“Cantos cívicos”
Por admin
11 June 2009
544 lectores
Sin comentarios
Por Alexia Bautista Aguirre
El arte de hoy, dice Amaru Villanueva, suele ser grotesco, obsceno y hasta vacuo.[1] Los artistas contemporáneos, en gran parte con tonos posmodernos, se alimentan de reacciones; su propuesta subversiva y alejada de la equivalencia entre arte y belleza consiste simplemente en provocar al espectador. “Cantos cívicos” del artista mexicano-puertorriqueño Miguel Ventura ha cumplido con este objetivo. La obra que, junto con otras tres exposiciones[2] inauguró las actividades del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), en diciembre pasado, generó polémica por su estética –cargada de iconografía nazi, animales disecados y un bioterio con 86 ratas vivas– y su propuesta: el paralelo entre fascismo y capitalismo.
Se trata de una compleja pieza multimedia compuesta de pasillos y laberintos decorados con miles de pequeñas suásticas de plástico en colores rojo y amarillo, paredes tapizadas con fotografías y postales de generales nazis y oficiales de la SS, carteles, óleos y recortes de la época, muñecos tiroleses encapsulados, fotografías sexuales, tazones con excremento y cantos alemanes utilizados por el partido nazi como música de fondo. Al nacionalsocialismo le acompañan innumerables signos de dólar, imágenes de soldados y marines estadounidenses, los rostros de “tiranos neoliberales” como Carlos Salinas o Milton Friedman y textos laudatorios sobre el Führer publicados por José Vasconcelos en la revista “Timón”. La Alemania de Adolf Hitler es presentada en equivalencia con el neoliberalismo[3] contemporáneo.
Según una advertencia al inicio del recorrido, la obra no es una apología del nazismo, sino una crítica a los abusos de esta ideología. Pese a esta aclaración –que, junto con la explicación de los auxiliares del museo, es la única pista para interpretarla– la exhibición indignó a un sector de la intelectualidad mexicana[4], por considerarla una “trivialización” del nazismo. La propuesta, sostienen sus críticos, no sólo ignora elementos presentes en cualquier denuncia en contra del totalitarismo nazi, como los campos de concentración y el Holocausto, también sugiere una relación arriesgada e inexacta entre fascismo y neoliberalismo. La crítica se concentró también en la Universidad Nacional, la magna institución que “inexplicablemente” alberga lo que Enrique Krauze ha calificado como “Cantos nazis”. [5]
Los defensores de la obra, la libertad de expresión y el arte contemporáneo[6] afirman que la instalación de Ventura no esconde ninguna simpatía por el régimen nazi; constituye una producción “artística” que no pretende brindar un retrato histórico. Como aclara su curador, Juan de Nieves, “Cantos cívicos es una ficción”. Esta invención no debe juzgarse con base en su exactitud histórica ni en criterios morales. Su falta de compostura, su estética o “antiestética”[7] no representan una amenaza que desconcierte a jóvenes espectadores, “incapaces” de ponderar y discutir la exhibición; como menciona el artista “para entrar a ver ‘Cantos cívicos’ no hace falta un doctorado”.[8] Las voces que amparan la obra de Ventura apelan a una visión amplia del arte que no identifique su valor con la belleza, la verdad o la virtud.
Lejos de las críticas centradas en la estética de la propuesta –que puede o no parecernos grotesca, su pertinencia en una institución cultural y la relación entre arte y moral, el verdadero problema radica en la identificación entre fascismo y capitalismo, cuestión que se ha soslayado con el argumento de que la obra no debe valorarse según criterios históricos y con la posterior discusión entre intelectuales liberales y sus críticos. Ventura justifica que la suástica aparezca de la mano con el signo de dólar –centro de nuestros tiempos neoliberales– y con economías que supuestamente son democráticas, porque en realidad éstas son tan fascistas como ciertos regímenes militares.[9] La asociación es provocadora y merece una reflexión profunda.
Como menciona Gabriel Jackson, “el fascismo no es un tema sobre el cual se pueda escribir con precisión”.[10] El adjetivo “fascista” ha sido utilizado para calificar fenómenos diversos: el movimiento nacionalista creado por Benito Mussolinni después de la Primera Guerra Mundial, la dictadura de Hitler en Alemania, gobiernos derechistas de Europa y América Latina. Sin embargo, el fascismo no refiere a toda experiencia autoritaria. Se trata de la dictadura de un jefe supremo que destruye las instituciones liberales y democráticas en su conjunto al unificar todos los poderes, crear un partido único, borrar la frontera entre lo público y lo privado, negar al individuo y recurrir al exterminio sistemático de sus enemigos. Es una forma irracional de hacer política que apela a las emociones y la lealtad de las masas, una revuelta contra la razón y los valores del liberalismo.[11]
El fascismo adquirió una forma particular en la Alemania nazi, como consecuencia de ciertas condiciones económicas, sociales y políticas que permitieron el avance del nacionalsocialismo. La derrota alemana en 1918, la debilidad de la república democrática de Weimar –asociada a un periodo de caos y crisis, la radicalización del voto derivada de la crisis económica y la muerte de Stresemann fueron sólo algunos de los factores que favorecieron la llegada de Hitler al poder en 1933. La historia de la violencia y los crímenes nazis es bien conocida; lo más perturbador es que no fue una herida o una enfermedad de nuestra civilización, sino su terrorífico producto. La barbarie racionalizada fue pensada y llevada a la práctica en uno de los bastiones del desarrollo cultural y científico.
“Cantos cívicos” de Miguel Ventura propone identificar la cruz gamada, distintivo de la Alemania nazi, con el dólar, símbolo del poder y del dinero. El mensaje es claro: la denuncia de los abusos del neoliberalismo. La crítica es valiosa, la analogía arriesgada. Al referirse a los Estados fascistas del siglo XX, Emilio Gentile menciona que aquellos regímenes fueron las iglesias de las nuevas religiones de la política, que aspiraban a definir el significado y el fin último de la existencia individual y colectiva mediante un sistema obligatorio de creencias, mitos, ritos y símbolos.[12] La aspiración que evoca Gentile tiene similitudes inquietantes con el discurso liberal de la democracia y el libre intercambio; no obstante, es delicado equiparar los dos fenómenos como si la lógica del totalitarismo nazi y la del mercado fuera la misma. La crítica no descalifica ni censura la obra, por el contrario, subraya la necesidad de una lectura a contrapelo que indague, interrogue y provoque malestar.
[1] “Modernas Posmodernidades”, Ágora, 2009, núm. 6, p. 27. [2] El reino del Coloso: el asedio en la época de la imagen del curador José Luis Barrios, Recursos incontrolabres y otros desplazamientos naturales del curador Olivier Debroise y Las líneas de la mano de la curadora Jimena Acosta.
[3] Neoliberalismo como la forma que adquiere el capitalismo actualmente.
[4] Véase los textos de Enrique Krauze (Letras libres 10/02/2009), Soledad Loaeza (11/12/2008), Isabel Turrent (Reforma 15/02/09) y Leo Zuckermann (Excélsior 13/01/2009) al respecto.
[5] Op. cit.
[6] Jesús Silva-Herzog Márquez y los curadores Juan de Nieves, Lourdes Morales y Cuauhtémoc Medina entre otros.
[7] Me refiero a “antiestética” porque se aleja de la correpondencia entre arte y belleza, propia de la estética de los griegos, romanos, de la Ilustración, el romanticismo y el realismo. Véase A.Villanueva, art. cit., p. 27.
[8] “Cantos cívicos, una obra sin concesiones”, Milenio, 01/31/2009.
[9] Cit. por, Sandra Licona, “Reflexiona sobre el poder”, El Universal, 12/01/09.
[10] Civilización y barbarie en la Europa del siglo XX, Barcelona, Planeta, 1997, p. 104.
[11] Robert Paxton, The Anatomy of Fascism, Nueva York, Penguin Books, 2004.
[12] Cit. por, Massimo L. Salvadori, Breve historia del siglo XX, Madrid, Alianza, 2005, p. 72. Las cursivas son mías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario