febrero 28, 2009

MILENIO. Nicolás Alvarado

Merde!

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Lunes, 2 Febrero, 2009

Metonimia en un retrete

No suelo emplear la palabra retrete. A lo que los angloparlantes todos (y los hispanoparlantes pudibundos) se refieren como WC, mi familia llama inodoro y mi mujer denomina excusado. Así, yo le digo a veces inodoro y a veces excusado, consciente siempre de estar jalonado entre el léxico de mi vida pasada y el de mi vida presente. No puedo, sin embargo, en el muy particular caso que aquí me ocupa, servirme de uno u otro término. Y es que lo que se alza en el baño de mi casa resulta a veces fétido y con frecuencia todavía mayor inoperante, lo que me lleva a la obligación moral de no servir de tapadera a su hedor esporádico o a su conspicua inexcusabilidad. Ergo retrete.

La culpa es nuestra. Mía y de mi mujer (y aquí sí vale decir que el burro —¡burrísimo!— va por delante). Un mal día nos dirigimos con pingües ilusiones pero presupuesto más bien exiguo a una tienda abocada a la venta de muebles de baño, dispuestos ambos a comprar un excusado. Pronto dimos con un modelo cuyo diseño nos entusiasmaba, al menos hasta donde puede entusiasmar semejante aparejo. Al preguntar el precio, el dependiente nos enfrentó a una decisión: optar entre tres artefactos de idénticas líneas, sólo que uno fabricado en Italia, el otro calcado en México y el tercero pirateado en China. El italiano costaba 6 mil pesos, el mexicano 3 mil y el chino 2 mil. En un ataque de mala planeación prospectiva optamos por el tercero.

Nuestro retrete de seductoras formas milanesas y barata ingeniería cantonesa deja escapar el agua. Además, el mecanismo para jalar la cadena se atasca con frecuencia. Y, por si fuera poco, su funcionamiento acusa una enojosa tendencia a estancarse (y eso que somos un matrimonio de estreñidos). En suma, nuestra ganga china (“chinaderas”, las llama un amigo ingenioso) fue hecha para albergar mierda y, en un caso de metonimia asombrosa, ha terminado por revelarse una mierda.

Merde!

Escatología en una crítica
(o, peor, en dos)

El retrete chino de mi casa es, pues, una mierda. Como también lo son el radio portátil que regalé a mi abuela (no logra sintonizar la mitad de las estaciones de AM), mucha de la ropa que vende cierta cadena española (pasadas dos lavadas, se desgarra o se decolora) y los puros que ofrecen los vendedores ambulantes en las calles de La Habana (son infumables, y no por su mal sabor, sino porque su resequedad los hace muy literalmente imposibles de fumar). Acudir a la caca como metáfora para describir tales mercancías me parece cosa justa: productos de deshecho, su falaz basalidad no amerita sutileza o miramiento alguno a la hora de hacer su merecida condena.

Mucho me guardaría, sin embargo, de dictaminar que tal o cual obra de arte es una mierda. Y es que algo hecho con rigor, esfuerzo, reflexión y talento —por nimios o incluso perniciosos que nos parezcan éstos— merece más sólidos argumentos a la hora de hacer su crítica, aun si unívocamente negativa. Zola es un escritor que me disgusta sobremanera pero jamás diría que su Germinal —novela que aborrezco— es una mierda: diría que su presunto cientificismo me parece tramposo, que sus estrategias narrativas me resultan manipuladoras, que su halo justiciero se antoja maniqueo… y me sentiría en la obligación de argumentar tales percepciones personalísimas. E idéntico trato acordaría a las esculturas de Sebastián, las sinfonías de Tchaikovsky o las películas de Reygadas, cuyo valor se me figura en extremo cuestionable pero que no pueden ser —no son, por ser productos artísticos, lo que lo impide por definición— una mierda.

Así, lamento que, a propósito de la instalación Cantos cívicos de Miguel Ventura, actualmente en exhibición en el Museo Universitario Arte Contemporáneo, hayan sido publicados dos textos que la dictaminan, justamente, una mierda: uno del analista político Leo Zuckermann en Excélsior, otro de la crítica de arte Avelina Lésper en el suplemento Laberinto de este MILENIO Diario. No tengo sino admiración por el trabajo provocador y osadísimo de Ventura y por la valentía de las autoridades de la UNAM al dar cabida a su obra en su flamante (y hoy observadísimo) museo. Pero eso es lo de menos: podría incluso compartir la opinión negativa de ambos. Lo que estimo grave es que dos personas que se dedican a la reflexión escrita recurran a una estrategia visceral y elemental en lugar de apelar a argumentos para establecer un juicio crítico.

Merde, alors!


http://www.milenio.com/node/158827

ESTO NO ES LITERATURA. Saúl Ordoñez

VIERNES, FEBRERO 27, 2009

Trigésima colaboración para x7

¿Nazis en el MUAC?

Hace unas semanas, tuve el placer de visitar el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), ubicado en la zona cultural de Ciudad Universitaria, en el Distrito Federal. Este espacio fue inaugurado el 24 de noviembre del año pasado y se une a otros consagrados a exhibir al público el arte que se realiza en nuestros días, como el de Arte Moderno y, especialmente, el Rufino Tamayo y el Carrillo Gil, todos ubicados en la capital del país. En provincia, sólo el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Monterrey está dedicado expresamente a exhibir las expresiones artísticas más recientes con una envergadura e importancia similar a la de los otros antes mencionados. ¿Por qué hay esta centralización de espacios dedicados al arte contemporáneo, y la consiguiente pobreza en el resto del país?

Una primera respuesta, tristemente verdadera, es que la centralización no se limita a los espacios de exhibición del arte contemporáneo, sino a la oferta cultural en general. Más aun, citando mal a Rimbaud, podemos afirmar que, de la provincia, 
la verdadera vida está ausente, porque se encuentra en el D. F. Los provincianos somos ciudadanos de segunda. Y, en parte, somos culpables de ello. Como dijo el estudioso del arte y curador Cuauhtémoc Medina, si queremos que los chilangos vengan a la provincia y nosotros no tengamos que trasladarnos a la capital, debemos crear una oferta cultural propia, que valga la pena, que sea valiosa. No más municipálida.

Una segunda respuesta es que, a partir de la década de los setentas, el Estado abandonó su política de coleccionismo. Ahora, las más importantes colecciones de arte contemporáneo son privadas: la de la Fundación Jumex, la de Coppel y la de Telmex, que, afortunadamente, generalmente están disponibles para el público en sus propios espacios o en otros. Lo que distingue a la colección de arte contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es que es la más grande y verdaderamente pública, con unas 19 mil piezas en su haber. Como señala María Minera en sus críticas al MUAC, publicadas en 
Letras Libres en enero y febrero de este año, y disponibles en el sitio electrónico de dicha revista, el MUAC no exhibirá una muestra permanente de la colección de la UNAM, sino al menos cuatro exposiciones temporales simultáneas, en dos ciclos anuales: primavera-verano y otoño-invierno. Lo cual es tanto positivo como negativo; lo primero, por la variedad que podremos disfrutar; lo segundo, porque debería haber una exhibición permanente de al menos algunas piezas para esbozar una historia comprensible –que no se ha hecho del todo, que está en pañales, con algunos intentos muy valiosos, como La era de la discrepancia, exposición realizada en el Museo Universitario de Ciencias y Artes, también de la UNAM– del arte contemporáneo, especialmente en México.

Lo primero que sorprende del MUAC es el edificio, diseñado por el arquitecto mexicano Teodoro González de León. Ciertamente es monumental. Y es difícil llenar un espacio tan grande con obras de calidad.

Actualmente, el MUAC alberga cuatro exposiciones: 
Recursos incontrolables y otros desplazamientos naturales, curada por Olivier Debroise, quien lamentablemente falleció el año pasado; Las líneas de la mano, a cargo de Jimena Acosta; El reino del Coloso, el lugar del asedio en la época de la imagen, a cargo de José Luis Barrios, y la monumental instalación Cantos cívicos, del Nuevo Consejo Interterritorial de Lenguas (NILC, por sus siglas en inglés) y el artista norteamericano, nacionalizado mexicano, Miguel Ventura. Desde su creación, NILC se ha dedicado a cuestionar los regímenes totalitarios, apropiándose de sus discursos y parodiándolos.

Y eso es precisamente lo que hace en 
Cantos cívicos, instalación inaugurada con un performance y repleta de todo tipo de parafernalia nazi. A la entrada de la misma, un letrero nos advierte que ésta puede herir algunas susceptibilidades, pero que no se trata de una apología, muy al contrario, es una crítica. Esta advertencia, que de antemano pretende dirigir el pensamiento del espectador e impedir los cuestionamientos, es completamente innecesaria, pues, al visitar esta pequeña Disneylandia nazi –¿esto no es un pleonasmo? –, colorida y sonora, uno no puede tomarla en serio. Así, sorprende que intelectuales de la talla de Leo Zuckerman, Enrique Krauze, Soledad Loaeza y la propia María Minera, se hayan mostrado indignados anteCantos cívicos, a la cual han acusado de tener un discurso antisemita, de simplificar y trivializar el Holocausto, y de realizar comparaciones chabacanas entre éste y la situación actual. ¿Qué obra están leyendo? ¿Cómo lo están haciendo? ¿No están mostrando sus prejuicios y realizando una interpretación perversa de la instalación, en la que proyectan sus propios prejuicios, creyendo ver fantasmas que realmente no están ahí?

Lo único que me parece indignante de 
Cantos cívicos es la advertencia que la acompaña, de la que he hablado arriba. ¿Es que las autoridades del MUAC nos creen a los espectadores tan inocentes –por utilizar una palabra políticamente correcta? Si es así, tal vez tengan razón, en vista de la polémica que ha levantado la instalación.

¿Tal vez lo que nos molesta es que 
Cantos cívicos nos muestra las relaciones entre el nazismo y la política contemporánea, y desmitifica a personajes como José Vasconcelos, quien, a principios del siglo XX, dirigió una revista abiertamente ultraderechista? Sí, José Vasconcelos era de ultraderecha –ahí está su megalomaniaco proyecto nacionalista, cuyos frutos no fueron todos malos, he ahí, al menos, el muralismo; proyecto claramente explayado en La raza cósmica–. Como también lo fue Gerardo Murillo, el Dr. Atl, quien pretendía crear una perfecta sociedad de intelectuales. Pero, ¿su posición política, estemos de acuerdo con ella o no, le resta valor al pensamiento de Vasconcelos, o a las pinturas del Dr. Atl? Me parece que no. Debemos aceptar que la ultraderecha era una corriente política en boga a principios del siglo pasado, y que ha recobrado gran fuerza en años recientes, lo que sí debe preocuparnos.

Un par de ejemplos más. El novelista francés Lous-Ferdinand Céline. No podemos negar que era un antisemita, un misógino, finalmente, un total misántropo; pero ¡qué bella prosa tiene!, y ¡qué conocimiento de las luces y sombras de la condición humana! No defiendo la ideología de Céline, pero me encanta su obra. Y Elfriede Jelinek. Ella se apropia de un discurso ultraderechista, y de uno misógino, pero para cuestionarlos. Nadie la acusaría de despreciar a las mujeres ni de odiar a los extranjeros, ¿porque es una mujer y descendiente de judíos?

Es hora de desmitificar el Holocausto. Es cierto que fue un crimen horrible, de proporciones mayúsculas, que mostró toda la maldad a la que puede llegar el hombre para con sus semejantes. Pero no ha sido el único. Y, ¿qué hay del conflicto entre israelíes y palestinos? No debemos olvidar que Israel es uno de los países más fuertemente militarizados, y que incluso posee armas nucleares. Pero, por supuesto, Estados Unidos jamás se opondrá a uno de sus principales socios.

El Holocausto está en la casa de al lado cada día. Y no nos damos cuenta. En Inglaterra, una mujer de clase baja que se hizo famosa en
realitys, Jade Goody, enferma de cáncer, desahuciada, ha vendido la historia de su muerte a los medios para garantizar un futuro económico a los hijos que dejará huérfanos.

Podríamos empezar por dejar de llamar al asesinato multitudinario de judíos –y discapacitados, gitanos, homosexuales, “diferentes”, de los que muy pocos parecen acordarse– por parte de los nazis, como Holocausto. ¡Y con mayúscula! Un holocausto es un sacrificio que se hace a la divinidad para dar gracias o hacer una petición, es un ritual lleno de sentido. La matanza de inocentes, en cualquier lugar del mundo y por cualquier motivo, carece de sentido. Es genocidio, nada más.

La realidad ha rebasado las pesadillas más oscuras que pueda engendrar el arte; 
el sueño de la razón produce monstruos, título Goya a uno de sus más siniestros grabados. Sin embargo, el arte es bueno, al menos porque nos obliga a reflexionar sobre la realidad. Y sí, Cantos cívicos es una provocación, ante la que debemos responder con inteligencia. Y sí, todos somos ratas corriendo ciegamente en un laberinto cuya salida es la muerte, como dice una canción dePlacebo. Y no me molesta ser una rata, pues son animales muy inteligentes y prósperos.

Invito a los lectores a visitar el MUAC, del que seguiré hablando en un par de colaboraciones siguientes, y formarse su propia opinión. A mí no me hagan caso. No le hagan caso del todo a nadie. Busquen su propio camino en el laberinto. El trayecto es lo importante; el fin, el mismo.

Gottfried Ohms

 Semblanza Crítica e Histórica de Gottfried Ohms

“Es curioso, desde luego, averiguar cuál es la impresión general que se deriva de la exhibición mexicana. ¿Revela ella una personalidad racial definida? ¿Posee unidad el desarrollo secular, no obstante que la Colonia representa la intervención de una raza de sello vigorosa, de creencias y hábitos tan diversos del indígena? Otras muchas preguntas surgen asimismo, a saber: ¿Hasta qué punto lo colonial prescindió del indígena, lo modificó radicalmente? ¿Hasta qué grado los pintores indígenas y mestizos de la colonia encarnaron el sentir hispánico? ¿Pudo en ellos la cultura importada más que el sentimiento ancestral?[1]

 Gottfried Ohms es el artista oficial del NILC. La crítica internacional de su trabajo recuerda a la elucidación de Vasconcelos sobre la recepción de los críticos neoyorkinos de una exposición de una exposición de arte mexicano en 1940. Según Vasconcelos, el arte mexicano se recibe en el norte con la sorpresa de ser un arte pagano que subraya un abismo entre lo indígena y lo colonial y entre lo indígena y lo contemporáneo. Paradójicamente, los críticos neoyorkinos se esforzaron por en encontrar la influencia indígena en el arte contemporáneo Mexicano.

Con ecos a las elucidaciones vasconcelianas, la crítica sobre el trabajo de Gottfried Ohms (Mexico, n. 1957), se ha preocupado mucho por analizar las cualidades ‘auténticas’ de su identidad mexicana y por la contradicción que surge en cuanto a su posición de intelectual globalizado y orgánico. Para el crítico y curador Juliano Malami, la “latineidad” de Ohms tiene que ver su lenguaje estético de “hacer trampa,” al doblar códigos, y por mezclar a la tradición a la velocidad de la transformación del mundo actual. Para Malami, Ohms presenta en su trabajo un mundo que incluye una comprensión profunda de la problemática del tercer y primer mundo, al igual que una mirada a la industrialización, a la conceptualización, y a la explotación.

De acuerdo con el crítico de la segunda generación de la escuela de pensamiento de Frankfurt, Florian Fluch, lo que es ‘auténtico’ y específicamente mexicano del trabajo de Ohms se construye en la oposición  de los signos universales del tercermundismo (débris, escasez, desperdicio industrial) contra el legado cultural y la neutralidad del Arte Povera. Ello aunado a un optimismo científico y una sensibilidad por la escultura post-minimal. Por tanto, para Fluch, las referencias que hay en el trabajo de Ohms a la ‘neutralidad’ y al ‘optimismo’ de la historia del arte occidental reciente coexisten con una sensibilidad tercermundista. ‘Aufgehoben,’ estos elementos constituyen lo ‘auténtico’ de su práctica estética mexicana por medio de la hibridización de las tradiciones esculturales Norte Americanas y Europeas.

Ambos críticos coinciden evidentemente en que la práctica de Ohms constituye un mélange de la tradición artística  (aparentemente ajena a la propia tradición artística de Ohms) y una doble cara que mira a los problemas de ambos, el primero y el tercer mundo. Entonces, según Fluch, lo que está en juego en la recepción crítica de Ohms es la evaluación y la inclusión de su trabajo en el mainstream global. Esto se manifiesta para Fluch, en otra oposición, esta vez creada por la idea de ‘retraso cultural’ y la ‘calidad estética’; más que una relación dialéctica, estos elementos constituyen el ‘double bind’ de la dominación prevalerte en occidente del discurso que subraya a la voz de los marginalizados (y antes silenciados) como desviada del modelo establecido de producción cultural. Para Fluch y otros, el arte hoy es facticidad (lo opuesto de lo ideal), y por tanto, el arte es el producto de la influencia socio-económica y cultural de la región de la que el artista provenga. Por lo tanto, para Fluch, las “comunidades marginadas” que entran en diálogo con los discursos hegemónicos invariablemente alzan la sospecha de que la comunidad en cuestión pueda o no tener competencia linguística dentro o fuera de los términos de los discursos hegemónicos. Otro problema que surge es que el reconocimiento de las prácticas no-hegemónicas se difiere sin fin y entonces la lógica de la afirmación e inclusión del otro constituye una paradoja, ya que se considera que el artista marginal entra al sistema simbólico ya sea desde un sistema que es inferior al que el norte, u occidente manejan o se entra tarde.

En una línea de pensamiento similar y problematizando los puntos de Fluch y Malami, el crítico local Manuel Coventic argumenta que el reconocimiento de la práctica de Ohms en el mainstream hegemónico global se debe a que desde los años noventa, el sistema hegemónico encontró el potencial de crear plus valía por medio de la restitución de las prácticas de la “minoría” y al acomodarlas en las prácticas hegemónicas globales. El éxito internacional de Ohms, por tanto, se mira no como cuestión de calidad sino como el resultado de la discriminación positiva. ¿Se ha perdido a caso, el criterio de calidad estética a la hora de juzgar y discutir obras de arte? La recepción de Ohms en este caso, es prueba de la actual crisis de la legitimiazación de obras de arte.  Independientemente de esta crisis, o de la crítica ciega en el exterior de su trabajo, el NILC tiene gran orgullo en apoyar el trabajo de este genio creativo nacional, que es testimonio de la gran riqueza cultural del Reich.



         [1] José Vasconcelos, “Arte mexicano. La reacción que produjo en la Crítica extranjera la exposición “Dos Mil Años de Arte Mexicano” en la Ciudad de Nueva York. Timón. Revista Continental, Vol. 2, No. 17, 15 de junio de 1940, p. 9. 

febrero 26, 2009

LA JORNADA MICHOACÁN

usted está aquí: miércoles 25 de febrero de 2009  cultura  invitan a la mesa de debate muac y los discursos del arte contemporáneo en méxico

La Gestoría y el Taller de Gráfica Contemporánea buscan incorporar al estado en la discusión

Invitan a la mesa de debate MUAC y los discursos del arte contemporáneo en México

Con la participación de especialistas, la cita es en el MACAZ el próximo viernes a las 19 horas

CARLOS F. MARQUEZ

Aspecto del MUAC, ubicado en el Centro Cultural Universitario de la UNAM, en la ciudad de México
Lupa
Aspecto del MUAC, ubicado en el Centro Cultural Universitario de la UNAM, en la ciudad de México Foto:CRISTINA RODRIGUEZ

La empresa cultural La Gestoría y el Taller de Gráfica Contemporánea “La Pezuña” buscan incorporar a Michoacán a los temas de debate que en el ámbito del arte actual se están generando a nivel nacional, en razón de ello han organizado la mesa de debate “MUAC y los discursos del arte contemporáneo en México”, en la que participarán especialistas como Luis Orozco y Argelia Castillo.

A través de esta mesa de debate, los organismos promotores de esta iniciativa pretenden involucrar a la comunidad artística de Morelia en la reflexión alrededor de la “controversial creación del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) por parte de la UNAM y su analogía con los discursos del arte contemporáneo en el país”.

El diálogo en torno a este tema se realizará el próximo viernes en el Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” y participarán del debate Pilar Villela Mascaró, Luis Orozco, Argelia Castillo y Roberto Sánchez Benítez.

Para atisbar el tenor que podría tener este debate, es preciso hacer un breve recuento del tema a tratar. El Muac comenzó a construirse en el año 2004, pero abrió sus puertas hasta el 25 de noviembre del 2008 y algunos comentarios alrededor de este proyecto lo identificaban como un post-museo, pues su contenido central no lo constituían tanto los proyectos curatoriales, sino la experiencia del público en la apreciación del arte. En síntesis, se presentó como un recinto público de arte contemporáneo.

La controversia que se encendió en torno a este recinto no se derivó del ejercicio de los recursos públicos en una obra de gran magnitud como es recurrente en este tipo de proyectos, sino de los discursos artísticos en las obras de arte inaugurales, particularmente la instalación Cantos cívicos, en la que su autor Miguel Ventura emplea diversos elementos de origen nazi como las suásticas, fotografías de generales nazis y cantos marciales.

Lo que fue planteado por el autor como una crítica a la ideología del nazismo fue interpretado como una apología por plumas conservadoras como las de Zuckermann, Enrique Krauze y Soledad Loaeza.

En conclusión, las ideas están en el aire para atizar una interesante discusión sobre el papel del arte en nuestro país, su relación con los museos y sobre todo con los criterios estéticos de valoración en los espectadores neófitos y especializados. La cita es en el Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” el próximo viernes a las 19 horas.

Respuestas a Jesús Silva-Herzog Márquez

http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/el_blog_de_jess_silva_her/2009/02/añoranzas-cívicas.html


Sin duda el artista tiene derecho a decir lo que quiera. Pero justamente porque sí tiene un argumento. La exposición no es una colección disparatada de objetos, sino una edición, un "recorta y pega" de símbolos que lo que quieren es provocar una reflexión en el espectador. De cierta manera todo el arte es eso, edición.

Parte del argumento de esta obra es que la riqueza y el nazismo son equiparables. Está claro para unos eso no es una trivialización del nazismo, para otros sí lo es pero no importa (o es cierta), y para otros es una indeseable.

Los que argumentan lo último tienen tanto derecho como el artista a reclamar la agresión. ¿por qué dentro de los mínimos liberales no se vale juzgar algo como indeseable? No es lo mismo garantizar libertad de expresión que reprimir el juicio de la discusión pública.

Puede ser que la Universidad no esté obligada a tener una posición al respecto, a mí me gustaría que la tuviera. No porque las universidades deban de ser lombardistas , sino porque me gustaría que nuestra universidad expresara una posición particular diciendo. "Esta Universidad no celebra la trivialización del nazismo".

No sería muy diferente al rector de la Universidad de Columbia presentando al Presidente de Irán a hablar, pero advirtiendo que ni él ni la Universidad son "neutrales" frente a la negación del holocausto, ni frente al asesinato de personas homosexuales.

En los periódicos, en el radio y en la tele (en teoría) hay derecho de réplica. ¿por qué en los museos no? ¿por qué no hay el espacio para que quien quiera dé un argumento diferente al del artista y que sea tan público como el del artista?

Puede ser que los museos no tengan que ser espacios de educación cívica, pero seguro tienen que ser espacios de discusión pública. Y en la discusión pública el solipsismo es una mala defensa.

Profesor -

Siguiendo la veta de AL y la edición (a la que llegamos por separado).

¿Alguna vez ha editado usted un periódico o una revista? ¿Acepta(ría) cualquier cosa (y paga[ría] por ella) sin decisiones discrecionales? Sospecho que no. Cómo editor, es responsable del uso de los recursos y espacios de la publicación. Las decisiones editoriales muchas veces tienen tintes políticos. Y su pecado, muchas veces, es no cuidar la interpretación que le dé no sólo el autor sino el lector. Vea lo que pasó en el NY Post la semana pasada, ó con el New Yorker cuando la portada de Obama cómo terrorista. El editor es responsable de esto. ¿O no?

Barthes establece en "Death of the Author" que nos es imposible detectar con precisión la intención del autor. Que la esencia de un texto depende de la interpretación del lector. No es que yo siempre esté con Barthes, ni que no reconozca que el riesgo del argumento de la muerte del autor es que da lugar a una apología de gente cómo el "artista" en cuestión. Sin embargo, nos apunta a la responsabilidad editorial. Sobre todo cuando la intención del autor es ambigua, o cómo es el caso aquí, "intractable" (no sé cómo traducirlo) y absurda.

Lo que nos da Barthes es que nos recuerda la importancia del editor. De las glosas. En el arte, esta es la labor curatorial. Porque si no podemos tomar decisiones discrecionales sobre lo que se muestra y lo que no, no hay arte, sólo hay objeto. ¿O no? Finalmente es el curador y, luego el espectador, quién define al arte---no el artista. ¿O no definió el galerista/curador/espectador cómo arte los readymades de Duchamp?

Luego que sobre quién hay que fincar responsabilidad es sobre el curador, el MUAC, y al UNAM. Y no cumplieron su labor curatorial/editorial. No ejercieron su mandato, que es velar por los intereses del universitario, del espectador, de nuestro país. No del susodicho ni de Nina Menocal. ¿Ha preguntado usted cuánto pago la UNAM por instalar el coso? Aquí entra una irresponsabilidad mayúscula. No rentar el coso no es coartar libertad artística ni de expresión porque el coso no fue un acto espontaneo. No rentar el coso habría sido una decisión curatorial responsable sobre el uso de los espacios/recursos de nuestra Universidad. Que es nuestra---o era.

Y me ahorro mi visión sobre el coso, que creo se ve entre líneas.

Profesor -

Lo reto a que haga una parábola de un museo y un periódico y la curación y la edición y la libertad artística y la de prensa.

¿Coincidimos en la visión de la responsabilidad editorial? ¿Y la curatorial?

Saludos,
TL

Tomás: por supuesto que hay, que tiene que haber criterios selectivos. Los debe haber en un museo, en una revista, en una editorial. En eso tienes toda la razón. Lo que yo trato de enfocar son los criterios que consideramos válidos para incluir una pieza en un museo de arte contemporáneo. Subrayo: no en un museo de historia, en un museo de arte contemporáneo. Por eso creo que las denuncias que se han hecho están fuera de sitio: que la pieza sea históricamente inexacta o que sea moralmente ambigua, que desoriente a la juventud no me parecen criterios válidos en el trabajo de un curador--como tampoco me parecería un criterio válido para la inclusión de un poema en una revista literaria el que el tema del verso sea muy bonito. A eso me refiero, Tomás. Por eso percibo tras el argumento una la pretensión de subordinar la creación artística a las clases de civismo. Las clases de civismo tienen su sitio y ese no es un museo de arte contemporáneo.

Profesor -

Muchas gracias por la respuesta. En la búsqueda de criterios, la curación del MUAC perdió todo criterio. Cómo lo hay para la primera enmienda de la constitución americana (aunque no aplica a México, ni a nuestra comunidad, es un buen referente común a la libertad de expresión, creo) , deben de haber límites a lo que se deja al criterio libre o a la falta del mismo---en particular en nuestra Universidad. No estoy hablando de clases de civismo, sino de la responsabilidad para con el espectador---y con nuestra Universidad. El coso es altamente ofensivo. Hace enormes crímenes de omisión, al omitir los enormes crímenes. De eso no me queda ninguna duda. Y sí cuestiono la vision "limitless" que plantea el "un criterio válido para la inclusión de un poema el que el tema del verso sea bonito".

Yo no tengo problema con el arte de lo grotesco (o sea, con el "tema del verso"), en el que Lynch nos muestra el valor de la banalización de lo grotesco---y la grotes-queización de lo banal. Pero hay límites. Lynch es muy cuidadoso en siempre mostrar todo lo grotesco del tema o del personaje en cuestión. Laura Palmer no es sólo la reina del baile. Laura Palmer es un personaje sórdido. Leland Palmer aún más. Y Lynch tiene el cuidado de siempre mostrarnos, en sus personajes o en nosotros mismos (cómo la escena voyeurística de la violación de Dorothy que se transmite a uno---causándole al espectador el sentimiento voyeurístico de Jeffrey y el rapaz de Frank y causándonos a todos, menos a los sociópatas, vergüenza profunda sobre nuestra condición humana) todos los aspectos: los eróticos y los grotescos. Nunca omite lo grotesco. Nunca omite el crímen. Cualquier banalización va acompañada de su descalificación. Lynch, cuál curador, nos guía a sentir repulsión no sólo por los sentimientos de los personajes sino por los propios. Lynch nos ayuda a entender, y con filmografía glosa las banalizaciones, siempre mostrando ambos lados (el banal y el grotesco) y siempre llevándonos a su condena, a su descalificación, y a nuestra vergüenza. Y no es un a clase de civismo.

OK, mi ejemplo es absurdo. Pero el punto que hago es que hay tres discusiones: 1) el contenido; 2) la omisión de contenido; y 3) la labor curatorial. El (1) contenido del coso es absurdo y ofensivo---pero no necesito entrar a él ya que muchos lo han hecho y muy bien. En buena parte porque lo más grave es (2) la omisión de contenido---es inaceptable hacer omisión a los enormes crímenes, siendo este, cómo posito arriba, un enorme crímen de omisión. De nuevo, gente mucho más preparada que yo ya ha argumentado esto. Entonces podemos discutir sobre el coso, ad nauseum, pero creo (y espero) que compartimos el disgusto y la ofensa por el mismo.

El punto de contención entonces es el (3). Si el "artista" omite, es responsabilidad del curador (más allá de nunca haber seleccionado el coso...) resolver la omisión con glosas. Los curadores dieron explicación y contexto a los readymades, a Guernika; Lynch al sadomasoquísmo, a la violación, etc. Pero si la glosa es necesaria no para explicar, sino para evitar enormes ofensas quiere decir que el coso viola los límites del "tema del verso". Y el coso genera enormes ofensas. Y está plagado por el crímen de omisión. Al "artista" no hay que ni darle lugar, lo que hay que cuestionar más profundamente es la curación (que no le debió de haber dado lugar de entrada). El curador se debe de asegurar de que cualquier banalización de un tema tan complejo cómo el nacionalsocialismo SIEMPRE esté acompañado por su condena, por su descalificación, por nuestra vergüenza profunda. Este debe de ser uno de los "criterios selectivos". Al no hacerlo, el curador comete entonces un crímen de omisión más grande (y es cómplice del del "artista"). Y el curador es clave, después de la muerte del autor. O sea, el curador es culpable, después de la muerte del autor---de que la referencia al nacionalsocialismo no cause el repudio que merece, no cause su condenda y su descalificación, no cause nuestra vergüenza profunda.

Sobre todo porque (y añado el 4) es nuestra Universidad---ni del "artista", ni del curador, ni de Nina Menocal. La responsabilidad es con nosotros, no con ellos (excepto cómo miebros de la comunidad Universitaria y como mexicanso, etc). La labor del curador Universitario es distinta a la del curador de una galería. MI Universidad debe de defender MI derecho a no ser ofendido---que debiera ser el más preciado de todos, cómo postulan los límites de la primera enmienda (cómo referente snecillo de un tema complejo) y la epígrafe básica del Juarismo. Si algo que hace la Universidad aliena/ofende a los Universitarios, entonces lo está haciendo mal. A mi, por lo pronto, ya me alienó/ofendió. Este debería de ser un criterio fundamental de los "criterios selectivos". Trístemente, parece no serlo.

Regresando a la parábola editorial, ¿cuál debiera ser nuestra reacción si la Gaceta UNAM publicara textos de Ahmadinejad o de Harry Elmer Barnes negando el Holocausto---sin glosa? ¿O textos hablando del nacionalsocialismo sin mencionar el Holocausto---sin glosa?

Saludos,
TL

Curioso: Esos escandalizados son los mismos que callan cuando se exhiben atanques contra símbolos religiosos (católicos por ejemplo), o contra la moral sexual. Son tan "políticamente correctos" que resultan incongruentes y falsos.

JSH: 
La instalación nazi definitivamente no es arte y si es una apología. Si es necesario hablar del Holocausto porque el tema son los nazis, es la presencia predominante, yo no exigiría esta aclaración si no fuera por la masiva exposición de suásticas, yo creo que la Universidad incurrió en un acto de ignorancia y de irresponsabilidad al montar esto. En relación al arte: la colección desenfrenada de objetos de un tema se llama fetichismo, eso no es arte, aquí yo hago notar algo grave, vender y comprar estos objetos es un delito en USA y en la UE, pero cualquier amasijo de objetos, el coleccionismo maniaco te repito es fetichismo, no arte, cualquier colección es apologética todos lo saben y que la UNAM exhiba esta es una ofensa contra sus miembros y contra los que asistimos al museo. Yo sé que no eres experto en arte, yo si lo soy y no todo lo que ves en un museo o una galería es arte, el membrete “arte contemporáneo” no lo ampara todo, existen auténticos horrores que solo por ser vendidos por una galería no tienen patente de corzo, seguramente al citar a Medina desconoces la relación de él con Ventura y Nina Menocal, aquí estamos hablando de socios. El contenido es responsabilidad del artista, así como la calidad y el mensaje, esto no es civismo, es arte, Duchamp se hizo responsable del mensaje del Urinario, dijo “esto no es arte”, si la obra da un menaje ambiguo es porque esa es su intención y no existe argumento ético o estético que respalde que una obra de mala calidad además sea una ofensa. Si para ti la obra no es una apología ¿Entonces qué es? ¿Qué te aporto? ¿Qué nuevo horizonte estético o humano te abrió? Desde luego desconoces la misión de la provocación en el arte, esta funciona para abrir puertas, para entrar a sitios donde antes no ha entrado un artista, cuando Baltus pinto sus obras abrió una brecha, lo hizo Goya con sus Caprichos, la instalación nazi no provoca, insulta, no abre nada, está sentada en una institución protegida por el racismo que de inmediato de hace cómplice de su causa. Decía Breton cuando el Surrelaismo entró en crisis, que el acto mayor de surrealismo sería salir a la calle con una pistola y disparar a la gente, seguramente tú, Medina y la UNAM lo aplaudirían de pie. 

Aunque no he podido ver la instalación de Miguel Ventura en el MUAC, sí leí dos sustentadas y demoledoras críticas sobre la misma: una de Enrique Krauze y otra de Isabel Turrent que en su momento me parecieron contundentes, además de simpatizar con ellos ser asiduo lector y compartir con ellos su postura ideológica de martíz liberal. No obstante, cambié de parecer al leer la de Silva Herzog, es verdad: cuando abordemos una obra de arte (aunque artísticamente sea mala), lo mejor para tratar de entenderla, criticarla e incluso juzgarla es hacerlo desde parámetros, criterios o cánones estéticos, no ideológicos, ni políticos, menos cívicos o edificantes moralemente.
Saludos,
Federico Zertuche

Toda referencia al nazimo que no muestre una "clara" condena al holocausto, de todas formas está condenada a hacerse acompañar por un coro de gallinas asustadas. Que alguien se sienta ofendido por una instalación sólo parece hacerla más pertinente. Nos hace creer que estamos ante una pieza impactante. Pero no hay manera de tomarse en serio a todos estos "críticos" tan preocupados por la correcta lectura de lo que el artista quizo o debió de haber querido decir. Parecen exigir que cada pieza vaya acompañada por una presentación de power point para evitar malas interpretaciones. Todo esto porque están seguros de que el público es ignorante, inmaduro y manipulable. En el fondo sólo reflejan su propia petulancia y falta de criterio. Dan pena ajena.

Estimado Jesús Silva - Herzog:
En México necesitamos mentes y criterios como los tuyos. Los argumentos que presentas en el artículo relativo a "Cantos Cívicos" de Miguel Ventura son absolutamente contundentes. Los que saben de arte estarán celebrando no sólo la inteligencia, sino el que gracias a gente como tú, el país no se ha hundido de forma definitiva. Leer a Cuauhtemoc Medina, a Teresa del Conde, especilistas en el tema, contraresta los argumentos miopes y desinformados de las personas que no tienen conocimiento del campo. Es una pena que las críticas de Krauze y Turrent entre otros, nos indiquen justo lo que señalas, que el pensamiento liberal se pone a prueba frente a provocaciones y discursos estéticos de vanguardia, arriesgados y que dicho sea de paso, también nos tienen maravillados a muchos. Me encanta la obra y si alguno de los Señores que tanto la critican, se tomarán el tiempo para pasar todo un día observando las reacciones del público, se darían cuenta que también hay una gran cantidad de personas, muchos de ellos jóvenes que salen afectados, con preguntas, e incluso aliviados de que alguien tuvo el talento de reflejar el mundo de caos y confusión en el que vivimos. Por cierto, la gente común y corriente como yo, somos más inteligentes y estamos mejor informados de lo que piensan los que dicen que "saben"

De verdad gracias. Tu escrito es una bocanada de aire fresco en una realidad de injusticia y violencia permanente como la que vivimos a diario.

Claudia Ortega

Felicidades a JSHM por una de las mejores piezas de comentario que ha escrito en los últimos meses. Es refrescante.

Avelina: Dudo en responderte porque no soy experto y tú si lo eres. Déjame incurrir en la desfachatez y contestarte. A pesar de la invocación a tu autoridad (hace mucho que no veía que alguien se presentara a sí mismo como experto y que abofeteara a su interlocutor con la expresion "tú no estás a mi altura") tus argumentos me parecen razonables y son precisamente los que pediría a la crítica. Analizar los méritos expresivos de la pieza y no sus valores morales. Tú la consideras apologética pero sobre todo cuestionas su incapacidad para abrir la percepción. Puedes tener razón. Lo que quise cuestionar con mi texto fue la nostalgia del arte como pedagogía.

Uy!

Jesús! Jesús, qué refrescante es saber que ALGUIEN de la "intelectualidad" merece pertencer a ella!

La crítica a “Cantos Cívicos” me parece una evidente gazmoñería típica del intelectual mexicano listo a pontificar desde lo alto de su torre de marfil, el típico intelectual que para referirse a los indígenas antepone “nuestros indígenas”. Lo digo particularmente por la crítica que atribuye a la instalación una capacidad pervertidora sobre la vírgenes mentes de los jóvenes que seguramente deslumbrados por los colores chillantes y las ratas podrían salir del MUAC listos a revivir al nazismo o algo peor. Resulta de una ironía digna de Borges que el espíritu pontificador de los textos de Vasconcelos se repita en los críticos que critican la obra en donde aparecen. Lo mejor que le puede pasar a un artista es chocar con la gazmoñería que en ocasiones se convierte en el combustible que alimenta una obra mediocre.

Coincido puntualmente con la opinión de JSHM. Caramba nadie en su sano juicio puede defender las atrocidades nazis ni caer en el negacionismo de Holocausto ni este tipo de estupideces "postmodernas". Pero habiendo visitado la exposición dos veces, no me parece que la "profusión de suásticas" o la ausencia de una visión ideológica "equilibrada" o "acertada", o puntualmente didáctica, ni que las "bonitas" caras de los dirigentes nazis sean una apología. ¿Son las ratas bonitas?

Creo que esta visión de que cualquier profusión de símbolos nazis es una apología del nazimo es un error, particularmente desde una perspectiva de garantizar la libertad artística y de expresión. En este sentido es positivo, no negativo que la UNAM haya permitido su exibición.

Esta opinión de que la exposición debió prohibirse es en efecto una exageración que se aleja de la idea de libertad artística por parte de unos liberales a los que su luberalismo le comenzó a hacer agua. A mi me asombra y decepciona esto de gente que considero tan valiosa como Krauze. No me gusta tampoco que se use esta exposición como un intento por devaluar a la UNAM ni al museo.

En lo personal me pareció un poco deconcertante la exposición, pero además de la advertencia explícita hay al comienzo en el sentido de que su visión es crítica, no apologética (¿esto no vale nada?) está la propia exposición que enfatiza elementos deagradables para ligar al gran capital con el nazismo. Concuerdo que este punto es muy debatible así en general, pero no totalmente desencaminado. Si, es verdad que falta el totalitarismo estaliniano, pero según sus censores "liberales" una exposición llena de hoces y martillos o retratos de fidel debería ser prohibida con los mismos argumentos.

Pero sobre todo hay que ser poco "sensible" para no darse cuenta del tono irónico y crítico del autor hacia la idea de opresión y control totalitario. Por eso me decepciona de los criticos liberales piden callar simplemente al autor ignoran totalmente todo esto. No están pensando de de modo no muy distinto de los salvajes que interrumpieron por la fuerza en un foro crítico a la revolución cubana en una feria de libro de Guadalajara.

Supongo que este tipo de problemática es típica de la democracia. Normalmente este papel procensura debió ser jugado por actores mas identificados con grupos fundamentalstas, no por liberales. Ahí tenemos un problema.

Por último, la exposición no me pareció demasiado interesante, pero ha sido grandemente fomentada por este debate. Creo que es un tipo de arte que exige bastante del espectador. En la sala de lecura hay un libro muy interesante que se llama Los nazis en México. Leí una buena parte mientras esperaba que mis acompañantes visitaran el museo.

Gracias a la UNAM por ofrecernos un especio de libertad de expresión no limitada por prejuicios.

Estimado Jesús,

suscribo lo que aquí escribes sobre Cantos cívicos, sobre todo tu apreciación final sobre los liberales lomardistas que no han sabido leer la pieza de Ventura y la han utilizado como chivo expiatorio para discurrir sobre otras puyas. Te viste generoso en tu respuesta a la "experta" Avelina Lésper: por lo visto, nadie está a su altura. Dejémosla ser. Tu texto, regresando a lo importante, confirma mucho de lo que escribo al respecto. Pronto te paso el vínculo.

Saludos,

David Miklos.

PS. Una pifia (qué pena): puse "lomaristas" en lugar de "lombardistas". Por allá arriba leo "Baltus": para ser crítico de arte, hay que saber cómo se llaman los artistas (y, de paso, escribir bien): es "Balthus". No es la primera vez que veo errores de este tipo en los textos de nuestra elevada, innombrable y furibunda AL.

JSHM: 
El asunto es que el arte conceptual es el que más incurre en pedagogías, porque como da una imagen que no corresponde nunca con el "mensaje" entonces el curador escribe una "explicación". En la instalación nazi adjuntan una explicación en una gran cédula, un guía que apenas entiende lo que se aprendió te explica de nuevo y te dan un folleto que aclara " esto no es una apología" y lo que tú ves, lo que percibes de la obra, es una cosa distinta. Aquí el error está en el artista que no sabe plantear sus ideas y en el curador que elabora un discurso insuficiente hasta para la misión de la obra. El arte debe ser explícito es sí mismo, no requiere ni de manuales de explicaciones que te digan que es lo que debes de entender, lo ves y te da o no te da. Es todo. En cuanto a opinar, yo creo que todo el mundo tiene libertad de hacerlo, politólogos metidos a críticos es correcto porque la obra está ahí para eso, si no soporta la crítica es una obra vulnerable y frágil, entonces que no la expongan. El artista dice que realiza crítica social, entonces es su obligación estar informado, conocer la historia, el artista no tiene licencia para ser ignorante y saber que apologizar no hace crítica, qua el uso de símbolos tiene un significado que no se va alterar sólo porque él lo decida, de hecho revisando la trayectoria de él, no creo que sea un error por ignorancia, creo que es deliberado.

Estimado JSHM:
Coincido completamente con su opinión. Además de reiterar la posición compartida de muchos expertos y no-expertos, universitarios y no-universitarios, al público mismo del museo, valoro, sobre todo, que ud. especifique el carácter que debe tener una pieza artística como entidad autónoma que puede o no deslindarse de los campos semánticos, históricos y pedagógicos en los que se ha pretendido encasillarla (de forma totalmente trastocada, cabe agregar). 
Envío el vínculo que también aparece en el blog de Cantos cívicos en el que vierto mi opinión en torno a las acusaciones en contra de la pieza, el museo y la UNAM. Tan sólo me resta agregar la escasa seriedad de quienes se precian de ser "especialistas". Celebro a la par su atinada respuesta a Avelina Lesper, especialista que, entre otras cosas, no tiene el menor reparo en revisar sus textos antes de subirlos. 
www.mariaenpaz.blogspot.com

Cuando vi en la instalación del MUAC tanta mierda pensé en las moscas que iban a regodearse en ella y aquí las veo, defendiendo su comida, borrachas de tanto que lamen, reconozco a Miklos, asiduo a estos banquetes.

A mí tampoco me escandaliza la exposición, aunque no me gusta (ni política ni artísticamente) y no puedo estar de acuerdo con ella (históricamente). Yo no la hubiera auspiciado (por intelectualmente débil y confusa, políticamente tramposa, y porque no creo que eso sea arte) pero ya que está abierta no pido que la cierren, pido que se le debata y critique (es una postura liberal). Que vaya quien quiera cuando quiera y por lo que quiera pero que cualquiera pueda acceder a argumentos en contra (y a favor); que se pueda argumentar en contra y ofrecerlo a quienes han ido para que decidan mejor. Dirán lo que quieran, pero sus defensores (los de Ventura) hacen todo por no debatir. Que entre los que critican haya gente como Krauze es otra cosa. No todos los que están en contra son Krauze. Tampoco son los liberales, como el farsante que es David Miklos se apura a sugerir. La reacción de Krauze y sus amigos no representa a los liberales mexicanos (que no se trata de Letras Libres y ya; sólo un idiota diría eso), mucho menos a “los liberales” y al liberalismo. Yo soy liberal y no estoy diciendo exactamente lo mismo que los Krauze (que, liberales o no, tienen otras razones para reaccionar como lo han hecho). Jesús es liberal y está diciendo también algo diferente. Con “liberales lombardistas” Jesús se refiere a los Krauze en esta “coyuntura”, los está calificando por este caso tras la calificación que ellos se han dado. El escritor (bueno; buen escritor) Miklos, que intelectualmente trae nada (él sabe redactar con estilo y belleza, pero no es un pensador, como a veces le gusta fingir. Leo todo lo que publica) pero es soberbio (aunque con buenos modales) y jura ser radical y progresista (no lo es, lo que es muy claro) no hace lo que Jesús, lo que hace es oportunistamente intentar jalar agua para su molino de confusión ideológica. Algo debería aprender de Jesús (y no tiene que volverse liberal, eh, no vaya a confundir Miklos). Miklos no quiere debatir, quiere que no se debata lo que a él le gusta, y de paso quiere golpear (mostrando su ignorancia en lo que sale de su fronteras literarias) lo que no entiende pero está convencido de que no tiene nada bueno (el liberalismo. Nomás hay que ver en su blog sus avisos de “absténganse liberales” cuando trata algo que ni siquiera justifica correctamente decir eso). Critica a AL pero hace lo mismo, le encanta hacerlo. Refuta lo que dice AL? No. Ningunea a su modo. Pero bueno. Este tema no es una cuestión sobre el liberalismo. No hay sobre el tema un frente liberal unido. Ni puede haberlo, no lo va a haber. El liberalismo en sí no tiene nada que ver. 
Ahora, llevar de la mano y “educar” en la afirmación no debe ser. Estoy de acuerdo con JSHM. Pero exactamente eso es lo que artistas como Ventura hacen. Bueno, intentan. Para eso están sus curadores. Porque con sus trabajos solos no se puede. Es lo que dice la señorita Lésper. Tiene toda la razón. Entras a las exposiciones –más ahora en esta de Ventura- y ya se desviven por inducirte a ver y entender lo que al autor le conviene. Todo desde fuera de lo que hizo ese autor. Eso se debe a...? Puedes negar esto Jesús? También debes volver a leer los argumentos de Lésper, Jesús (a diferencia del caso Miklos, a ella hay que leerla por sus argumentos; a David habría que leerlo por cómo escribe, no fundamentalmente por lo que llega a reflexionar). La otra cosa importante es si trabajos como el de Ventura son arte. Eso, ni modo, hay que aceptarlo, van a contestarlo mejor los que no sean como Ventura, los que no tengan intereses políticos o económicos en estos trabajos, los que nos sean juez y parte, los que en verdad sepan de arte. Lésper tiene algo que decir al respecto. Tú y yo tenemos poco qué decir, igual Miklos. Lo que podemos decir es me gusta, no me gusta, me parece arte o no me parece arte porque comparo con otras obras en términos de esfuerzo, virtuosismo y belleza que son obvios. Fuera de lo artístico es que tú puedes y debes decir algo. Ya lo hiciste. Haciendo gala liberal. Haciendo esa misma gala puedes mejorar tu posición. 
Saludos,

Matías Ruiz.

febrero 25, 2009

REFORMA. Jesús Siva-Herzog Márquez

25 de febrero de 2009

Añoranzas cívicas

Ratas - Cantos civicos

La instalación de Miguel Ventura en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo ha desatado una polémica que va más allá de la pieza que a muchos ha irritado. “Cantos cívicos” ha sido tachada como propaganda nazi, una pieza impropia de una institución cultural, una mala influencia para la juventud. ¿Qué se encuentra en este abigarrado meandro de emblemas cobijado en Ciudad Universitaria? Una acumulación de símbolos macabros, una galería de sonrisas que esconden la atrocidad, la pinacoteca de una domesticidad que encubre el genocidio. Al visitante se le invita a un recorrido intestinal donde desfilan las ratas y posan asesinos de buena familia. La gruta visceral revuelve el kitsch de plásticos brillantes, disneylandescos con el alarde castrense del embalsamador. Escenas de familia y pelos de momia. Pieles disecadas y copetes con gomina. El baturrillo empalma una virilidad atroz con empalagos infantiles. Si algo emerge de este encuentro es la disonancia entre lo que se ve y lo que se intuye: la masacre tras la normalidad, la tragedia escondida en el gesto afable del ciudadano ejemplar. No encuentro en la mina de Miguel Ventura ninguna apología, ninguna señal de simpatía por el régimen nazi. Descubro, eso sí, asociaciones bobas, paralelos absurdos: el signo del dólar como gemelo de la suástica; Milton Friedman como compañero de viaje de Adolf Hitler. La granada que pretende ser no precipita en mí un explosivo sino una trompetilla.

Pero lo que me interesa aquí es otra cosa: la argumentación de quienes se sienten asqueados por la pieza. Encuentro en los alegatos una muestra de la enorme dificultad de historiadores, politólogos y opinadores para aceptar el estatuto del arte. Se juzga la exposición como si debiera ser la representación gráfica de un curso de historia, el apéndice iconográfico del manual de ciencia política. El arte convertido en vehículo para ilustrar la historia, para absorber el mundo con justicia o para invitar a la acción común. El cuadro ha de ser una ventana al mundo, decían los renacentistas. Transparente encuentro con la realidad. Que el retrato sea equilibrado, que las proporciones sean correctas, que la manzana sea capturada íntegramente. Esa compostura se le pide al artista de hoy para abordar fenómenos históricos. Que sea sensible y entendido. Que su creación se asiente en la verdad y aspire a la justicia. Ir al museo ha de ser entonces, una experiencia similar a entrar a una escuela. Acudir a una exposición para aprender, equipado de una libreta para anotar la lección. Se piensa así en el artista como ayudante del profesor de anatomía, preciso dibujante de huesos y articulaciones. Ahora se le pide que sea el subordinado ilustrador del catedrático de historia. Tras rendir homenaje a la ciencia, el creador debe hacer visibles los conceptos, condensar en imagen claras un fenómeno, petrificar en escultura una verdad que requiera divulgarse.

Cantos civicosAlgunos encuentran ambigüedad en esta cañería atiborrada de monstruos y galanes. El espectador sale confundido del recorrido, dicen. Extrañan las imágenes que se despliegan en los museos del holocausto: credenciales, estampas, recuerdos de los millones de víctimas del nazismo. En efecto, no hay aquí muñecas de la niña muerta en un horno. La ausencia, a su juicio, equivale a trivializar el horror y difundir un mensaje peligroso. Los críticos de la exhibición ven en ella una amenaza. Advierte bien Cuauhtémoc Medina: “si alguien quiere encontrar aquí un mensaje claro será mejor que se vuelva a la iglesia.” A los críticos preocupa el efecto de la pieza. Les inquieta que una juventud confundida e ignorante se desconcierte. Exigen claridad, un mensaje concluyente y formativo. Le piden al autor una expresión edificante: creatividad al servicio de una (buena) causa, una representación que contribuya, aunque sea desde la labor subordinada del artista, a esclarecer el mundo. Que sea, por supuesto, un arte que no ofenda, que no provoque. Regresa en estas voces una inaceptable petición: la subordinación del arte al civismo. El arte vale si enseña virtud, si difunde la belleza, si comunica la verdad.

Se ha criticado también la ubicación de esta pieza en un museo de la Universidad Nacional. ¡Indigna para una casa de cultura, contradictoria a los propósitos morales de una universidad! Este reproche es el más grave: ¿la política (aunque sea la que nos parece benigna y sensible) ha de decidir qué se exhibe en su museo? ¿La interpretación correcta de la historia (cualquiera que sea) debe ejercer de curadora del arte? Esa es la sorpresa: los liberales en política no lo son tanto en materia de arte. Resultan, más bien, neolombardistas. Que la universidad ya no enseñe para la duda, clamaba don Vicente, que enseñe en la afirmación. Y que sus museos no acojan jamás a provocación sino el deleite.

http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/el_blog_de_jess_silva_her/2009/02/añoranzas-cívicas.html