardia del arte contemporáneo? No deberíamos ser aguafiestas, pero esto es muy costoso¨, reflexiona el entrevistado.
"Artistas y movimientos marginados": Francisco Castro Leñero
Por último, señala una escasa presencia de pintura. “Nuestra generación sabe que estará ausente del MUAC porque no hay interés. La era de la discrepancia, exposición de Olivier Debroise y Cuauhtémoc Medina, era claramente manipuladora del pasado reciente. Hubo una intención de dejar fuera a artistas y movimientos de los setenta en los que participamos muchos. Esto no abre esperanzas. Ellos seguirán decidiendo lo que creen que es una visión histórica del arte contemporáneo mexicano. Una institución pública debería ser imparcial, no es una galería ni un museo privado. Está obligada a mostrar un panorama. Como ciudadanos, como profesores, muchos sostenemos que el MUAC no puede dedicarse a un solo grupo. Hace falta transparencia. Hay mucha difusión pero no información”, termina Castro Leñero, representado por sólo dos cuadros en la nueva colección, uno que ya pertenecía a la UNAM y otro comprado a la galerista y curadora Patricia Sloane.
Enero 2009